El trece de agosto fue el peor día de mi vida.
Ese día, cuando llegué a casa tras haber ido a hacer un poco de ejercicio, mis padres me daban la devastadora noticia: mi mejor amiga había muerto.Me quedé de pie, mirándolos sin comprender aún si lo que me decían era cierto o solamente una broma retorcida de su parte. Ellos me observaron en silencio, apenados, y en sus ojos pude ver que no era ninguna broma.
Mi mejor amiga, mi otra mitad, ya no estaba viva.
Para peor, la razón de su muerte no era otra que el suicidio.
Se había tomado un puñado de pastillas que ningún cuerpo sería capaz de tolerar.Ese día, mi mundo se derrumbó.
No podía entender como alguien con quien había hablado hace un par de horas ya no estaba aquí conmigo.
Al día siguiente de su muerte, mientras me alistaba para ir a su funeral, los recuerdos comenzaron automáticamente a hacer conexión unos con otros: ella llevaba semanas sin ser la misma. Y, aunque yo sabía que algo estaba mal y le insistía en que me contase, que podía confiar en mí, nunca me dijo nada.
Me invadió la impotencia. Quizá ustedes pensarán que no es mi culpa, incluso ahora mientras yo redacto esto sé que no lo fue. Pero en ese momento, con tan solo diecisiete años, creía que yo no había podido salvarla, y me invadió el resentimiento hacia mí misma.Pronto ese resentimiento cambió de dirección.
No podía creer que estaba presenciando el funeral de la persona con la cual esperaba envejecer, asistir a su boda y cuidar a sus futuros hijos.
Un cuadro rezaba su nombre: Sydney Jones. Allí mismo se lucía una foto de mi bella amiga. Sus cabellos rubios caían naturalmente, mantenía una sonrisa hermosa y se encontraba llena de vida. Tenía un aura maravillosa.Sydney y yo nos conocimos en el colegio, cuando apenas teníamos diez años cada una. Yo había sido transferida recientemente, pues mis padres acababan de mudarse a la ciudad. Era una chica introvertida, tímida, a la cual le costaba mucho socializar.
Sydney se acercó a mí y nos hicimos rápidamente amigas. Ella me entendía como nadie y yo la conocía como si llevásemos toda la vida juntas.
Se volvió una más de la familia. Ambas nos sentíamos como en casa cuando visitábamos el hogar de la otra, mis padres la adoraban y los suyos me consideraban una hija más.Tenía los ojos secos de tanto llorar, y me encontraba ahora sentada en una silla, observando su foto. Aún no podía entender cómo mi amiga había tomado esa decisión tan drástica, pero seguía uniendo hilos en mi cabeza. Su cambio de actitud, su falta de emoción, su pequeña paranoia.
Estas últimas semanas Sydney no era Sydney.
Alcé la vista cuando vi a su padre de pie junto a mí. Parecía agotado, con unas enormes ojeras en el rostro. Nunca lo había visto tan apagado. Tomó asiento en la silla de mi lado, suspirando y extendiéndome un sobre de papel.
—Encontramos esto en la habitación de Sydney el día que... —hizo una pausa, y yo tomé aquello—. Ya sabes.
Sostuve el sobre con mis dos manos. En el exterior tenía escrito un mensaje, con la letra de mi amiga: "Para Audrey. No leer."
—No la hemos abierto. —advirtió el padre—. Queríamos respetar su voluntad.
Lo observé en silencio, con un nudo en la garganta y los ojos inundados de lágrimas.
—Pero si ahí dentro hay algo... —comenzó a decir con pesar—. Alguna pista sobre por qué nuestra pequeña tomó esta decisión, por favor cuéntanos.
—Entiendo. —me esforcé en decir, intentando que no me temblara la voz.
Y así, tan rápido como llegó, se fue.Dejé la carta sobre mi escritorio al menos una semana. No sabía si me sentía preparada para leer las últimas palabras de mi amiga hacia mí, así que me aguanté las ganas y la curiosidad.
Una semana y media después me senté en mi escritorio, encendiendo una vela aromática que ella me había regalado para el día de la amistad, y tomé aire, soltando un suspiro mientras abría aquel sobre.
Las manos me temblaban mientras sacaba del interior un papel, doblado varias veces, y un pendrive. Fruncí el ceño tras ver aquello último. Desdoblé la carta y, tras soltar otro suspiro tranquilizador, comencé a leerla:"Aury.
Si estás leyendo esto, es porque ya te enteraste que me fui para siempre.
