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2018
B

uenos Aires, Argentina

AGUSTINA

—La puta madre— suelto cuando el tercer grito de mi papá provoca que mi mano se cierre con fuerza en el arqueador lastimandome el ojo. —¡Ya voy!— grito sin ningún tipo de amabilidad en mi tono de voz y me dedico a abanicar mi vista que comenzaba a lagrimear.

Mi papá, o mas bien mi familia, estaban alborotados con la llegada de un jugador de Belgrano que desconocía, supuestamente lo habían convocado para la copa América del año entrante con solo diecinueve años y era una gran oportunidad tanto como para mi papá como para él, que trabajen juntos. La casa había sido un caos toda la semana y hoy porfín era la tan "esperada" reunión, yo en cambio quería fundirme en mi cama y despertar cuando ya no hubiera nadie.

Pero era bajar o quedarme sin el apellido.

Lo único que me reconfortaba era saber que el chico era Argentino y que no iba a tener que hablar en inglés fluido por hoy, a no ser que el idioma en alguno de los dos amigos con los que iba a venir estuviera presente, pero por lo que tenía entendido él otro era un amigo de su infancia, por ende, debe ser otro cordobés.

Arreglo mi pelo por última vez y cuando escucho mi nombre salir de un grito de mamá, bajo.

Llego a la mitad de la escalera y desde mi lugar puedo escuchar la risa sofisticada que las amistades de mis papás solían tener, me basta con ojear el lugar para ver a la cantidad de gente que se encuentra en mi hogar, debería estar acostumbrada a este tipo de personas deambulando por aca, pero aunque intentaba, no podía sentirme parte.

Bajo los últimos escalones y volteo los ojos al ver la cara de mi mamá, seguramente molesta por mi tardanza. Me acerco, saludo a sus amigas recibiendo los típicos comentarios de señoras metidas como "Que flaca que estas", "¿Ya con novio, querida? y demás.

Pero había lidiado con eso toda mi vida y gracias a Dios, eso si podía manejarlo.

—Bueno, mi agus está comenzando un noviazgo con un chico muy buen mozo. — dice de pronto mi mamá —Debe estar por venir, ¿no hija?— pregunta apretando mi brazo.

Le doy un mordisco al canapé y me apresuro en tragar para poder contestarle —Si, creo que si.

Unas de sus amigas suelta una risa irónica —¿Con diecisiete? ¿Quién es el muchacho? ¿Compañerito de la secundaria?— la mencionada mira a mi mamá —¿Tan chiquita y con novio? como debe estar Mario.— ríe mencionando a mi papá.

Mi mamá me abraza por los hombros —No, su novio está por recibirse de periodista deportivo, se conocieron en la facultad.. y en cuanto a Mario, él está muy feliz, de todas formas mientras la haga feliz a nuestra hija, nosotros también lo estaremos.

La miro y veo como arquea sus labios soltando una sonrisa restandole importancia a los dichos de su amiga.

Le devuelvo la sonrisa y miro hacia atrás cuando escucho la puerta abrirse, quiero volver a concentrarme en la charla en la que se hablaba de mi y de mis decisiones. Pero esos ojos que parecían mirarme captan toda mi atención, lo escaneo brevemente, está completamente vestido de negro pero sus claritos resaltan, no logro decifrar si es su forma de vestir o la linda sonrisa que deja ver, pero no puedo quitarle la vista de encima así nomas sin sentirlo una falta de respeto.

—Llegó este chico— dice mi mamá de pronto —veni, vamos a decirle a papá.

Nos damos la vuelta y puedo ver a papá en la barra hablando al parecer, -por los movimientos de sus manos-, de fútbol. En cuanto ubica a mi mamá quien lo llama con su mano, se acerca acomodando su saco.

QUE IRONÍA | LICHA MARTINEZ, CUTI ROMERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora