Capítulo 2: Promesas Rotas

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El restaurante al que me llevó Max era extremadamente elegante. La decoración era un poco minimalista, con un toque urbano, vestido de tonos neutros, y se respiraba un ambiente elegante y relajado. Al final del pasillo, una melodía de piano fluía de las manos de una joven. El lugar se sentía tranquilo y fresco.

Max lucía muy sonriente y guapísimo con su traje, elegante y sutil. Su postura llamaba la atención de las personas a su alrededor, pero nunca me había importado; más bien, verlo tan feliz y confiado me hacía querer llevármelo a casa de inmediato para deshacerlo todo.

—¿Qué te parece el lugar? —preguntó Max.

—Es hermoso, me encanta. Muy elegante —respondí, sonriendo.

—Te mereces esto y más —contestó con una sonrisa y me dio un beso en la mejilla mientras apartaba una silla para que me sentara.

Durante la cena, hablamos de su viaje y de sus aventuras en Singapur. Me mostró fotos y me contó sobre las notas que hizo (aunque yo siempre las leía), y se le veía muy contento y tranquilo, aunque también un poco nervioso.

—Tengo algo más que decirte... me ofrecieron el puesto de editor del área de investigación y he aceptado —me confesó.

Mi corazón se detuvo. ¿Significaba eso que, al fin, estaría conmigo todos los días?

—¡Felicidades! —exclamé emocionada—. Pero, ¿estás seguro? Supongo que no podrás viajar tanto si eres editor. Quiero decir, es un cambio y un ascenso importante, pero, ¿estás seguro de que no deseas seguir siendo reportero?

—Estoy seguro —sonaba sincero y feliz—. He llegado a un punto en mi vida en el que ya no deseo estar en todos lados. Me he dado cuenta de que mi lugar está aquí, contigo, y sé que lo pasas mal cuando no estoy. Analu me ha contado...

—¿Ella te ha contado? ¿Por qué? —me incomodé un poco. Sé que él y Analu son amigos, se conocen desde antes de que fuéramos pareja, pero me molestó un poco que ella le haya contado lo triste que me sentía cuando él no estaba. Yo trataba de no hacerlo sentir mal con mi soledad, porque no quería influir en sus decisiones.

—No te molestes, solo me lo dijo porque realmente estaba preocupada por ti y por nosotros. No tomé esta decisión por eso, aunque haya influido un poco. Ya sentía que había llegado el momento de quedarme en mi lugar feliz, y ese lugar es a tu lado —soltó, sonando muy sincero.

Max siempre había sido un chico romántico que no tenía problema en expresar sus sentimientos, pero ese día estaba especialmente sensible, y eso me hacía sentir muy especial.

—Estoy muy contenta de escuchar esto —dije casi al borde de las lágrimas, inclinándome para abrazarlo.

—No llores, por favor, porque lo que voy a decir ahora sí merece unas cuantas lágrimas —bromeó. Luego, metió una mano en el bolsillo de su saco y el momento finalmente llegó.

Sacó una pequeña caja de joyería que tenía en su bolsillo y se puso de rodillas. Mis lágrimas no tardaron en aparecer.

—¿Te gustaría pasar el resto de nuestras vidas juntos?

—¡Claro que sí! —contesté entre lágrimas, euforia y mucho amor.

Llamé a Analu tres veces, pero no contestó. Estaba demasiado ansiosa por contarle, porque ser dama de honor la una de la otra era algo que habíamos soñado en algún momento de nuestra infancia, y me emocionaba que se estuviera haciendo realidad.

Eran tantas mis ganas de compartirlo con ella que prácticamente obligué a Max a llevarme a su casa.

—¿Segura que deseas llegar sin avisar? —me preguntó Max, cuando estábamos a punto de estacionarnos frente al conjunto de apartamentos donde vivía mi mejor amiga.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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