No puedo empezar esta carta sin disculparme. Lo siento por haber tomado esta decisión, solo puedo imaginar cómo te sientes ahora. Y me destroza saber que te estoy causando un dolor tan grande. Pero no aguantaba más.
También disculpa mi pésima redacción, sabes que las letras no son lo mío.
Te conozco y quiero pedirte de favor que no sientas ninguna clase de culpa. No hay nada que hayas podido hacer para evitar esto. Fue una decisión mía y solo mía.
Sé que estarás devastada y no puedes entender qué es lo que ocurrió.
También sé que llevas semanas notándome extraña, y aunque siempre negué todo tenías razón. No soy la misma desde hace tiempo.
Esto no fue algo espontáneo y sin razón. Eres mi mejor amiga y quiero contártelo todo.
Hace no mucho conocí a un chico en la academia donde aprendía danza: Erkan Lutz. Quizá el apellido te suena familiar, pues no es nada menos que el hijo del reconocido Walter Lutz, creador y líder de una empresa de sistemas de seguridad muy importantes.
Erkan estaba allí aprendiendo boxeo y era el chico más encantador que había conocido nunca, no hizo falta mucho para que yo cayera a sus pies. Una noche en la cual habíamos salido juntos e iba un poco borracha, tuve sexo con él en su habitación.
Cuando desperté al otro día no me sentí muy contenta con esto que había hecho, no estaba del todo consciente de mis actos cuando eso sucedió. Desperté sola y asustada en su cama. Y él volvió justo cuando yo me estaba vistiendo para irme.
Quiso convencerme de volver a hacerlo pero me negué, y le dije que necesitaba espacio.
Tras regresar a mi casa, comenzó los siguientes cinco días a insistir reiteradas veces y yo me asusté, me asusté tanto que, aunque me gustaba más que nadie, me negué, porque su actitud no me parecía normal. Su forma de insistir encendió todas mis alarmas.
Cuando fui a mis clases de danza pocos días después todo el mundo me observaba como si yo fuese extraña. No podía entender qué estaba pasando, hasta que vi el video.
Él lo grabó todo, Aury. Lo grabó y se lo estaba repartiendo a todo el mundo.
Sentí que mi vida se había acabado. Comencé a dejar de ir a clases y desinstalé todas mis redes sociales. Solo me comunicaba contigo y con mis papás por mensaje.
Sé que debería llevarlo a la justicia, pero, ¿Qué podía hacer? Tengo tanto miedo. Sé que nadie me va a creer, o pensarán que todo esto es mi culpa. Quizá lo sea, pero me siento muy atormentada y no sé cómo lidiar con esto...
La única forma de denunciarlo y no cargar con las consecuencias es muerta.
Quiero pedirte como último favor que entregues este pendrive a la policía, donde está el video, la evidencia de que él fue el que lo difundió, y una carta firmada por mí.
También que seas la hija que a mis padres les hará falta a partir de ahora.
Solo espero que algún día logres perdonarme, Audrey.
No te preocupes por mí. Ahora estoy bien, y estaré guiando cada uno de tus pasos.
Te quiere por siempre, Sydney."No creía que fuese posible llorar más, pero ahí estaba. El papel se mojaba con mis lágrimas y se arrugaba con la presión de mis dedos, mientras yo lo sujetaba contra mi pecho esperando calmar el dolor. No podía dejar de llorar. No podía hacerlo.
Solo podía sentir la humillación y la angustia por la que estaba pasando Sydney en estas últimas semanas. Y cómo, a pesar de todo, encontraba la fuerza para levantarse cada día de la cama e intentar un poco seguir con su vida.
Me estaba matando saber que incluso sus últimos minutos fueron así: angustiosos. Y el miedo que debió sentir tras enfrentarse a esa situación, siendo su victimario el hijo de una de las personas más influyentes del país.Cumpliré tu último deseo, Sydney.
Pero me temo que me demoraré un poco.
Porque antes voy a joderle la vida a Erkan Lutz.Oh, queridos lectores.
Sé que ya se imaginan cómo seguirá esto. No se preocupen, me aseguraré de contarles cada detalle. No se perderán de nada.
Tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver pronto.
Atentamente, Audrey Lee.
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Ella es el Karma
Mistério / SuspenseCuando la mejor amiga de Audrey Lee se quita la vida tras la filtración de un video íntimo suyo, Audrey pasa años planificando la venganza perfecta contra quien empujó a su amiga a aquella decisión. De esta forma, se mete inesperadamente en la vida...