Parte única

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El estado actual de Izuku era "Estoy cansado jefe".

Después de pedir permiso en la universidad, se había ausentado para pasar su celo estos últimos cuatro días en su habitación. Al parecer sus estúpidos profesores nunca pasaron por un celo solos y nunca tuvieron su edad porque se negaron a darle días extra para presentar exámenes, tareas y proyectos. A eso le sumamos el hecho de que él vivía a una hora y media en transporte público de su facultad.

Estaba destrozado física y mentalmente y aun así ahí estaba a las seis y media de la mañana, subiendo al último microbús que tomaría para llegar a su destino.

Izuku estudiaba ingeniería química, su horario era terrible y tenía a la peor profesora en su primera clase a las 7 de la mañana, muchas ganas de ir a ver a esa vieja pelona no tenía, pero no pensaba en tirar la toalla a pocas semanas de empezar el semestre.

Por las bocinas del microbús sonaba estruendosamente la canción "Entrega de mi amor" de los ángeles azules.

Izuku disfrutaba de escuchar y cantar esas canciones en las fiestas de su barrio, no tenía con quien bailar, lo que lo hacía sentir raro entre tantas parejas que se movían al compás de la canción.

"Estamos en lugar prohibido
En busca de experimentar
Donde se hace el pecado del amor
Y el tiempo nos hace esperar"

Tal vez se sentía así por su celo, sacudió la cabeza tratando de no pensar en eso.

De repente su teléfono vibró, sacó con rapidez y cuidado su aparato de su mochila, al estar en la ventana era fácil meterle un mochilazo o codazo al de a lado e iniciar una pelea, cosa que estaba evitando desde que vio cómo una señora le reclamó a un joven por dormirse sobre ella accidentalmente, eso había sido un escándalo.

Al sacar su teléfono con la pantalla más rota que su paz mental, vio que era un mensaje de su mamá deseándole un lindo y feliz día, además de algunos mensajes de sus amigos deseándole un buen viaje, ellos sabían que su celo acababa de terminar y que la iba a pasar mal de su viaje de regreso.

Izuku dejó salir su olor mientras veía cómo su teléfono se desconectaba de la red gratis del gobierno. Haber recibido esos lindos mensajes le hacía feliz, sus ojos amenazaban con derramar una pequeña lágrima, saber que era querido y esperado por sus amigos, estaba un poco más sensible de lo normal.

Claramente las secuelas de su celo había se estaban haciendo presentes. Sonrió levemente al mismo tiempo que su olor se filtraba por la ventana abierta que sólo podía cerrar el chofer ya que tenía truco.

Sintió una mirada sobre su ser, la buscó discretamente al principio, queriendo pasar desapercibido ya que podría ser un ladrón que quisiera robar su teléfono recién estrellado con 50 pesos de recarga para el resto de la semana.

El semáforo se puso en alto y el chofer del microbús pisó el freno. Inmediatamente se puso nervioso, muy nervioso. Nunca lo habían asaltado pero siempre había una primera vez para todo.

"Estamos en lugar prohibido
En busca de experimentar"

Fue cuando su omega interno decidió intervenir en la búsqueda de aquella misteriosa mirada que lo atormentaba. Decidió que tenía que hacerle caso, después de su celo su omega no volvía a aparecer y si lo hacía debía de tener una buena razón.

Siguió lo que su más bajo instinto le decía y al voltear a la ventana lo vio.

"Donde se hace el pecado del amor
Y el tiempo nos hace esperar"

Un atractivo alfa de hermosos ojos rojos alargados e increíblemente fascinante pelo rubio estaba a pocos centímetros de distancia. Lo estaba viendo directamente desde su bicicleta donde lo único que los dividía era una ventana rayada en los costados. Su omega interno podría incluso jurar que estaba maravillado con él, su mirada lo decía todo.

A una fractura de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora