Capítulo uno: 27 de octubre.

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La fiesta de los estudiantes del último año de la secundaria de Whispering Flowers estaba en pleno apogeo. La música vibraba en el aire, y las risas se mezclaban con el murmullo de conversaciones animadas. Zoe, se mueve entre la multitud, con su disfraz de mariposa brillando bajo las luces parpadeantes. Sin embargo, en su interior, crecía una inquietud. 

Cuando Zoe intentó salir, Octavio la tomó fuerte del brazo. La tensión entre ellos era palpable, alimentada por celos y malentendidos. Todos en la fiesta los miraban de reojo si dejar de sentir las vibraciones de la música.

—No entiendo por qué tenés que ser tan amigable con todos. —dijo Octavio, con voz cortante mientras la miraba con desdén—¿No puedes ver cómo te miran? 

Zoe lo miró sorprendida.

—Soltame, Octavio. —Él le soltó el brazo lentamente—Y como dijiste, solo estoy siendo amable. No hay cabida para una de tus "escenitas" de celos ahora.

—Obvio, sí. Solo "amigable". —Su tono era sarcástico, y la mirada en sus ojos se volvió más oscura—¿Y si te metés en problemas? No quiero que te pase nada malo.

— ¿Problemas? —replicó ella, sintiendo cómo la frustración se acumulaba—. No soy una nena, Octavio. Puedo cuidarme sola.

—Eso parece, pero a veces me pregunto si realmente sabes lo que haces. —Él dio un paso hacia ella, con una mirada fija y amenazante—¿O solo te gusta llamar la atención?

 Zoe sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—No estoy aquí para discutir. Solo quiero disfrutar de la noche.

—¿Disfrutar? —dijo él, acercándose aún más—. Quizás deberías pensar en lo que realmente quieres antes de hacer algo de lo que te arrepentirás.

 La tensión era insoportable. Zoe, sintiéndose atrapada, decidió que necesitaba aire fresco. Sin una palabra más, se dio la vuelta y salió de la fiesta, dejando a Octavio con su ira.

 Al salir, la brisa nocturna la envolvió, pero el aire fresco no pudo calmar su agitación. Mientras caminaba hacia el borde del bosque, se encontró con Domingo disfrazado del Joker, algo trivial para ser él.

—Otra vez discutiendo con Octavio, ¿eh? —dijo él, sin mostrar preocupación alguna.

—Solo fue un malentendido —respondió Zoe, tratando de mantener la calma.

—Malentendidos. Siempre es lo mismo con él. La verdad es que ya no sé cuántas veces tengo escritas peleas de ustedes en mi libreta. —Domingo cruzó los brazos, su mirada era indiferente—Y no de las que sabe todo el mundo, sino que, de las secretitas, las que pasan a "puertas cerradas". Deberías saber que no es bueno tener esas peleas. 

 Zoe sintió que la frustración aumentaba.

—Ya me hartaste con las cosas escritas en tu libreta. Y no necesito tu consejo, Domingo. Solo quería un poco de aire.

—Hacé lo que quieras. No es mi problema. —Él se encogió de hombros.

 Zoe lo miró, sintiendo un nudo en el estómago.

—Pero sí hay cosas de mí en tu libreta. Pero como dijiste, mi vida no es tu puto problema.

 Sin más, Domingo se alejó, dejándola sola en la oscuridad. Zoe sintió un escalofrío recorrer su espalda. Decidió adentrarse un poco más en el bosque, buscando un momento de soledad para pensar.

 El bosque estaba tranquilo, el crujir de las hojas bajo sus pies era el único sonido que rompía el silencio. Sin embargo, la inquietud en su interior no desaparecía. Se detuvo, mirando hacia atrás, preguntándose si debería regresar.

 Fue entonces cuando escuchó un ruido detrás de ella. Un susurro, como si los lirios blancos entre el pasto alto del bosque le hubieran susurrado que el peligro asechaba. En la penumbra, vio una figura que se acercaba. No podía distinguir los rasgos, pero el corazón le latía con fuerza.

—¿Octavio? —preguntó, con voz temblorosa— ¿Domingo?

 No hubo respuesta, solo un silencio pesado. La figura se acercó más, y Zoe sintió una punzada en la nuca.

—Zoe... —la voz sonó como un eco, familiar pero extraño a la vez.

 De repente, la figura se balanceó sobre ella. Un destello de luz se reflejó en un objeto metálico en su mano, y el mundo se volvió un torbellino de confusión. Zoe intentó gritar, pero el sonido se ahogó en su garganta al igual que el metal. La última imagen que tuvo fue la de un rostro que conoció, pero que ahora parecía distorsionado por la oscuridad.

 Ahora, aquellos lirios blancos manchados de sangre saben lo que pasó, lo que guardan entre sus pétalos son los susurros de la verdad.

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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