—Daphne, cielo, por favor, tranquilízate.
—¿Cómo quieres que me tranquilice? —expongo con las manos temblando mientras sostengo el teléfono.
El aire se me estanca en la garganta y tengo que hacer todo uso de mi fuerza para no caer.
Me sostengo en una de las paredes cuando una arcada empieza.
Respiro hondo reteniéndola.
—Respira —me dice la voz de Caroline por el celular.
Rompo en llanto, no soy de las personas que se derrumban con facilidad, pero esto me está rebasando.
—N-no puedo...
Es tanta la dificultad que tengo para respirar que el teléfono cae al suelo.
Lo levanto, no puedo permitirme dañarlo porque no tengo cómo comprar otro.
—Respira... —sigue diciendo Caroline.
Intento hacerle caso, inhalo y exhalo por unos cuantos minutos hasta que mis manos medio dejan de temblar y puedo sostener correctamente el móvil.
—¿Qué voy a hacer ahora, Caroline?
La vergüenza me gana por estar mostrándome tan débil, pero de verdad estoy desesperada.
—¿Dónde estás?
—En c-casa... mis padres no están y tengo que ir a trabajar —le explico limpiándome las lágrimas.
Son las tres y media y tengo que estar a las cuatro en el bar.
—Perfecto —dice —. Píllate un taxi, te mandaré la ubicación de un consultorio y me esperas ahí.
—¿Qué? —exclamo —. ¿Consultorio?
—Necesitamos estar seguras de si estás embarazada o no.
«Necesitamos»
Con tan solo esa palabra, me muestra que no estoy del todo sola en esto.
«—No estás sola, Daph —dice como si pudiera leer mis pensamientos.
—No puedo ir, en menos de media hora tengo que ir a trabajar.
—El maldito de Lucas no te despedirá si no llegas un solo día.
—Sí lo hará, puede despedirme en cualquier momento porque no tengo un contrato que diga que trabajo ahí.
—¡Esto es más importante! —exclama —. Así que mueve el puto culo, te veo allá.
—Caroline... no tengo dinero para...
—Te-veo-allá.
Cuelga dejándome con la palabra en el boca.