Capítulo 1

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JENO.

–Y entonces, ¿qué vas a hacer?

Eric me devuelve la invitación, la doblo y la deslizo en el bolsillo trasero de mis pantalones.

—No lo sé.

—Puedes no participar, como lo has hecho las últimas... ¿tres, cuatro veces?

—Podría.

—Pero...

Eric se mete un tenedor de fettuccine en la boca, masticando lentamente, en espera de mi respuesta.

—Él estará allí.

—¿Quién?

Le dirijo una mirada elocuente.

—Ah... entiendo.

—Ha regresado desde hace algunas semanas.

Trato de ser vago, como si la información hubiera llegado accidentalmente a mis oídos, no como si fuera una persona desesperada que sigue controlando todos los movimientos de su ex en un intento de encontrar aún rastros de su paso, o incluso sólo de su ausencia.

—Y tú no tienes ninguna intención de verlo, pero no quieres que sepa que no quieres verlo.

Solo mi amigo Eric podría haber adivinado mi retorcido razonamiento, y por eso le he pedido que viniese a cenar al restaurante, después del trabajo, y es por eso que hemos sido amigos tantos años. Tomo un sorbo de mi cerveza.

—Algo así.

—¿Cuánto hace que no se ven?

—Desde la última cena de Navidad.

Bastante tiempo. Nunca el suficiente. Y en esa ocasión, sólo fui para hacer feliz a mi abuela, a quien le encanta verme en casa durante las fiestas como en los viejos tiempos, como si todavía fuera un niño que corre a desenvolver los regalos la mañana de Navidad, y espera haber recibido por una vez lo que desea.

—¿Y no crees que es hora de afrontar la situación con decisión?

—¿No es eso lo que estoy haciendo?

Eric se limpia la boca con una servilleta y bebe un sorbo de vino, luego me mira a los ojos y me habla, sincero y directo.

—No.

No hacen falta muchas palabras para ser sinceros y directos, a veces es suficiente una mirada y el tono para dar en el blanco.

—Digamos que, desde la cena de Navidad del año pasado, has evitado cuidadosamente cada evento, reunión, comida o celebración en la que sabías que él participaría. Así que yo diría... Todos.

—Eso podría ser exacto.

—Y digamos que también evitas ir a casa de tus padres por la misma razón.

—Eso no es correcto, no voy allí por un millón de otras buenas razones.

—Yo diría que no estamos afrontando la situación, más bien, nos estamos escondiendo.

—No me estoy escondiendo, sólo evito cruzarme en su camino.

—¿Y durante cuánto tiempo piensas hacerlo?

Durante todo el tiempo que haga falta. Incluso toda la vida si fuera necesario.

—Yo digo que tienes que ir, que ha llegado el momento de demostrarle que ya no tiene ningún efecto sobre ti.

Desearía que fuera verdad.

—Y también digo que no deberías hacerlo solo.

—¿Hmm?

21 DÍAS...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora