Condición

9 1 5
                                    

Siglo XV
Daegal Gallthorn//Leif Fiskersen

Apenas despertó, Daegal no perdió tiempo en explorar su pequeña alcoba. Había una mesa de escribir con una silla y un baúl con al menos tres vestimentas distintas, aunque aún le era difícil entender qué debía ponerse primero. Antes de darse a la tarea de vestirse, abrió una puerta esperando que fuera el baño. Para su suerte, así fue. Podría evitar a todos los trabajadores del castillo y, más importante, al conde. Sin embargo, no esperaba que al ingresar quien lo recibiera fuera su propio reflejo.

Ahí estaba, completamente desconcertado. Observó su nariz chata y la cara ovalada que enmarca su expresión fatigada. Su cabello castaño, más corto de lo que le gustaría, apenas comenzaba a cubrir su frente. Su rasgo favorito: su labio inferior. Pero lo que más le impactó fueron sus ojos avellana, profundos y llenos de un cansancio acumulado. Leif era una réplica exacta de Daegal en el presente. No importaba la calidad del espejo en aquella época; la imagen era inconfundible: era él.

"¿Pero cómo es posible? En los cómics, cuando alguien pasa al cuerpo de otra persona de otro siglo o universo, nunca se ve exactamente igual. ¿Cómo es que Leif se ve como yo? Entendía que podríamos tener algunos rasgos similares debido a sus padres…” No pudo seguir pensando. La presión en su pecho volvió a aparecer, como un peso invisible que lo aplastaba. Se llevó una mano al pecho, tratando de calmar el dolor, igual que hacía cuando estaba en la celda, mirando la sangre seca en la tierra. Comenzó a respirar lentamente, cada inhalación y exhalación hacía un esfuerzo consciente para recuperar la calma. Necesitaba relajarse.

“Ya para, no los mencionaré, no lo haré, para…” suplicaba, su voz apenas un susurro desesperado, esperando que sus palabras llegaran al dueño del cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear el dolor y la confusión. No pensó en llorar, no después de haber aprendido a controlar esa sensación, manteniendo a raya cualquier lágrima.  Pero ahora, en este momento de vulnerabilidad, sentía que esa resistencia se tambaleaba.

—Leif, ahí estás. Me asusté cuando no te vi en la cama —dijo Neville desde fuera del baño, viéndolo de espaldas. Su voz tenía un tono de preocupación que Daegal no pudo ignorar—. ¿Leif? —repitió, esta vez con más urgencia. Bastó que lo llamaran por ese nombre por segunda vez para que Daegal fingiera que nada había pasado y se girara a verlo.

—Joven conde —se forzó a decir, sin dejar que sus emociones lo sobrepasaran, bajando su mano del pecho. Intentó mantener una expresión neutral, aunque su mente aún estaba revuelta.

—No me digas así —respondió Neville, su voz firme pero con un matiz de incomodidad.

—¿Disculpa? —Daegal empezó a observarlo, notando cómo apretaba sus puños. La atmósfera se había vuelto tensa—. ¿No te gusta que te digan 'joven conde'? —preguntó divertido, tratando de aliviar la tensión y olvidarse de su malestar anterior.

—No me gusta que tú me digas así. Soy Neville para ti, al menos cuando estemos solos. ¿Puedes entenderlo, por favor? —Neville lo miró directamente a los ojos, buscando una conexión, una comprensión más allá de las formalidades.

—Neville —respondió Daegal, articulando el nombre con precisión. Recordó cómo apenas ayer una mujer lo corrigió por llamarlo así. Quiso reírse ante la ironía, pero se contuvo.

El silencio cayó entre ellos, pero ya era costumbre que el joven conde se encargará de romperlo. Neville observó a Daegal por un momento, notando la tensión en su postura.

—Sí, bueno, no podemos seguir distraídos. Debemos empezar con lo que te enseñaré —dijo Neville, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. Había asumido la responsabilidad de guiar a Leif, y aunque la tarea le parecía abrumadora, no quería mostrar dudas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi Musa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora