Había pasado una semana desde su apresurado regreso, pero, por más que hubiera deseado alargar su estancia en la Isla Quesadilla, sabía que eso no era posible. Las situaciones en su propio reino se habían salido de su control mientras él estaba fuera, obligándolo a regresar, quedándole solo el lamento de no haber podido ver más aquel reino y conocer mejor al príncipe de la región, aquel que se había adueñado de sus pensamientos e impedía que pudiera concentrarse en sus labores.
Por más que intentara, no podía olvidar el momento que había pasado con él, añorando sentirlo de nuevo entre sus brazos mientras volvían a bailar sin interrupciones. Quería regresar cuanto antes, por lo que ahora se encontraba en su despacho, intentando encontrar una solución a la problemática con el puerto del reino de Tortillaland.
Sin llegar a ninguna conclusión concreta, no entendía cómo esta situación había empeorado. Desde que partió a la Isla Quesadilla, todo había quedado resuelto en cuanto a lo que se permitiría en el puerto y los puntos de llegada de las embarcaciones. Sin embargo, una de ellas había destruido uno de sus principales puertos pesqueros, donde se había prohibido la llegada de embarcaciones comerciales.
La puerta de su despacho fue tocada y, segundos después, entró su consejero principal.
—Su Majestad, el rey de Tortillaland lo espera —anunció.El caballero suspiró pesadamente mientras se levantaba de su asiento, tomando los papeles que contenían los hechos y las firmas anteriores. No estaba dispuesto a entrar en conflicto con el reino, pero tampoco podía olvidar a su pueblo afectado.
Él comenzó su caminata hacia el lugar donde se llevaría a cabo la reunión. Podía sentir cómo su respiración se aceleraba con cada paso que daba, aproximándose cada vez más a la puerta: una puerta de madera tan oscura, con detalles dorados, que era lo único que brillaba de forma pura en los pasillos del palacio. Aún más, considerando lo que tendría que enfrentar una vez dentro: ser arrancado de su fantasía, donde solo podía estar con el príncipe, y ser llevado de vuelta a la realidad, donde no era más que un extraño para él, rodeado de las ruinas de su puerto y de una parte de su pueblo. Todo esto bajo la mirada de los nobles y del rey vecino, y, más importante aún, bajo la mirada crítica del rey de Karmaland, su abuelo.
Armándose de valor, ordenó a los guardias que abrieran la puerta, dejándolo expuesto al ojo del huracán. Con un gran suspiro, avanzó hacia su silla en la cabecera de la mesa. A su lado derecho se encontraba su abuelo, Merlón, quien parecía juzgarlo con su mirada tan fría como la mayor parte del tiempo, pidiendo, sin palabras, la solución al conflicto.
Con un suspiro lleno de estrés, tomó su asiento correspondiente, dando inicio a la reunión, donde lo primero que se escuchaba eran las vagas excusas del rey Play.
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A unos cuantos metros del palacio de los Nevadas, el ambiente se sentía asfixiante con el ocaso que se aproximaba, lo que provocaba un malestar en el pecho del joven de cabellera castaña. Sus dos amigos, con respiraciones agitadas y agarres flojos en sus respectivas espadas, se negaban a perder. Spreen, con una sonrisa arrogante, se acercó para dar lo que para él sería su garantía a la victoria.
Sin embargo, el príncipe logró esquivarlo, cayendo al pasto en el proceso. Con la determinación de poder seguirle el ritmo a su contrincante, intentó levantarse rápidamente, pero falló rotundamente.
Spreen ofreció su mano al príncipe para ayudarlo a incorporarse, y este, de forma inmediata, la aceptó.
—Esta vez lograste seguirme mejor el ritmo —dijo Spreen, con una sonrisa.El príncipe sonrió ante el halago; significaba mucho para él saber que, después de tantos meses de entrenamiento, finalmente estaba haciendo progresos. Una vez de pie y completamente recargado en su otro acompañante, se permitió responder:
—Solo fue porque te tengo a ti. Eres un gran instructor.Ante las palabras del príncipe, el híbrido de oso solo sonrió de manera vaga. Luego, recogió la espada del príncipe y emprendió el camino de regreso al palacio, antes de que notaran la ausencia del menor de la familia real.
Los tres avanzaban en total silencio, mientras que uno de ellos en particular sentía una gran necesidad de interrumpir ese silencio con preguntas que habían estado en su cabeza por días. Cuanto más intentaba calmar su ansiedad para no abrumar a sus dos amigos, Quackity sonrió al percatarse de eso.
—Vamos, Roier, ¿en qué tanto piensas? —preguntó.Roier, al escuchar al príncipe, suspiró con un notable alivio.
—Su Majestad, perdone mi insolencia —dijo. Tanto Spreen como Quackity miraron extrañados a su amigo por la formalidad de sus palabras—, pero la intriga no me ha dejado descansar adecuadamente, al anhelar saber si ya tiene alguna respuesta sobre quién es el atrevido caballero que bailó con usted en el anterior baile.Ante la mención del caballero, Quackity siente cómo todo su interior se vuelve un caos al verse obligado a pensar de nuevo en el dueño de sus últimos desvelos. Mientras sentía cómo su corazón latía desenfrenado, podía asegurar que sus dos amigos eran capaces de oírlo. Por otra parte, la mención del caballero atrajo la total atención de Spreen, quien se dedicó a observar los balbuceos de Quackity sobre desconocer el paradero del caballero.
—Mi padre se niega a decirme una palabra de quién es él. Dice que el destino y el tiempo saben lo que hacen, que solo deje todo en sus manos y las cosas se irán acomodando —expresó Quackity, mientras su entrada a la zona de caballeros del palacio los Nevada les daba la bienvenida, con los colores el cielo en pleno ocaso pintando las paredes de naranja y con ello la imponente figura de un hombre de cabello castaño y mirada verdosa, llena de frustración al ver a los causantes que han robado de su equipo.
Como el protocolo indica, hace una reverencia ante el príncipe, mientras que Spreen se dedica a guardar los equipos en su lugar, esperando el mismo sermón.
—Su majestad, el rey lo ha estado buscando. Si me permite, puedo escoltarlo a su habitación y me disculpo por la incapacidad del guardia de mantenerlo a salvo...
—¡Basta, Cellbit! —interrumpió el príncipe, mientras miraba de reojo al otro caballero—. Spreen es el que me escoltará, como siempre lo ha hecho. Usted puede ir a descansar, general.
Recibiendo una afirmación por parte del general, los tres vuelven a caminar hacia el palacio, llegando a la habitación del príncipe, donde, una vez en el interior, Roier se encargó de ir a preparar el baño para Quackity, quien solo se dedicaba a observar cómo el híbrido miraba por la ventana, justo en dirección a la zona de caballeros.
—Si te es incómodo tener que ir a dormir allá, con él, sabes que puedes quedarte aquí en el palacio, junto a la habitación de Ro —sugirió Quackity con una voz suave, consciente de los roces que tenía su amigo con el general de la guardia del reino.
—No.
—Pero...
Spreen suspiró. —Sabes que mi lugar es allá. Ro es el hijo de un noble, pero yo soy un huérfano que tu familia acogió, así que, príncipe, le pido que deje las cosas como están.
Quackity, consciente de que intentar razonar con Spreen sería en vano, prefirió guardar silencio. Lo había intentado desde que lo conoció, pero Spreen seguía igual de terco que cuando tenían 15 años. Simplemente se había dado por vencido en su intento de hacerlo dormir en el palacio.
Unos minutos después, Roier salió anunciando que el baño estaba listo. El príncipe entró a su baño, mientras los otros dos se dirigían a sus respectivas habitaciones para tomar su propio baño.
Una vez que salió del baño, se acercó al tocador de su habitación para poder secar con calma sus doradas plumas, que solían estar ocultas de los demás y que solo podía exhibir estando bajo las cuatro paredes de su encierro. Sin embargo, antes de poder continuar, observó cómo una carta estaba intentando llamar su atención, la cual había conseguido.
"L.Vlogs"
Hola, esta vez quise darles una pequeña versión de lo que pasa con Luzu y decidí agregar a Spreen. ¡Espero que les guste!
Solo una pequeña aclaración: el reino se llama QSMP, pero ellos viven en la Isla Quesadilla.
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La corona [Luckity]
Hayran KurguNecesito ser tú oxigeno, necesito ocupar cada lugar de tu mente, necesito que tú solo vidas por mi. Capítulos cortos