Su voz era un canto de sirena,
atrayéndome al abismo.Se acercó a la ventana de su habitación para observar un poco el que sería su nuevo vecindario a partir de ahora. Después de ser expulsado de la última preparatoria que había aceptado tenerlo a pesar de su mal comportamiento, Jungkook junto a su madre se habían mudado de Busan.
Más que nada porque ya todos en su ciudad conocían lo mal que estaba su hijo de la cabeza. Llevarlo a terapia no sirvió de nada, parecía ser que aquello solo despertó aun mas el desequilibrio mental de su hijo.
Matar animales no le fue suficiente. Con el paso de los años Jungkook fue convirtiéndose cada vez más en un monstruo irreconocible para Hana, su madre. Después de haber matado sin piedad al gato de su vecina cuando tenía solo diez años, Jungkook continuó en busca de nuevas víctimas.
El siguiente fue el hámster de un primo suyo, al cual sin que nadie se diera cuenta mató metiéndolo dentro de un microondas. A los doce años experimentó su primera vez con un arma de fuego, la cual le había robado al que en ese entonces era novio de su madre y trabajaba en la policía. Esa vez el sacrificado fue un perro de otro vecino, al cual hirió en una pierna, la cual acabaron amputando.
El animal sobrevivió, sin embargo eso enfureció tanto a Jungkook que rompió todo lo que había en su habitación solo por no haber logrado su cometido, que fue claramente acabar con la vida del animal. Su madre se quedó sin su pareja, el hombre se había enfurecido por los problemas que aquel hecho le había traído en su trabajo.
Pero no fue el único perjudicado, pues a causa de los malvados crimenes de aquel niño, los vecinos se unieron y acabaron echando a los Jeon de aquel vecindario. Nadie quería a un niño satánico cerca de sus tranquilas vidas. Ellos sabían que si era capaz de atacar a un animal, también podría hacerlo con los humanos.
A los catorce, Hana comenzó a llevarlo a terapias, en las cuales Jungkook se encargaba de espantar a sus psicólogos. Solo hubo uno que pudo soportar lo que causaba la presencia de aquel chico. A los quince, matar animales ya no saciaba sus pensamientos sangrientos, fue entonces cuando decidió pasar al siguiente nivel.
Una noche salió de su casa sin un rumbo fijo. Deambuló por las calles observando a la gente desde puntos oscuros, procurando no ser visto, pero si logrando hacerse sentir, logrando infundir miedo en quienes se daban cuenta de que había alguien por ahí viéndolos.
Caminó un poco más hasta que llegó al lugar menos pensado: el consultorio de su psicólogo. Entró sin más, la secretaria ya estaba a punto de irse, cuando lo vio le hizo saber que ya estaban cerrando, Jungkook fingió entender, se dio la vuelta y salió, solo que aquella mujer no sabía que él no se había ido del todo.
Esperó a verla salir, volvió a entrar. Todo estaba en silencio, el doctor Lee se encontraba en su oficina tranquilo, tomándose un café y acabando de poner en regla unos papeles. Escuchó la puerta abrirse, pensó que era su secretaria, pero al hablarle y no recibir respuesta levantó la cabeza, encontrándose con la persona que menos esperaba.
—¿Qué haces aquí?
El chico se encogió de hombros.
—Pasaba por aquí y...quise entrar a verlo.
—Ya es tarde. Deberías estar en casa.
Jungkook se rió, fue de esas risas suyas sádicas, perturbadoras que a todos ponía los pelos de punta. El doctor Lee por primera vez dejó ver el pavor que le daba ese paciente, sabía a lo que él había ido. Intentó huir y a pesar de ser mucho más grande y musculoso, a Jeon no le fue imposible romperle la cara.
Lo golpeó hasta ensangretar todo su rostro. Aquella sensación que le causaba ver a su psicólogo tirado en el piso, agonizando de dolor le era indescriptible. Quería más, quería probar qué se sentía quitarle la vida a un humano.
Agarró la mano izquierda de su psicólogo, sin piedad torció todos sus dedos hasta fracturar uno por uno. El hombre gritó, tanto que logró fastidiar a Jungkook. Le gustaba oír cuánto le dolía su tortura, pero ya lo había cansado, así que tomó unas tijeras afiladas que había sobre el escritorio y sin más cortó su lengua.
La sangre salía como una cascada por la boca del señor Lee que no aguantó mucho y el impacto de todo lo que estaba sucediendo acabó causandole un infarto. Nadie supo quién había cometido tan siniestro acto, Jungkook no dejó rastro alguno. Esa noche marcó un antes y un después en su vida.
Lo suyo no era sano y no había forma ya de ponerle un freno.
El pelinegro suspiró al no ver nada interesante, iba a alejarse para ir a tomar una ducha, aunque en ese instante algo captó su atención. Una chica, delgada, de estatura más baja que la suya. Poseía una larga cabellera rojiza que le llegaba como mucho a la mitad de la espalda.
Se encontraba en el jardín de la casa de enfrente discutiendo con un chico más alto que ella. Él la sujetaba fuertemente por los brazos, ella le pedía furiosa que la soltara.
—Jungkook.
Su madre invadió su privacidad sin antes anunciarse. Volteó a verla, mostrándole sin articular una sola palabra lo mucho que le desagradaba su presencia.
—¿Qué hacías?
No le respondió. Hana apretó lo puños al ver la indiferencia con la que su hijo la trataba, así que decidió tomar valentía y se puso a su lado frente a la ventana para ver lo que él veía. La chica pelirroja ya no discutía con nadie, el chico de antes se había ido y ella se quedó abrazándose así misma allí afuera bajo la radiante luz de la luna.
—Es bonita —mencionó la mujer. Observó discretamente a su hijo, nunca antes lo había visto tan interesando en una chica.
Sabía que tenía sus rollos por ahí con algunas, sin embargo, ella quería ver si alguna vez él podría ser capaz de amar. Tal vez el amor podria arreglar todo lo que estaba mal en su vida.
—Es solo una chica más.
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Psicópata // JJK +21
FanfictionUn demonio en busca de paz necesita a un angel sediento de caos. © Eternitely