𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟎: 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐠𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞

325 42 12
                                    


La guardería "Little Angels", no era una gran guardería, pero tenía una buena reputación. Los cachorros eran bien cuidados en ese lugar y la mayoría de los trabajadores eran omegas, por lo que llevarse con los pequeños eran sus especialidades.

Allí era donde trabajaba George desde hacía un par de años. Cuando se graduó de la universidad esa fue su decisión y no se quejaba de eso, tenía un título en cuidado de cachorros y maestro.

Le gustaba mucho pasar tiempo con los pequeños de cuatro años, enseñándoles a leer y escribir. Era una de las cosas que más le gustaba, estar rodeado de pequeños cachorros, dulces y muy tiernos.

Tenía la esperanza de encontrar algún día a un alfa y formar una familia, pero claro, fuese más fácil si el no fuera un asocial. En parte porque era alguien muy tímido y reservado. A sus veinticinco años, nunca había ido un fin de semana a fiestas.

Prefería estar en casa leyendo un libro o viendo películas, ni siquiera se quedó en la fiesta de graduación de la universidad en la que estudió, solo fue con su madre por su título y después se fueron a casa para celebrar comiendo pollo frito.

Logró independizarse después de eso, consiguió un pequeño apartamento en un buen precio y el trabajo en la guardería, cuidaba de los pequeños casi como si fueran propios.

Todos sus compañeros eran amables con él, quizás era casi el más joven, pero no había problemas con eso. Lo único que si lo tenía un poco triste era que es el único omega sin pareja, ni marca.

Quizás teniendo en cuenta que era el más joven, no habría tantos problemas, pero Alex era mayor que él solo por un año y tenía una marca que lucir en su cuello.

Lo hacía sentirse muy solo, y lo peor del caso, era que era virgen. No podía siquiera pensar en la palabra "nudo" sin avergonzarse. Vergüenza debería de darse el mismo, ¡era un adulto por todo lo santo!, pero, no tenía toda la culpa, cuando era pequeño no tuvo experiencias muy agradables con desconocidos.

En la primaria y la secundaria, sufrió de abusos escolares por parte de sus compañeros, eso hizo que se volviera aún más inseguro de lo que era antes.

Por esa misma razón siempre quería
estar solo, pues si estaba solo, nadie lo
miraría mal ni trataría de hacerle bromas pesadas.

Así fue como pasó su juventud, escondido en la biblioteca y en su cuarto en casa. Pero, aunque quisiera estar siempre metido allí, la vida adulta lo sacó a rastras.

Trabajar. Si no trabajaba no tendría dinero, y sin dinero solo sería una carga para su madre; y ella ya había dado gran parte de su vida cuidándolo.
Entonces, al estar en la universidad pensó mucho en lo que iba a hacer y se fue por lo más seguro para él, cuidar de los pequeños.

Se graduó como especialista en eso, incluso tomó algunos cursos de pediatría. Y trabajar en una guardería era lo mejor, tanto para él, como para los del lugar. Pues si algún cachorro se enfermaba, él sabría qué hacer....

Un día en particular cuando llegó a su trabajo a la hora habitual, fue recibido por un gran lloriqueo, se preocupó y fue hasta el origen de este.

—¿Qué ocurre? —preguntó cuando llegó. Había por lo menos tres omegas tratando de calmar a una pequeña de cabello rizado. Nunca la había visto, por lo que supuso que era una nueva integrante en la familia.

-¡Ya no sé qué más hacer, lleva llorando desde que su padre la dejó y eso fue hace casi una hora! —el pobre Charles mecía a la pequeña en sus brazos, pero esta seguía llorando y pataleaba para quitarse del agarre del  mayor.

Sus pequeñas mejillas estaban rojas y llenas de lágrimas. Entendía que quizás era la primera vez que ella se separaba de sus padres y por eso estaba así; había lidiado con un par de esos cachorros antes.

-Ya, pequeña. Ya. Tus papis vendrán después por ti, deja de llorar—Charles estaba frustrado, al igual que lo demás. Parecía que el de ojos verdes también se pondría a llorar en cualquier momento.

—¿Ya le dieron de comer?, ¿su pañal le incomoda?—preguntó Alex poniendo un dedo sobre su mentón, y los demás asintieron.

-Tratamos de darle su biberón, pero no lo quiso y su pañal está bien, ni siquiera está húmedo—explicó otro Omega
mirando a la pequeña. A George le partía el corazón verla de esa forma. Se miraba tan triste, tal vez la pequeña no estaba acostumbrada a los extraños y eso solo hacía las cosas peores.

-Ven, préstamela. Creo que tu angustia solo la altera más—George había acabado de llegar, así que estaba tranquilo a la pequeña, quien se puso a llorar con más fuerza al ver que la estaban pasando a otra persona. George trató de sostenerla con cuidado y la acostó sobre su hombro, cerca de su glándula del aroma.

Le empezó a dar palmaditas en la espalda tarareando una canción de cuna. Para su sorpresa, los lloriqueos fueron bajando de intensidad en cuestión de minutos y se volvieron sollozos.

George sintió como la pequeña se aferró a su ropa y acercó su carita a su cuello, aspirando e hipando por sus anteriores lloriqueos. Los demás se le quedaron viendo entre asombrados y aliviados. Al menos ya no había más ruidos estridentes.

—¡Bien hecho, Russell!, pudiste calmarla —Charles fue quien habló primero y el ojiazul se sonrojó con algo de vergüenza. No estaba acostumbrado a recibir halagos.

-N-no fue nada, solo quise ayudar — respondió y los demás sonrieron más tranquilos. Cada uno se fue hacer sus cosas con los demás pequeños que iban llegando y George se fue hasta su salón.

Él era encargado de seis cachorros, tenía que estar al pendiente de ellos y al parecer tenía que cuidar de otra más. Se llevó consigo la mochila de la pequeña que dormía sobre su hombro, revisarla con una sola mano no fue fácil, pero tampoco imposible.

Olivia Hamilton: un año, alergia a las moras. Se sorprendió un poco por eso, no había muchos pequeños de un año en esa guardería. Normalmente, llegaban con más de dos años en adelante.

Los omegas eran muy protectores con sus pequeños en el primer año de vida y apenas podían despegarse un poco de ellos cuando tenían el año y medio.

Pero él no era nadie para juzgar, quizás sus padres eran muy ocupados y no podían cuidarla como les gustaría.

-Bien, pequeña Olivia, hay que
llevarnos bien. ¿Te parece? —habló en un susurro mientras acariciaba con suavidad la espalda de la pequeña. Elaine solo dio un suspiro, al parecer dormiría más.

¿𝙈𝙖𝙢á? | 𝙂. 𝙍𝙪𝙨𝙨𝙚𝙡𝙡 𝙭 𝙇. 𝙃𝙖𝙢𝙞𝙡𝙩𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora