𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟒: 𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐢𝐭𝐚

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-¿De verdad ves a mi pequeña como tu hija que tu cuerpo se adaptó a sus necesidades? —George tragó saliva como por cuarta vez, sentía su garganta muy seca.

Asintió despacio ante la pregunta del moreno, ahora estaban sentados en el comedor de la casa de Lewis. Olivia jugaba en el suelo con unos juguetes, mientras que ellos estaban hablando de lo que les habían dicho en el hospital.

Ahora George era la madre, no biológica, pero seguía siendo la madre de Olivia. Una parte de George estaba contento con eso, pero su parte racional le gritaba.

¡No había tenido ni una cita con Lewis y ya había reclamado su lugar en su pequeña familia!

Si su vida fuera una película como se llamaría, ¿madre por accidente?, sonaba justo como le acababa de suceder.

-¿Qué harías si te dijera que me mudaré a otro país y me llevaré a Olivia conmigo? -el aire en sus pulmones se detuvo por completo.

Miró al alfa con algo de miedo, estaba serio y con los brazos cruzados sobre su pecho. No podía, Lewis no podía hacerle eso, era su pequeña no podía quitársela.

-¡Te lo prohíbo, no puedes llevarte a Olivia lejos de mí! —no supo en qué momento se había levantado de su puesto, golpeando la mesa con sus manos y mostrando sus pequeños colmillos a la defensiva.

—¿Baba? —Olivia dejó lo que estaba haciendo para mirar a los mayores, podía sentir la molestia del ojiazul. Daba algo de miedo verlo molesto, eso nunca sucedía.

Lewis por su parte solo sonrió, confundiendo más al ojiazul.

—Tanto la quieres, ¿eh?, ¿dónde estuviste antes?, si te hubiera encontrado antes, quizá mi bichito no hubiera sufrido tanto—George se sintió avergonzado, muy avergonzado, y un poco molesto. Lewis le había hecho una prueba.

-Yo la quiero, no pienses en alejarla de mí—había formado un lazo con Olivia, si los separaban ambos iban a sufrir bastante. Lewis le sonrió, una sonrisa tranquila y leve.

—No lo haré, George. Y tú ya no podrás escapar de mí. No te dejaré ir —George se sonrojó ante esa declaración, supo leer entre líneas. Una mano pequeña jaló su ropa y miró hacia abajo, Olivia quería subirse a su regazo.

El Omega alzó con cuidado a la pequeña, la sentó en sus piernas y ella giró rápidamente a sus pechos tocando allí. Ya era su hora de comer, desde que George empezó a lactar Olivia no había tocado sus biberones.

Se alzó la camisa acomodando a la pequeña para que pudiera comer cómoda y tranquila. Olivia  dio un ronroneo complacido mientras succionaba su pezón con ganas.

George sintió como el aroma del alfa rizado se volvía pesado, cargado con un poco de excitación, su boca se hizo agua al olerlo de esa manera. Alzó el rostro para ver al moreno, sus ojos marrones brillaban con intensidad, fijos en él, y no se despegaban de sus pechos. Tragó saliva sintiendo su rostro arder, más rojo que un tomate maduro.

En sus estudios sobre los cachorros había aprendido de todo tipo de cosas. No era un secreto que a los alfas les encantaba la leche materna que producían los omegas.

Sus pechos habían crecido un poco más desde que Olivia tomó leche por primera vez, y no dejaban de producirla.

Quizás haría de lo cual se iba a arrepentir después, o solo moriría de vergüenza.

Alzó bien su camisa mostrando su otro pecho lleno, Lewis abrió los ojos ante eso, era una invitación para que él también pudiera probar. El rostro rojo del ojiazul se lo podría confirmar, y no quería desaprovechar esa oportunidad, el aroma lo estaba volviendo loco.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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¿𝙈𝙖𝙢á? | 𝙂. 𝙍𝙪𝙨𝙨𝙚𝙡𝙡 𝙭 𝙇. 𝙃𝙖𝙢𝙞𝙡𝙩𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora