Miedo a perderte

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Era la quinta vez en la que se trataba de acomodar en su cama buscando una posición donde el dolor disminuyera, el despertar con con una leve molestia en el abdomen solo era el aviso de lo que le seguiría en el resto del día. Y no se equivocó, el malestar fue tanto que incluso faltó a trabajar.

En un principio se dió una ducha, tomó un analgésico y trató de volver a dormir. Lo consiguió durante un par de horas, pero tras despertar las punzadas volvieron a instalarse. Suspiraba, maldecía, se giraba en la cama y volvía a maldecir. Estaba a punto de volver a girarse cuando su celular vibró repetidamente sobre su mesita de luz.

Fina 10:29 - Cómo estás? Tu secretaria
me dijo que no te encontrabas
bien y que hoy no vendrías

10:29 - Te encuentras bien?
Pasó algo?

Marta 10:30 - Nada grave, no te preocupes,
solo son cólicos.

10:30 - Por cierto tú no deberías estar
libre ahora?

Fina 10:35 - Faltaste por unos cólicos?
Justo tú que eres capaz de
venir a trabajar caminando
incluso con las piernas
rotas 🤨

10:35 - Y estoy trabajando porque
Claudia me pidió cambiar
de turnos

Marata 10:37 - Son unos cólicos muy fuertes 😅

Fina 10:38 - Tomaste algún
medicamento?

Marta 10:38 - Lo intenté, pero volvieron,
estoy esperando un poco para
tomar otro

Fina 10:39 - Está bien, intenta descansar

10:40 - Tengo que ir a atender,
llegaron unas clientas,
pero no dudes en escribirme
si pasa algo

Marta 10:40 - Está bien, gracias por
preocuparte <3

Fina 10:41 - Siempre <3

Bloqueo su celular con una sonrisa y lo llevó a su pecho, durante unos minutos su dolor parecía haberse desvanecido. ¿Tanto poder tenía la morena sobre ella? Al parecer sí.

«¿Qué me estás haciendo, Fina?» pensó. Su corazón aún acelerado era la prueba latente de los sentimientos que la más joven era capaz de despertar en ella. Incluso si se trataba de unos insignificantes mensajes, que para ella, aunque le costara aceptarlo, lo eran todo.

Suspiró, volviendo a encender su móvil, esta vez para actualizar a Begoña sobre su estado, a lo que su amiga -y cuñada- quedó de ir a visitarla en la tarde.

Tras unos minutos revisando sus redes sociales y buscando la mejor posición en la que acostarse, se dejó arrastrar por el cansancio volviendo a caer en un sueño profundo.

Unas horas después, el sonido de alguien golpeando a su puerta la despertó casi que de manera abrupta. No sabía cuánto tiempo llevaba dormida, y por la ventana solo veía el cielo tintado de gris por completo, aún así, supuso que era pasado el mediodía. Se levantó como estaba, sin preocuparse por cambiarse su camisón, pues seguramente sería Begoña.

Caminó a paso decidido, mientras terminaba de desperezarse. Soltó un bostezo y se acomodó un poco el cabello. Los que siempre eran unos bucles perfectos, en ese momento se encontraban completamente revueltos, producto de su reciente siesta.

No se lo esperaba, en lo absoluto, y lo hizo notar en su tono de voz, y en cómo fruncía su ceño.

—¿Fina?

—Ehh…— la más joven utilizó todas sus fuerzas para no pensar en lo bonita que se le hacía Marta así, recién despierta, con el pelo desordenado, en pijama y descalza.

Marta reparó en su aspecto, y en qué el camisón en realidad dejaba poco a la imaginación, por lo que llevó sus manos a sus muslos cogiendo el borde de la tela, tratando de que la cubriera lo más posible, a medida que el color llegaba a sus mejillas.

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⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

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