Capítulo 3: Niebla en luz

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Los primeros años de independencia para Alex y Sofía estuvieron llenos de momentos felices, pequeños rituales cotidianos que hacían de su hogar un refugio lleno de vida. Vivían en una casa acogedora, rodeada de naturaleza, en una pequeña comunidad que los saludaba con sonrisas cuando salían a caminar. Pronto, tomaron la decisión de adoptar un cachorro, un husky pequeño de ojos intensos y brillantes como el cielo invernal, al que llamaron Niebla.

Niebla se convirtió en su compañero inseparable. Les encantaba salir juntos a caminar por los senderos, y ver al husky correr libre por el bosque cercano era un espectáculo. En casa, Niebla se acurrucaba a sus pies mientras Alex trabajaba en sus proyectos de arte, y a menudo, Sofía lo abrazaba como si fuera un miembro más de la familia.

Las noches de fogata se volvieron un ritual especial. En esas noches frescas, colocaban algunas ramas secas en el pequeño espacio para fogatas en el patio, y mientras el fuego danzaba y crepitaba bajo el cielo estrellado, Alex tomaba su guitarra. Juntos tocaban canciones, algunas veces cantando, otras simplemente dejándose llevar por las melodías, creando un espacio donde cada nota parecía resonar con la magia de aquellos momentos compartidos.

Un Nuevo Comienzo

La vida continuó, y pronto recibieron la noticia que cambiaría sus vidas para siempre: Sofía estaba embarazada. La noticia fue un torbellino de emociones, y durante semanas, Sofía y Alex vivieron en una nube de felicidad, haciendo planes, imaginando el cuarto del bebé y hasta fantaseando sobre quién de los dos cambiaría más pañales. A veces Alex se ponía a pintar pequeños murales en la habitación que habían escogido para el bebé: figuras de estrellas, animales y hasta un bosque, como el que se extendía detrás de su casa.

Con cada semana que pasaba, la emoción crecía. Sofía se dedicaba a leer todos los libros posibles sobre maternidad, mientras Alex preparaba la casa, asegurándose de que cada rincón estuviera listo para recibir a su bebé. Niebla, como siempre, no se separaba de ellos y parecía comprender el cambio que se avecinaba. Se acercaba constantemente al vientre de Sofía, acurrucándose a su lado y observándola con sus ojos celestes, como si supiera el pequeño milagro que estaba creciendo dentro de ella.

El Día Más Largo

Una tarde tranquila, Alex decidió retocar las paredes de la casa con una nueva capa de pintura. Quería que todo estuviera perfecto, quería que aquel espacio reflejara la calidez y alegría que tanto se esmeraba en construir para su familia. Sofía, que tenía ya varios meses de embarazo, descansaba en el sofá, acariciando su vientre mientras observaba a Alex con una sonrisa tranquila.

Fue entonces cuando Sofía se llevó una mano al vientre y sintió un dolor inesperado. Su sonrisa se desvaneció, y Alex, al notar el cambio en su expresión, dejó de pintar y se acercó rápidamente. "¿Estás bien?" preguntó, intentando ocultar la preocupación en su voz.

Sofía respiró profundo y asintió, aunque en sus ojos había una sombra de incertidumbre. "Creo que... creo que ya viene," dijo con voz temblorosa, intentando mantenerse calmada. Alex sintió cómo el corazón le latía rápidamente; sabía que el momento estaba cerca, pero verlo suceder en aquel instante lo llenó de una mezcla de nervios y emoción. De inmediato, corrió a buscar las llaves, ayudó a Sofía a levantarse y juntos, apresuradamente, se dirigieron al hospital.

El trayecto fue silencioso, roto solo por las respiraciones rápidas de ambos y las palabras de ánimo de Alex, que sostenía la mano de Sofía con fuerza. "Ya casi llegamos, todo va a estar bien, Sofi," repetía una y otra vez, aunque en el fondo de su ser también se sentía pequeño e indefenso. Sofía cerraba los ojos, concentrada en cada respiración, buscando fuerzas en la presencia de Alex.

Al llegar al hospital, las luces frías y los pasillos interminables se sentían como un contraste brutal frente a la calidez de su hogar. Los doctores y enfermeras los guiaron con rapidez, llevándose a Sofía en una camilla, mientras Alex intentaba mantener la calma. Pero entonces, notó que el ambiente se volvía más tenso. Las miradas entre los médicos parecían ansiosas, y las palabras susurradas entre ellos no hacían más que intensificar la angustia en el pecho de Alex.

Pasaron horas que parecían interminables. Alex, sentado en la sala de espera, sentía que el tiempo se había detenido. Miraba la puerta, esperando ver aparecer a algún doctor que le trajera buenas noticias. Pero cuando uno de ellos finalmente salió, su rostro no reflejaba la esperanza que Alex tanto necesitaba.

"Lo siento, señor," dijo el médico, su voz baja y cargada de empatía. "Hicimos todo lo posible, pero... su bebé no sobrevivió."

Las palabras se estrellaron contra él como una tormenta. Alex sintió que el mundo se volvía opaco, que los sonidos a su alrededor se apagaban hasta convertirse en un silencio abrumador. Se quedó inmóvil, incapaz de procesar lo que había escuchado. Había soñado con este momento durante meses, y ahora, ese sueño se desmoronaba en mil pedazos.

Momentos después, Alex pudo entrar a ver a Sofía. Ella estaba acostada, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos, y cuando lo vio entrar, se rompió en lágrimas. Sin decir una palabra, Alex se acercó, tomó su mano y la abrazó, dejando que sus lágrimas cayeran junto a las de ella. No había palabras que pudieran aliviar el dolor, solo el silencio compartido de dos corazones rotos.

Esa noche, cuando regresaron a casa, la casa que tanto habían preparado y que ahora parecía inmensamente vacía, se sentaron juntos en el sofá sin decir nada. Niebla, en un acto instintivo, se acercó a ellos, descansando su cabeza sobre las piernas de Sofía, como si entendiera la profundidad de su tristeza.

Y así, en la soledad de su hogar, frente a lasparedes pintadas que Alex había retocado con tanto cuidado, ambos se aferrarona la única cosa que aún les quedaba: el amor y la presencia del uno para elotro.

Héroes, Una Historia Trágica de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora