Dos mil diecinueve.

2 0 0
                                    

Junio de 2019 (Creo). Me escribiste un mensaje en la noche el cuál me había sorprendido, el resultado de este fue verte cerca de mi casa. Llegaste en la camioneta blanca y te estacionaste del lado de la imprenta. Estuvimos platicando un buen rato en lo que esperabas que tu prima terminara de hacer los pendientes a los que había venido. Desde ahí, comenzaba la primera pregunta: ¿Qué te hizo acordarte de mí?

Ese fue mi pretexto ideal para poder hacerte plática (otra vez). No logré nada. Sabía que siempre eras un hombre ocupado o con muchos pendientes en la cabeza.

Septiembre de 2019. Retomamos la plática, me felicitaste por mi cumpleaños y de ahí retomamos conversaciones. Hablábamos casi diario.

Octubre 2019. Se concretó una salida. Fuimos a Calufe. Era realmente la primera vez que salíamos poniéndonos bien de acuerdo. Llegaste con tu tradicional playera blanca y chamarra negra. Creo que tuvimos buen tema de conversación, aunque realmente me sentí bloqueada. Lo que sí, me ayudaste en ese momento a afinar un poco más mi percepción. Ese día te esperaste un poco más en el parque porque tenías que ver a tu hermana. Estabas entretenido viendo y riéndote a unos chicos que trataban de bajar un juguete de un árbol, aventaron una chancla, bajaron el juguete pero ahora la chancla se había quedado arriba. Los días pasaban y las pláticas también. Se acercaba tu cumpleaños y yo quería darte algo pero no sabía que. Estaba indecisa, no sabía que planes tenías, si te gustaría, si estaba bien. No me decidía aún por nada y había llegado el día. Solo te felicité pero la intención de verte otra vez la tenía. Como no sabía si aceptarías, entre broma y broma te chanceaba que iría de visita a tu casa, pero tú no me creías. Me retabas y para ser honesta, yo tampoco sabía si sería capaz. Lo que sí tenía claro es que quería seguir intentando el conocerte más pero, tú no quisiste. Mis intenciones siempre habían sido claras contigo y tu argumento del porque no, también lo era. Me veías y querías conservarme más como amiga. Siguieron las pláticas, quedamos de ir al cine. Tuviste que trabajar, así que mejor se canceló.

Noviembre 2019. Continuaron pasando los días pero mis ganas de verte otra vez y llámale tal vez necedad de querer intentar algo más que una amistad contigo, no se daba por vencida. Tres días anteriores al de verte, platicaba con una amiga que comenzaba con su emprendimiento sobre serigrafía y demás, espontáneamente se me ocurrió regalarte una taza con tu nombre y que cambiaba de color con el agua, inconscientemente ya estaba decidida a ir. Mientras pasaban los días, te preguntaba cómo llegar a tu rancho hasta que el día llegó. Saliendo del trabajo tomé el autobús, y ahí iba yo, con todo el miedo del mundo de perderme, pero más que puesta para que antes que todo, demostrarte que si iba. Seguías sin creerme hasta que te mandé la foto de que ya estaba en la central. Platicamos muy poco tiempo, pero en ese momento, para mí no se sentía como poco. Puedo garantizarte que fue una de las mejores noches de mi existencia. Entre más te veía más tenía ganas de abrazarte sin temor, pero me daba mucho miedo tu reacción. Por mi mente pasó el robarte un beso, entre más te escuchaba, más te veía, más miedo me daba. Aún no te entregaba la taza y nuevamente ese había sido el pretexto perfecto para hacerlo. Al momento de que te abracé, me animé y te besé. Sin mentirte, era el primer beso que sentía diferente. Jamás había sentido uno así. Hasta la fecha, no tengo las palabras adecuadas para poder describirlo pero si pudiera asociarlo con algunas, sería ardor en el corazón. En mí había una revolución de sentimientos, que a la vez lograban hacerme sentir en paz, tranquila, calmada, segura, querida. Tenía mucho tiempo que no me había sentido así, se me desbordaba el corazón y el nervio me delataba por el temblor del cuerpo. Por fin la oportunidad de hacerte, tratarte como me hubiese gustado desde mucho tiempo atrás se había manifestado. Mi mente no se encontraba en ningún lado sino en el momento. Créeme que lo recuerdo y la sensación de que el corazón se quisiera salir por mi pecho y que al mismo tiempo ardiera, regresa. Eso permitió que me miraras y trataras diferente. Tenía que irme pero yo no quería hacerlo. Todo el camino fui pensando en lo que había sucedido y que pasaría después de ello. No quería que nos dejáramos de hablar pero me conocía un poco que eso sería para mí, un motivo de esperanza para insistir en intentarlo. Llegué a casa más feliz que nunca. No importaba que el clima esa noche estuviera con lluvia y neblina, para mí, además de gustarme así, me sentía contenta. Yo quería tener una respuesta clara y conocer a qué me enfrentaba, sin embargo, no lograba tener una respuesta clara. Aunque, el que tú me hayas dicho que también habías sentido lo mismo que yo, un beso diferente que te provocara una revolución de sentimientos, mente y corazón, que te hiciera sentir bonito y logrado mover; me reconfortaba. Entendía que tal vez tenía una luz de esperanza para intentarlo. Pasaron los días y no, había sido quizás un error. No compartías el mismo ideal que yo, el ideal de conservarme aún como amiga y que lo sucedido no afectara la amistad era la tuya y la idea de distanciarnos ya se aparecía. Yo no quería, lo intenté pero no pude.

Diciembre 2019. Intentaba comprender nuestras pláticas y todo lo que pasaba así como lo que decíamos pero no lo lograba. Visto desde un punto diferente al protagónico, podría decir que tú también tenías miedo y lo entendía. Cómo podrías estar con alguien que estaba a medias contigo y que en ese momento no era lo suficientemente capaz de dejar su relación actual. Pero, lo que ni tú y yo entendíamos es que realmente si podía dejarlo para intentar algo con quien siempre había querido, desde años atrás, sin importar lo que sucediera. Total, por algo pasaban las cosas. Inicio de mes y nuevamente te veía. Vaya buena y bonita manera de empezarlo. Ese día comimos pizza y tomamos un par de cervezas, aunque no eran mucho de mi agrado a comparación de ti que hasta sudabas alcohol. Pasaban los días, mitad de ves y otra vez nos veríamos. Ese día me sentí incomoda por lo que había pasado con Bimba, pero estaba indecisa en que hacer: si regresarme a casa o acompañarte en ello. Te acompañé. Platicamos como de costumbre un buen rato, me enseñaste el camino de la casa de la entrada a la del centro. Aún medio recuerdo el trayecto que está enredado pero corto. Precisamente ese día, pasaron cosas que desbloquearon el siguiente nivel. Otra noche que puedo recordar muy bien, otra noche que puedo volver a sentir, otra noche. El hecho de sentir tu suave piel con la mía, ver tu rostro en la oscuridad para después voltear a ver a la ventana que estaba justo arriba de la cama en la que me tenías y lograr ver la Luna, son dos cosas que no se me olvidarán nunca. Nuevamente lograste que llegara una vez más feliz a casa. Y, los aruñones de esa noche te prometo que no fueron intencionales. Llegamos a fin de mes, con un nuevo ideal mío: primero momento de 2020 era borrón y cuenta nueva. Debía entender que algo contigo no era posible y la mejor opción para evitar sufrir. Tú no me creías. Dos días antes de que terminara el año había llegado tu hermano a tu casa y tomaron, los dejaron afuera y tuvieron que dormir en la camioneta. Ese día me despertaste y espantaste por la hora en la que me habías escrito. Me dijiste que andabas bien pedo, como de costumbre te bromee que durmieras conmigo pero me dijiste que no porque te matarías en el camino pero que a partir Febrero del siguiente año sí, a lo que no podía ser porque tenía que cumplir mi ideal planteado, cuando tu respuesta fue: no me hagas sufrir así por la niña que me gusta pero no quiero que se vaya de mi vida. Sin palabras y con una respuesta en automática de negación te respondí que yo no te gustaba a lo que replicaste que no lo habías dicho a lo bruto, que querías que fuera contigo, te abrazara, me durmiera todo el día, querías verme, abrazarme, besarme y de todo. Aunque fuera día de los inocentes, terminaba siendo un día como cualquiera, que me extrañabas, junto con mi aroma, mi vocecita y todo. Que me quedara claro todo lo que me habías dicho y que Memo se fuera a volar porque algún día no te iba a importar y si te rifarías conmigo, aún no sabías cuando, pero lo harías. Pasaron dos días y uno más para que me preguntaras por donde andaba, querías pasar a verme pero estaba ocupada, me esperaste un poco pero tuviste que irte. Pensé que todo quedaría ahí, pero justamente el 31 si se pudo. Te estacionaste del lado de la tienda, el motivo de nuestra plática era el que querías aprovechar que cumpliría mi ideal y verme o saber de mí por última vez. Yo no quería que eso pasara, pensaba y buscaba una manera de demostrarte que cuando decía que me jugaba todo por ti era enserio. Tu argumento era que no querías intentar algo con alguien y que tuvieras que estarte escondiendo. No pude convencerte más y tenía que aceptar que era momento de dejar de insistir. Esa noche, fue una de las más feas para mí, la mayor parte de la noche la pasé enferma, con temperatura, vómito, mareos. 

Cronología de un amor irrealizableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora