Noviembre, 2008
Si había algo que nunca olvidaría, fue cuando se conocieron.
Marcos era un pendejito tímido, tenía apenas 18 años.
Enzo tenía 22, estaba próximo a cumplir 23 años. Si bien no era un referente ni nada de eso, era muy querido en el plantel por su buena onda y por cómo trataba a los que empezaban en Primera.
—Hola —le sonrió Enzo a Marcos, la primera vez que lo vio entrenar con el plantel de Primera.
—H-Hola —había susurrado Marcos sin mirarlo.
De repente ligó un pelotazo, e hizo una pequeña mueca mientras se tocaba la zona golpeada.
—¡Pará, pelotudo, ¿no ves que es su primer día?! —le gritó Enzo al que le había tirado—. ¿Estás bien? —le preguntó a Marcos con evidente preocupación.
—Sí —susurró Marcos.
—Es un pelotudo, no le des bola —le aconsejó Enzo—. Siempre hace eso con todos los nuevos.
Marcos emitió un sonidito de asentimiento, y le dio una diminuta sonrisa.
—¿Cómo te llamás? —le preguntó Enzo.
—Marcos —respondió Rojo—. ¿Vos?
—Enzo, aunque supongo que ya me conocés —respondió Enzo con una sonrisa, ya que lo había visto un par de veces de alcanzapelotas.
—Sí. —Marcos se sintió boludo, por la pregunta boluda que había hecho.
—Eu, tranquilo. —Enzo le regaló una hermosa sonrisa.
—Perdón, es que… —intentó excusarse Marcos, pero sus nervios lo volvieron a traicionar.
—Tranquilo, todos pasamos por lo mismo —le dijo Enzo—. Cualquier cosa, estoy acá para vos —prometió.
La primera promesa que le hacía. Una que en un momento rompería, pero ambos no lo sabían aún.
—S-Sí —susurró Marcos, y siguió a Enzo hacia donde estaban los demás.
El resto del entrenamiento se la pasó pegado a Enzo, quien se reía ante su tímida actitud.
Tímido, pero siempre decidido cuando tenía la pelota. Eso le gustó a Enzo, tal vez más de lo que le gustaría admitir.
Después del entrenamiento, Enzo se puso a hablar con algunos compañeros y perdió de vista a Marcos. Cuando decidió buscarlo, lo encontró pateando en la cancha cuando todos se habían ido.
—¿Qué hacés acá todavía? —le preguntó Enzo, acercándose.
—Quiero… mejorar —murmuró Marcos, sabiendo lo estupido que sonaba. Los cachetes se le pusieron rojos al igual que las orejas, y bajó la mirada hacia la pelota. Pero Enzo no se rió.
—¿Mejorar qué? —sonrió Enzo—. Todos la pifiamos el primer día —lo tranquilizó.
Marcos se mordió el labio. Sabía que Enzo tenía razón, pero eso no conseguía que se sintiera menos frustrado. Quería demostrarles que merecía estar ahí.
Quería que lo respetaran.
—¿Querés que te ayude? —Enzo no esperó respuesta a la primera pregunta.
Marcos dudó un poco, pero la oferta era muy tentadora.
—Dale —respondió, alejándose para pasarle la pelota.
Enzo se la devolvió y se quedaron practicando, él le corregía la postura, algún pase, le enseñaba una o dos cosas, pero no mucho más porque lo que necesitaba en serio ese pibe, era confianza.
—Creetela más —le dijo Pérez un rato después.
Marcos se sonrojó, apartó la mirada y se equivocó en un pase. A Enzo se le escapó una sonrisa mientras la cabeceaba.
Estuvieron horas así, hasta que notó cómo el cielo empezaba a teñirse de naranjas y rosados, por el atardecer.
—Vamos —le dijo Marcos al ver eso.
Ambos hicieron una carrera al vestuario, que ganó Marcos aunque luego, casi se chocó el marco de la puerta.
—Cuidado —sonrió Enzo, empujándolo adentro—. Marcos —lo llamó cuando se sentaron—, si mañana te quedás un rato más, avisame. Me quedo de nuevo.
—D-Dale —tartamudeó Marcos.
Terminaron de cambiarse, y se despidieron:
—Hasta mañana, nene —dijo Enzo y se fue.
Marcos se quedó helado.
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Y fue por ti que descubrí lo que es amar [marenzo]
RomancePara amarte Necesito una razón Y es difícil creer Que no exista una más que este amor Sobra tanto Dentro de este corazón Que a pesar de que dicen que los años son sabios Todavía se siente el dolor Porque todo el tiempo que pasé junto a ti Dejó tejid...