Capítulo 3: Enfrentando el camino.

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 La neblina gris que envolvía los límites de las Tierras Cambiantes era como un muro invisible, silencioso e imponente. Mientras avanzaban, la presión en el aire se hacía más densa, como si el propio aire estuviera siendo distorsionado. Apenas habían dejado atrás el último ataque de los goblins, el sonido de sus pasos apurados era lo único que rompía el silencio pesado.

—Malditos goblins... —murmuró Aldrin, frotándose el brazo donde un corte menor comenzaba a escocer— Esto no estaba en los planes.

—Nada de esto lo estaba —replicó Lyra, con su usual tono ligero, aunque su respiración rápida la delataba— Pero al menos no morimos, ¿no?

Seraphine mantenía la mirada en el frente, su postura rígida y su espada aún en la mano. Cada músculo de su cuerpo seguía en alerta. Aunque las risas de Lyra a menudo aligeraban la atmósfera, no podía ignorar el peso creciente en el ambiente. Las Tierras Cambiantes ya se estaban haciendo sentir.

—Debemos estar preparados por si vienen. —dijo ella, con voz firme— Esto no ha terminado.

—Eso es lo que me preocupa —murmuró Aldrin, más para sí mismo que para el grupo. Sentía el Éter revolverse dentro de él, como si respondiera a algo invisible y antiguo que vibraba en estas tierras. Algo más allá de su comprensión, pero que le llamaba con fuerza.

Caminaban por un sendero desdibujado, los árboles torcidos a ambos lados parecían moverse ligeramente, como si estuvieran vivos o respirando. La niebla cubría el suelo, haciendo difícil distinguir si el terreno bajo sus pies era firme o una ilusión. El viento soplaba suave, pero con una calidad inquietante, como si les susurrara secretos oscuros que ninguno de ellos deseaba escuchar.

—¿Sabéis? Esto no está tan mal —bromeó Lyra, rompiendo el silencio incómodo— Quizá haya una taberna escondida por aquí con una buena cerveza de montaña.

—O con bandidos esperándonos —replicó Aldrin, sin mucho ánimo.

Seraphine no respondió, su mente seguía alerta, captando cada movimiento a su alrededor. No le gustaba este lugar. Aunque Falconia había enfrentado los efectos del Éter, las Tierras Cambiantes eran diferentes. Eran un caos puro, un lugar donde las reglas del mundo que conocía no aplicaban. Y si lo que Cobalt les había advertido era cierto, apenas habían comenzado a entender el peligro en el que se habían metido.

De repente, un chasquido a su derecha hizo que se detuvieran en seco. La espada de Seraphine estaba fuera en un segundo, mientras Aldrin murmuraba un hechizo bajo su aliento, preparando su magia. Lyra, más ligera y rápida, ya estaba un paso detrás, lista para cualquier movimiento.

—¿Otra emboscada? —preguntó Aldrin en voz baja.

Pero antes de que alguien pudiera responder, un grupo de figuras salió de entre la neblina, y esta vez no eran goblins. Los rostros eran familiares, incluso en la penumbra distorsionada. Eran los bandidos de la taberna. Los mismos que habían intentado provocarlos , pero ahora estaban armados hasta los dientes, con una mirada decidida en sus ojos.

—¿Nos extrañasteis? —dijo el líder de los bandidos, un hombre corpulento con una cicatriz en la mejilla y una sonrisa torcida— Os dije que nos volveríamos a ver.

Lyra soltó una risa nerviosa, pero nadie más se movió. Seraphine dio un paso adelante, su espada brillando con la luz que se colaba entre los arboles.

—¿Qué queréis? —demandó Seraphine, su voz firme y autoritaria.

—Queremos terminar lo que empezamos —respondió el hombre, sacando una daga con un gesto amenazante— Y esta vez, no habrá escapatoria. Los goblins han sido muy útiles a la hora de guiaros hacia nosotros.

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⏰ Última actualización: 21 hours ago ⏰

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