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El niño bajó la cabeza, viendo que su súplica había tenido poco efecto. Berilo sintió una punzada de compasión. A pesar de su deber, la situación era confusa. El niño no parecía un ladrón ni un asesino; daba la imagen de un desafortunado explorador.

—Dime, ¿Cómo te llamas? —preguntó Berilo, intentando obtener datos y, con suerte, descubrir la razón de su presencia en el lugar del rey. Tal vez, así, Nergal no sea tan drástico

—M-me llamo León —respondió el niño, su voz temblando ligeramente—. No quería causar problemas. Solo... solo quería ver cómo era el castillo por dentro.

Berilo se cruzó de brazos, pensativo. Parece que el niño había inventado una escusa rápida, pero...

León

El mismo nombre de su adorado y único rey. Eso le hizo fruncir el ceño. ¿Estaba este niño bromeando? Si era cierto, sería una terrible falta de respeto, castigada con la muerte

—¿León? ¿Cómo el rey? —preguntó, con un tono más severo, intentando ocultar su ira— ¿Estás tratando de engañarme?

León, sin embargo, lo miró a los ojos con una seguridad inesperada.

—Sí, me llamo León. No estoy bromeando —replicó con firmeza, León no sabia porque este guardia se enfadaba tanto, que importaba que compartiera nombre con algún rey.

El guardia respiró hondo, sintiendo la confusión y la frustración mezclarse. Si realmente era una coincidencia, era muy extraña. El pueblo amaba al rey, y era posible que una madre hubiera querido darle a su hijo una bendición al nombrarlo así, pero viniendo de un intruso era poco probable.

Ja. Si el niño o lo que sea que estuviera debajo de la capa estaba usando el nombre del rey como parte de algún plan, no sentiría pena si Nergal lo destrozaba. Era posible que no fuera el único involucrado, tenia que haber alguien que lo ayudo a entrar.

Necesitaba saberlo para evitar futuras amenazas.

—Escucha, León —dijo Berilo, intentando sonar más amable—. Si realmente no vuelves a entrar, tal vez pueda hablar con mi superior y convencerlo de que te perdone. Pero para que eso ocurra, necesito que le digas todo lo que sabes. 

Eso era una mentira, los curiosos pagaban caro.

León, si ese era su nombre, lo miró a los ojos debajo de la capa que cubría casi, por no decir todo su cuerpo, y Berilio no sabia porque su expresión se suavizó. 

Esos ojos se sentían tan familiares.

—Lo prometo. No quiero problemas, de verdad —aseguró, con un tono de sinceridad que hizo que Berilo dudara aún más de su decisión.

Pero su lealtad estaba con su rey.

—Está bien —finalmente pudo decirlo luego de unos segundos— Te llevaré con mi superior, pero no te hagas muchas ilusiones, Nergal no es un hombre que muestre compasión.

León asintió.

—Entendido. Haré lo que diga —respondió, su voz era firme, parecía valiente aunque su cuerpo tembloroso era todo lo contrario.

Aún así, Berilo se sintió un poco más aliviado, talvez...

Era posible que sobreviviera. 

Con ese pensamiento, se giró hacia la salida del almacén, listo para llevar al niño ante Nergal, y se preguntó cómo reaccionaría ante el intruso.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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