UNO

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En las películas cliché, las familias perfectas suelen estar formadas por tres o cuatro miembros: el hijo mayor, siempre ejemplar y responsable, y el menor, que a menudo es el engreído, el consentido que consigue todo lo que quiere sin esfuerzo

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En las películas cliché, las familias perfectas suelen estar formadas por tres o cuatro miembros: el hijo mayor, siempre ejemplar y responsable, y el menor, que a menudo es el engreído, el consentido que consigue todo lo que quiere sin esfuerzo. Esta imagen es común, pero mi historia no encajaba en ese molde, mi realidad era muy distinta.

Los Kim eran una de las familias más influyentes, con poder y prestigios de Corea del Sur. Sin embargo, tras el nacimiento de Kim Seokjin, los médicos les dieron una noticia devastadora: la señora Kim era estéril y no podrían concebir más hijos. Habían luchado durante años, sometiéndose a tratamientos médicos y procedimientos costosos con la esperanza de tener la hija que tanto anhelaban, pero todo fue en vano. Tres años de intentos fallidos les habían dejado con el corazón roto y sin más opciones. Fue en ese momento de desesperación cuando decidieron ir al orfanato, allí fue cuando me vieron por primera vez.

Desde muy pequeño mis rasgos faciales siempre habían sido considerados más suaves y delicados en comparación con los de otros niños. Mi apariencia, que muchos solían asociar con la de una niña, fue precisamente lo que atrajo a los Kim. Sin dudarlo tomaron la decisión de adoptarme, creyendo que encajaría perfectamente en su familia. Así fue como pasé de ser un huérfano a un miembro más de los Kim.

Pero como ocurre con muchas historias que comienzan con promesas de felicidad, no todo siguió la misma línea perfecta en la que había comenzado mi vida con mis padres adoptivos.

Dos años después de mi adopción un hecho inesperado alteró el equilibrio de la familia. Nació Kim Jisoo. Su llegada fue considerada un verdadero milagro, un regalo que llegó cuando menos lo esperaban y rápidamente se convirtió en el centro de atención de todos. Como era de esperarse su llegada cambió la dinámica en el hogar. Era la niña perfecta: dulce, encantadora y sobre todo la nueva consentida de los Kim. La señora Kim, que había sufrido tanto con su esterilidad, ahora veía a Jisoo como la respuesta a su dolor y no pasaba un solo día sin que la tratara como si fuera lo más precioso del mundo.

Mientras tanto Seokjin seguía destacando como el hijo modelo. Siempre obteniendo calificaciones perfectas, recibiendo diplomas de honor, premios y reconocimientos. Su vida parecía seguir el camino de la excelencia sin esfuerzo y su imagen se consolidaba como el hijo ideal, había nacido con el talento. Yo, por otro lado, me esforzaba por alcanzar ese mismo nivel, tratando de destacar en cada área, buscando la misma atención que él recibía. Pero por más que lo intentara jamás lograba captar la misma mirada orgullosa de mis padres adoptivos. Incluso cuando conseguía buenos resultados, no eran suficientes. Nunca era el primero en sus ojos.

Los periódicos que solían destacar a los Kim como una familia ejemplar no hacían más que reforzar esa imagen que los padres querían proyectar al mundo. "La familia Kim dentro de los cincuenta ricos del país, los hijos perfectos seguirán el legado" decían los titulares, mientras yo, en el silencio de mi habitación, observaba esa foto familiar, sintiendo cómo me desvanecía entre los rostros de mis hermanos perfectos.

Anti-Romantic | JJK + PJMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora