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Emma se sentó en el borde de su cama, la habitación sumida en una penumbra que reflejaba su estado de ánimo. Las paredes, decoradas con posters de bandas y frases motivacionales que solían inspirarle, ahora parecían un recordatorio de su dolor.

Con la cabeza entre las manos, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, empapando la camiseta que había elegido con esmero esa mañana. Se había puesto su ropa más "masculina", hacía todo lo posible por encajar en el molde que había creado para sí misma; "Edgar."

Desde que tomó la decisión de asumir una nueva identidad, el mundo parecía más complicado que nunca. Cada intento de ser visto como un chico era recibido con risas burlonas o miradas de desprecio.

"Nunca serás un chico, Emma",

resonaba la voz de Fang en su mente, cortando el aire como un cuchillo.

Fang, el chico que le había robado el aliento desde el primer día de clases, el mismo que tenía un encanto natural y una sonrisa que podía iluminar incluso sus días más oscuros. Pero Fang solo tenía ojos para otros chicos y no para una chica, y Edgar sabía que para ser uno de ellos, necesitaba más que un cambio de vestuario.

La falta de apoyo en casa se sentía como un peso enorme sobre su pecho. Sus padres no entendían su lucha; sus palabras eran siempre un eco de decepción. “Emma, eres nuestra hija, y siempre lo serás”.

Su hermana Colette, quien siempre había sido su confidente, ahora se mostraba distante, como si la decisión de Emma de convertirse en Edgar fuera un acto de traición. La soledad la envolvía, y cada lágrima que caía era un grito mudo pidiendo aceptación.

A medida que la oscuridad se apoderaba de su habitació,"Edgar" se preguntaba si alguna vez podría ser completamente él mismo. A veces, se miraba al espejo y deseaba que la imagen que reflejaba pudiera cambiar. Soñaba con un futuro donde pudiera ser amado por quien realmente era, donde Fang pudiera mirarlo no con desprecio, sino con "amor"

La tristeza lo envolvía, y en un momento de agotamiento emocional, se dejó llevar por el sueño, la bufanda cubriéndolo como un escudo contra el mundo exterior.

Sin embargo, la calma de la noche se rompió de repente. Un estruendo en la puerta lo despertó bruscamente. Entre sueños y confusión, abrió los ojos y se encontró con una visión aterradora. tres hombres encapuchados irrumpieron en su habitación. La oscuridad parecía cobrar vida, y el temor se apoderó de él.

Intentó levantarse, protegerse con la bufanda, pero la adrenalina no era suficiente. Los hombres se acercaron rápidamente, atrapándolo con una fuerza inhumana.

Edgar:¡Suéltame!.
gritó, pero su voz fue ahogada por el caos. Antes de que pudiera hacer algo, un golpe seco resonó en su cabeza y todo se desvaneció.

[𖹭]

La oscuridad se disipaba lentamente cuando Edgar empezó a recuperar la conciencia. Un frío helado le recorrió el cuerpo, y al intentar moverse, sintió la presión de algo que le cubría la cara. Su respiración se volvía más rápida, un pánico instintivo invadiendo su mente mientras luchaba por recordar lo que había sucedido. De repente, una mano firme pero cuidadosa le quitó lo que cubría su rostro, y parpadeó, deslumbrado por una luz brillante.

Frente a él, una figura se perfilaba en la claridad. Era una mujer de cabello blanco.

Belle:Si no gritas, te quitaré la cinta de la boca.
Le dijo, su voz era firme pero no amenazante. Edgar, aún lleno de miedo, asintió rápidamente, deseando que la situación no se volviera más caótica.

Con un movimiento ágil, la mujer despegó la cinta adhesiva que cubría su boca. Edgar sintió un alivio momentáneo, pero la confusión aún reinaba en su mente.

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