O1.

1 0 0
                                        


El primer día de clases había pasado de forma inesperadamente fluida, y Conan se encontró pensando en Keegan más de lo que le gustaría admitir. La forma en que se reía, la chispa en sus ojos al hablar de arte, todo eso lo había dejado intrigado. Mientras pedaleaba hacia casa esa tarde, sintió una mezcla de emoción y ansiedad al considerar lo que podría significar esa nueva amistad.

Durante la cena, Conan intentó concentrarse en la conversación con sus padres, pero su mente vagaba entre los bocetos que había hecho y las ideas que había compartido con Keegan. Sus padres, al notar su distracción, comenzaron a preguntarle sobre su día en la universidad.

—¿Y cómo te fue, hijo? —preguntó su madre, sirviéndole un poco más de puré de papas.

—Bien, creo. Tuve clase de arte y conocí a un chico llamado Keegan —respondió, encogiéndose de hombros, intentando sonar indiferente.

—¿Keegan? —su padre levantó una ceja, interesado—. ¿Es un buen amigo?

Conan sintió un leve rubor en sus mejillas, aunque no sabía por qué. No quería etiquetar a Keegan como un "amigo" tan pronto, pero tampoco podía negar la conexión que sentía.

—No lo sé. Solo estamos en la misma clase —replicó, masticando un trozo de carne más de lo habitual.

Sus padres intercambiaron miradas significativas, como si supieran algo que él no. Sin embargo, en ese momento, Conan decidió que no quería hablar más del tema. Después de la cena, se retiró a su habitación, donde se sentó frente a su escritorio. Sacó su cuaderno de bocetos y comenzó a dibujar, dejando que las líneas fluyeran en el papel, intentando capturar la esencia de lo que había sentido durante el día.

La tarde siguiente, al llegar a la universidad, Conan se sintió un poco más animado. La idea de ver a Keegan nuevamente lo llenaba de curiosidad. Mientras caminaba hacia el aula, notó que otros estudiantes se agrupaban, riendo y charlando. Era un espectáculo que solía hacerlo sentir aislado, pero ahora, la posibilidad de una conexión lo hacía sentir menos solo.

Cuando entró al aula, Keegan ya estaba allí, sentado en su lugar habitual y hablando animadamente con un grupo de compañeros. Conan sintió un tirón en su estómago, pero respiró hondo y se acercó.

—¡Hola, Conan! —exclamó Keegan al verlo, iluminando el aula con su sonrisa—. ¡Estaba esperando que llegases! Hoy tenemos un proyecto en pareja. ¿Te gustaría que trabajásemos juntos?

Conan no pudo evitar sonreír. A pesar de su timidez, la calidez de Keegan le hacía sentir bienvenido.

—Claro, me encantaría —respondió, sintiéndose un poco más seguro.

Mientras la clase avanzaba, el profesor explicó que tendrían que crear un mural colectivo que reflejara la diversidad de experiencias de los estudiantes. Conan sintió una chispa de emoción. Era una oportunidad perfecta para compartir su estilo y colaborar con Keegan.

—¿Tienes alguna idea? —preguntó Keegan, apoyando la barbilla en su mano mientras observaba a Conan dibujar.

Conan sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que este mural era más que solo una tarea: era una ventana a su mundo. Sin embargo, la presión de expresarse ante Keegan lo llenaba de dudas.

—Podríamos hacer algo que represente cómo nos sentimos sobre la universidad... o sobre el arte, tal vez —sugirió, intentando sonar más seguro de lo que realmente se sentía.

—Me gusta eso —dijo Keegan, iluminándose—. Podríamos usar colores vibrantes y crear una especie de paisaje que represente la libertad y la creatividad. ¿Qué opinas de incluir formas abstractas?

Conan asintió, sintiendo que la energía de Keegan lo envolvía. Comenzaron a trazar bocetos y a discutir ideas, llenando hojas de papel con garabatos y conceptos. A medida que trabajaban juntos, Conan se sintió más relajado, dejando que las ideas fluyeran sin pensar demasiado en lo que podía salir mal.

El tiempo pasó volando, y antes de darse cuenta, la clase llegó a su fin. Keegan se levantó y, con una mirada decidida, dijo:

—Vamos a la cafetería y celebramos nuestro primer día de colaboración. ¡Te invito!

Conan dudó un momento, pero la emoción de pasar tiempo con Keegan era irresistible. Aceptó la invitación y juntos se dirigieron a la cafetería, donde la multitud de estudiantes conversaban animadamente.

Mientras se sentaban, Conan notó cómo Keegan se movía con confianza, hablando con compañeros y bromeando como si fuera el centro de atención. A pesar de que él prefería estar en las sombras, sentía que algo dentro de él comenzaba a despertar, una curiosidad por conocer más a este chico que había irrumpido en su vida.

—¿Siempre eres tan sociable? —preguntó Conan, tomando un sorbo de su bebida.

—No siempre, pero me gusta conectar con la gente. Cada persona tiene una historia que contar, y eso es lo que hace que el mundo sea interesante, ¿no? —respondió Keegan, su mirada intensa enfocada en Conan.

Conan sintió que se sonrojaba de nuevo. La forma en que Keegan hablaba sobre la vida era contagiosa, y comenzó a abrirse un poco más.

—Supongo que nunca lo había pensado de esa manera. Me gusta más observar que participar —admitió Conan, sintiendo que se desnudaba un poco más ante la mirada curiosa de Keegan.

—¡Eso está bien! A veces, los observadores ven cosas que los demás no ven. Pero no está de más lanzarse a la piscina de vez en cuando —Keegan sonrió, y por un momento, Conan se sintió impulsado a hacerlo.

La tarde pasó entre charlas y risas, y Conan se dio cuenta de que, a pesar de sus miedos e inseguridades, estaba disfrutando de la compañía de Keegan. Había algo refrescante en su forma de ser, algo que desafiaba la monotonía de su vida habitual.

Antes de que se dieran cuenta, la cafetería comenzó a vaciarse. Ambos se levantaron para irse, y Keegan, en un gesto de camaradería, le dio una ligera palmada en la espalda.

—Oye, deberíamos trabajar en el mural este fin de semana. Tengo algunas ideas más que me gustaría explorar. ¿Te parece bien? —preguntó, con un brillo en los ojos.

Conan sintió que su corazón se aceleraba nuevamente. La idea de pasar más tiempo con Keegan le parecía emocionante y aterradora al mismo tiempo.

—Sí, me parece genial —respondió, sin poder evitar sonreír.

Mientras salían de la cafetería, Conan se dio cuenta de que estaba comenzando a ver la universidad de una manera diferente. Las paredes que antes lo rodeaban se sentían menos restrictivas, y la vida que había temido enfrentar comenzaba a tomar forma. Con Keegan a su lado, tal vez podría encontrar su lugar en este nuevo capítulo de su vida. La noche se cernía sobre ellos, pero en su interior, Conan sentía que una nueva luz comenzaba a brillar.

Trazos de Corazón.Where stories live. Discover now