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Quizás lo menos preocupante, al menos para Yoongi, era el hecho de terminar esperando un bebé. De más está explicar que, nada más despertar en brazos de Jungkook, lo obligó a ser llevado al hospital más cercano para las inyecciones preventivas mensuales.

Entonces ¿Qué podía preocuparlo?

Él, literalmente, necesitar las manos del boxeador sobre él cada maldito segundo de su vida. Y, para su suerte, parecía que desde que lo habían hecho, hacia ya alrededor de un mes, Jungkook tampoco podía estar sanamente lejos suyo. Yoongi lo había intentado, nunca se había sentido tan malditamente pegado a alguien, pero siquiera el pensar en pasar un día sin sentir un beso de Jungkook, sin verlo al menos, lo desesperaba.

Cada día, aunque fueran unos minutos, se veían en donde fuera, sólo para besarse, tocarse, Yoongi se derretía en sus brazos y Jungkook aumentaba más y más su posesividad.

Era enferma la manera en la que se necesitaban.

Pero, esos últimos días, Yoongi había visto con sus propios ojos como Jungkook se estaba forzando a alejarse de él, a no verlo, y Yoongi no entendía cómo siquiera podía controlarse. Pero claro, Jungkook estaba pagando las consecuencias de estarse alejando, su rendimiento bajó y su mal carácter empeoró hasta el punto de, casi, golpear a un paparazzi. Y Yoongi, por una jodida, no podía dejar de revisar su propio móvil cada minuto que pasaba en espera de un mensaje que no llegaba. Y estaba sospechando, demasiado, de Hoseok.

Era como su tío, confiaba plenamente en el hombre que cuidaba las espaldas de su padre, pero su mirada desaprobadora cada que Yoongi siquiera sugería el invitar a Jungkook a su casa era, sin duda alguna, sospechosa. Ese maldito metiche tenía algo que ver.

—Realmente no podía creerlo— Hablaba Hyeon con un reluciente anillo de compromiso en su dedo, intentando explicarle a Hoseok y a su tía Taeyeon cómo Seojun, en aquel viaje a París, le había pedido matrimonio.

Era una cena familiar estupenda, hasta Yoongi podría haberla disfrutado, de no ser que tenía a Jungkook a su lado y no podía siquiera lanzarse a sus brazos y besarlo. Dios.

—Permiso. —Murmuró Yoongi con una sonrisa, levantándose de su silla con esfuerzo. ¿Cuántas pastillas había tomado ya? No podía siquiera recordarlo, tampoco era de importancia para él. Tristemente, su imagen debía ser preocupante, porque pudo notar la angustia de sus padres y la desesperación de Jungkook en su rostro.

Desesperación pura.
Obviamente iba a usar eso a su favor.

Se permitió tropezarse y aferrarse contra la pared, en un intento de mostrar aún más su debilidad, y controló una sonrisa cuando vio a Jungkook levantarse cual rayo de su asiento y pasar una mano por su cintura, pegándolo a su cuerpo. Mierda, lo había extrañado tanto.

—Jungkook, yo lo llevo. —Gruñó Hoseok, levantándose de su asiento.
No, no podía alejarlo otra vez.

Yoongi se sorprendió de lo rápido que sus ojos se llenaron de lágrimas del sólo imaginarse, de sólo pensar en no sentir esa gran mano cálida, fuerte, apretándolo. No, no podía alejarlo de Yoongi.

—Lo llevo yo, hermano. —Insistió Jungkook, sin girarse a mirarlo siquiera, y comenzó a caminar con Yoongi a su lado, buscando nada más alejarse del comedor y quedar a solas con su chico una vez.

—Jungkook —Hoseok, nuevamente, y esta vez no era una sugerencia, era una maldita amenaza.

—¡Que no, joder!—Gritó el rubio, dejando que Yoongi se aferrase a un mueble antes de girarse y encarar a su hermano. La tensión en el comedor incrementó, se veía de lejos lo cerca que estaban de discutir, de llegar a los golpes.

—Hemos hablado de esto, siéntate.—De no ser por las similitudes en sus miradas, tonos de voz, hasta posturas, Yoongi jamás habría pensado que eran hermanos. Eran dos titanes dispuestos a pelear, dos hombres entre los 30 años que, si se golpeaban, no habría forma de detenerlos.

—Me importa una mierda, tú no tocarás a mi chico, te romperé las putas manos si...—Jungkook se estaba enfureciendo, sus puños palideciendo, y hasta Taeyeon alejó su asiento de la situación asustada. Yoongi no podía permitir que golpeara a su hombre.

Amore mio, ¿Me acompañas a mi cuarto?—Habló, llamando la atención de todos los presentes, dejando sin palabras a su familia, tomando por sorpresa al boxeador.

Y le encantó la manera en que esas palabras funcionaron como órdenes a los oídos del rubio, pasando totalmente del rostro deformado de Hoseok, sólo para volver a rodearlo y ayudarlo a subir las escaleras.

Podría hasta haberse reído de lo ridícula de la situación, pero no tuvo el tiempo para hacerlo. Fue entrar a su cuarto y, dios si, Jungkook lo abrazo por la cintura con tanta fuerza, comiéndole la boca una y otra vez, mordiendo todo a su paso. Dolía, jodidamente dolía esa necesidad en sus bocas, en sus manos, y Yoongi no podía tener suficiente, él quería más si era posible.

—Yoonie, ¿Podemos hablar?—Hyeon apareció por la puerta, provocando una brusca separación entre ambos chicos. Quizás, lo más decente hubiese sido que Yoongi tomase distancia del boxeador y le pidiese que se fuera, pero su cuerpo se apegó al del rubio, encogiéndose en el proceso, escondiéndose de su padre.

Jungkook dudó unos segundos, mirando a su suegro algo irritado. Hyeon no era necesariamente una persona de fuerte carácter.

Ya sé a quién salió Yoongi, pensó con una casi imperceptible sonrisa, alejándose de Yoongi para darle un rápido beso en sus labios y salir del cuarto.

Yoongi se sentó en su propia cama, viendo a su padre cerrar la puerta tras él antes de mirarlo con una sonrisa ¿Comprensiva?

—Hoseok tiene miedo de que Jungkook te haga daño, por eso quiere alejarlo de ti. —Habló el peligris, sentándose a un lado de su hijo mientras acariciaba su cabello negro como el carbón. Yoongi se tensó, notablemente a la defensiva.

—¿Cómo papá lo hizo contigo?— Atacó, por costumbre, quizás. Se arrepintió.

—Si. —Acepto Hyeon en un suspiro paciente. —Pero Jungkook es diferente...

—Aceptaste casarte otra vez con un hombre que casi nos mata. —Razonó Yoongi, interrumpiendo a su papá.

Era difícil explicar cómo se sentía el siquiera mencionar aquel incidente, no había verdadero rencor o resentimiento en sus palabras, en realidad. No ataques a la única persona que me hace sentir bien, repetía su cabeza.

—Tu papá me atacó, por decirlo de alguna manera, porque tuvo un brote psicótico. —Explicó Hyeon, consiguiendo finalmente tener la completa atención de su hijo.

-¿Cómo es eso?-Cuestionó Yoongi, jugando con sus dedos mientras su papá peinaba sus cabellos.

—Cuando una persona sufre un brote psicótico es porque algunos factores en el ambiente se asemejan a los de un evento traumático y, esa misma persona, está sufriendo un pico de estrés. Pierde la consciencia de sus propias acciones, el brote psicótico puede durar hasta meses. — Hyeon parecía relajado, como si luego de tantos años la herida hubiese cicatrizado lo suficiente. —No lo vi en su momento, tenía tu edad, y tu padre estaba enfermo. No pude entender sus actitudes erráticas, o su excesiva falta de paciencia.

—¿Entonces el te quería?—Yoongi no estaba entendiendo.

—No, no me quería. O al menos no hasta que caí en sus brazos con un charco de sangre a mis pies. —Fue cruel, esos detalles no eran necesarios, pero Hyeon tenía eso. Su inocencia y bondad a veces, sólo a veces, era eclipsada por el dolor. —Jungkook no tiene una “excusa”, él es violento, el disfruta de eso, y además de buen boxeador es muy bueno haciendo negocios con gente mala. —Su papá finalmente había llegado al punto, al problema, y seguramente a una discusión.

Y para peor, Yoongi no podía negarlo.

—Pero me casaré con tu padre, aún después de todo lo que vivimos. Si tú estás seguro, realmente debes estarlo, de que Jungkook no te hará daño, entonces ve, convenceré a tu padre y a Hoseok de alejarse, de no intervenir. Pero prométeme que no te hará daño, por favor. No quiero que vivas lo que yo viví.

Yoongi sonrió, tan feliz de que su padre entendiera, y lo abrazó con fuerza.

—Te lo prometo. —Murmuró.

Amore Mio |KOOKGI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora