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Al final, Hyeon pudo convencer a su padre de poder pasar al menos un fin de semana con Jungkook en su casa.

De más está aclarar que no había momento en que no estuviesen uno encima del otro, tocándose como animales. Yoongi estaba satisfecho, en realidad, más que eso. Su pecho lleno de felicidad y su cuerpo ardiendo por el constante roce de sus pieles, sintiendo el calor subirse hasta su cabeza cada vez que Jungkook susurraba en su oído o lo abrazaba por la espalda.

Era jodidamente hermoso estar con él, incluso cuando no tenían sexo, porque sus besos y sus susurros llenaban su corazón de cariño, de amor, y aunque Yoongi no fuese nada oficial de Jungkook. Se sentía como el cielo.

Un sonido bajo escapó de la boca del boxeador cuando alguien tocó la puerta de su casa el sábado por la tarde, Jungkook estaba bastante ocupado metiendo mano debajo de la camiseta de Yoongi, lo último que necesitaba era a alguien molestando.

—V-ve a atender. —Jadeó el adolescente, tratando de bajarse del regazo del boxeador. Amaba sentarse ahí, como un niño pequeño en busca de atención, y Jungkook se la brindaba.

El rubio bufo, levantándose del sofá antes de arrastrar los pies hasta la puerta y mirar a través de la pequeña ventana. Sus hombros se tensaron, y Yoongi no pasó desapercibido su reacción, el rubio gruño tomando las llaves antes de abrir y cruzarse de brazos.

—Me sorprende tu visita —Murmuró Yoongi, mordiéndose la lengua para controlar cualquier comentario mordaz, girándose para dejar pasar a la visita. El primer hombre que entró, le heló la sangre a Yoongi. Era alto, morocho, algo bronceado, y detrás suyo entró un chico mucho más joven, de piernas largas v rasgos afeminados.

¿Prostituta?

—RM, él es Yoongi, Yoongi, él es mi padrino. —Jungkook no se molestó en presentar al chico escondido tras la figura del “padrino”, simplemente cerró la puerta y se apuró a sentarse a un lado de Yoongi, clavando sus dedos en su cintura. Vale, entonces no iba a ser una plática amable.

—Búscame algo para tomar, Jin —Ordenó el morocho, clavando su vista en el pelirrosa tras él. Jin era entonces el nombre del chico de compañía de RM. Extraño.

Jin obedeció, entrando a la cocina de Jungkook sin recato alguno, y la mirada del padrino se centró en Yoongi, mientras se dirigía a Jungkook.

—No me dijiste que habías encontrado a otro más. —Lo estaba menospreciando. No había que ser idiota para darse cuenta, y Yoongi estaba esperando que Jungkook lo defendiera—¿Te cobra más que… ¿Sandy? ¿Suzy? La rubia mal teñida de hace unos meses. —El boxeador chasqueó la lengua, gruñendo por lo bajo, y Jin entró con un vaso con vino tinto para servírselo a su “amo” en silencio.

—Es gratis, somos amantes. —Aclaró Jungkook, mirando en silencio el rostro del pelirrosa. —Y por lo que veo, tú también tienes uno. — Atacó, aferrándose a Yoongi. Vale, las cosas se estaban poniendo tensas rápidamente.

—Es mi puta, si, pero le pago por ello. — Aclaró RM, señalando su regazo para que el chico se sentase en él, clavando su vista en el suelo. Las plataformas lo hacían ver alto, pero a comparación de RM, debía ser al menos una cabeza más pequeño. —¿Lo llevarás para dar un show o buscarás una modelo?— Jungkook se removió incómodo.

¿Qué?

—No haré nada de eso, por el momento esto estará lejos de todo lo que tenga que ver con medios de comunicación. —Espetó Jungkook, rascándose la nuca. ¿lba a ocultarlo? Y una mierda.

—¿Por qué?—Cuestionó Yoongi, frunciendo el ceño a la vez que se removía bajo la mano de Jungkook. El boxeador tronó su cuello y lo miró.

—Porque mi imagen está en juego.— Obvio, como si estuviese hablando de la compra del día, y eso pudrió al adolescente.

—Oh, bien, no arriesgues tu imagen por esta puttana entonces. —Gruñó Yoongi, zafándose de los brazos del boxeador para ir al cuarto en busca de sus pertenencias, no pensaba mirar a Jungkook a los ojos aún si eso sólo empeorara el problema. ¿Acaso Jungkook estaba avergonzado de él?
¿Cómo siquiera podía avergonzarse si él era hermoso y además hijo de una familia adinerada?

—No puedes haberte enojado por eso— Gruñó el rubio, parándose frente a la puerta del cuarto con sus ojos acuchillándolo. Oh no, esa mirada no asustaba a Yoongi en lo absoluto.

—Estoy enojado, espero que te vaya bien en tu soledad, ella no arruinará tu imagen. —Yoongi no dejó de sonreír en ningún segundo, irritar a Jungkook era lo mejor que sabía hacer y lo estaba consiguiendo, sus nudillos pálidos y dientes fuertemente apretados eran la prueba de ello.

—No puedes irte, Yoongi. — Masculló el boxeador, mirándolo a Yoongi, como si quisiera ahorcarlo en ese preciso instante. Y el adolescente lo sabía, por ello relajó su postura sin desviar la mirada. —Tú eres débil sin mi. —Gruñó.

El chico sonrió nuevamente, bajando la mirada.

—Lo soy, pero quiero que todos sepan cuánto te necesito. Y si nadie sabe que io sono tuo, ¿Qué hago?— Yoongi no le dio mucho margen de respuesta, escabulléndose de Jungkook para tomar su mochila y guardar sus cosas tan rápido como fuera posible.

—Tú me necesitas, sin mi no eres nada, Yoongi. —Gruñó Jungkook, abrazándolo por la espalda mientras clavaba sus dedos en su estómago y olfateaba su nuca controlando la furia.

Dios, con sólo ser tocado Yoongi se sentía desfallecer.

—Nunca me has hecho el amor.— Murmuró Yoongi, en un reclamo vergonzoso de sus verdaderos sentimientos. Sintió a Jungkook tensarse, cómo acostumbraba hacerlo ante situaciones que lo molestaban, y suspiró. Él quería recibir algo a cambio de todo lo que le daba.

—Búscame cuando tú también me necesites, cuando sin mi no valgas nada. —Masculló entre dientes, controlando su frustración e impotencia mientras terminaba de empacar y finalmente lograba irse de esa casa, con su sangre hirviendo y el corazón doliendo.

Amore Mio |KOOKGI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora