III. Quiero darte cada uno de mis instantes

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Julio, 2009

—¡Enzo, somos campeones de América! —Ese grito de Marcos, era algo que Enzo no olvidaría.

Lo siguiente que recuerda, es que lo abrazó. Y después todo era difuso.

Que se buscaban entre la gente.

Que levantaron juntos la copa.

Que estaban yendo abrazados al vestuario.

Que le cantaban a Gimnasia.

—Me la voy a tatuar, te juro que me la voy a tatuar —le había dicho Marcos. Enzo sólo sonreía ante lo que decía el menor.

—Sí —le decía a absolutamente todo lo que decía Rojo. Literalmente Marcos podría haberle pedido matrimonio en ese momento, y Enzo hubiera dicho que sí.

¿Por qué estaba pensando en eso cuando acababan de ganar la Libertadores?

Ignoró esos pensamientos y abrazó con fuerza a Marcos, con la misma fuerza con la que había abrazado la Copa.

Ya estaban en el vestuario, y Marcos le pidió que lo acompañe al baño. Enzo lo acompañó un poco nervioso.

—¿Qué pasa, nene? —le preguntó Enzo.

—Te dije que íbamos a ganar —sonrió Marcos, ya algo entonado—, y vos no me creías.

—No quería hacerme ilusiones —susurró Enzo, y lo volvió a abrazar.

—Yo cumplí mi promesa —dijo Marcos, buscando su mano. Enzo dejó que la agarrara mientras sentía un escalofrío—. Falta la tuya.

—N-No prometí nada —tartamudeó Enzo.

Marcos levantó cuatro dedos.

—Cuatro besos me prometiste anoche —le dijo, y Enzo se sonrojó al recordar.

—Uno —corrigió—. Te dije "un beso".

—Yo te dije cuatro y vos me dijiste que sí —lo peleó Marcos—. Y las promesas no se rompen, Enzito.

Enzo suspiró y se acercó a su mejilla para besarla, pero Marcos corrió la cara mientras se separaba.

—¿Qué? —dijo Enzo.

—Nunca te dije que era en el cachete —sonrió Marcos.

Enzo se sonrojó bastante, y tartamudeó algo inentendible hasta que se dio cuenta de que no le parecía mala la idea de chaparse a Marcos.

Marcos se acercó a él hasta que Enzo terminó contra la pared. El mayor suspiró y miró a los ojos a Marcos, quien acariciaba su mejilla y lo miraba de vuelta.

—Que sea con la copa levantada y La Plata gritando por nosotros —murmuró Marcos antes de unir sus labios.

El primer contacto fue suave y casi tímido, con sus labios apenas rozándose antes de retirarse un poco. Enzo cerró los ojos y se inclinó hacia adelante, buscando los labios de Marcos con un poco más de determinación.

Este beso fue más decidido y más guiado por el menor. Marcos profundizó el beso, mordiendo con mucha suavidad el labio inferior del hincha de River, sacándole un jadeo. Las lenguas de ambos se encontraron, la de Marcos acariciando la de Enzo e intentando explorar todo. Y Enzo respondió como pudo, mientras sus manos subían a la nuca de Marcos en un intento de acercarlo más.

Las manos de Marcos recorrían el cuerpo de Enzo con timidez, atrayéndolo hacia él, mientras sus labios se movían como si se conocieran, como si se besaran siempre. Sentían el calor del otro, el sabor del alcohol (y de lo que sea que haya consumido Rojo) y la euforia de la victoria mezclándose en sus bocas.

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