Veinticinco inviernos habían pasado desde aquella fatídica noche en Aedendor, cuando las sombras consumieron gran parte del reino. A pesar de la tragedia que había marcado su nacimiento, Cristal había crecido fuerte, bajo la protección y el cuidado de Nicholas. Con cada año que pasaba, su belleza y habilidades se hacían más notables, y pronto se convirtió no solo en la más hermosa de las elfas, sino también en una de las guerreras más formidables de su pueblo.
Su cabello, blanco como la nieve, caía en cascadas sobre sus hombros, y sus ojos, de un profundo violeta, brillaban con una calma serena que no reflejaba las tormentas que sabía que llegarían. Cristal había sido instruida desde muy joven en el arte de la arquería y el combate cuerpo a cuerpo, aprendiendo a usar tanto la espada como el arco con la precisión y la gracia que solo una guerrera de su calibre podía poseer. Entrenaba incansablemente, sabiendo que algún día necesitaría esas habilidades para cumplir con el destino que le había sido asignado antes de su nacimiento.
A pesar de su fortaleza, había momentos en los que Cristal se preguntaba si realmente estaba preparada para lo que vendría. En las noches, después de los entrenamientos, se encontraba sola, con la mente llena de preguntas que no sabía cómo responder. Ser la esperanza de Aedendor era una carga pesada, incluso para alguien con su fuerza. En lo profundo de su corazón, a veces se preguntaba si realmente sería suficiente. ¿Y si fallaba? ¿Y si no era la salvadora que todos esperaban que fuera? El pensamiento no la abandonaba, pero tampoco le permitía detenerse. Sabía que no había otra opción. Su vida entera había sido diseñada para ese propósito, y cuando el momento llegara, tendría que enfrentarlo.
Había aprendido todo esto bajo la tutela de Nicholas, a quien consideraba su padre. Desde pequeña, Cristal había sentido una profunda conexión con él, aunque siempre supo que no era su verdadero progenitor. Nicholas jamás le ocultó la verdad sobre sus orígenes ni sobre la profecía que pesaba sobre ella. Desde joven, ella había sabido que un día tendría que enfrentarse a una oscuridad mayor de la que cualquiera en Aedendor hubiera conocido. Pero no sentía miedo. Sentía preparación.
Cristal se encontraba en un claro del bosque, el arco firme en sus manos mientras tensaba la cuerda con una fluidez que mostraba los años de práctica. Su mirada estaba fija en el objetivo frente a ella: un blanco a muchos metros de distancia. Respiró hondo, su corazón latiendo con calma, y en un solo movimiento, soltó la cuerda. La flecha voló por el aire, cortando el viento con un silbido agudo, y golpeó el centro del blanco con precisión perfecta.
—No importa cuántas veces te vea hacerlo —la voz de Nicholas resonó desde la sombra de los árboles cercanos—, siempre me impresiona.
Cristal bajó el arco, una sonrisa suave en sus labios. Se giró para encontrar a Nicholas, quien se acercaba con pasos firmes pero calmados. A pesar de los años, Nicholas no había perdido su porte imponente. Su cabello, negro como la noche, apenas mostraba signos de envejecimiento, pero sus ojos reflejaban la sabiduría y la experiencia de alguien que había visto mucho más de lo que cualquier mortal debería ver.
—Es porque tienes un buen ojo, Nicholas —respondió Cristal con un tono juguetón, mientras se acercaba a él—. Aunque no deberías estar tan impresionado. Fuiste tú quien me enseñó.
Nicholas sonrió levemente, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y tristeza.
—Es cierto —dijo con un leve suspiro—. Pero lo que has logrado va más allá de lo que podría haberte enseñado. Eres más fuerte de lo que nunca fui, y cuando llegue el momento... sé que estarás lista.
Cristal asintió, pero su mirada se ensombreció por un instante. Sabía a qué se refería Nicholas. La profecía que había sido contada una y otra vez desde que era pequeña. El destino que la aguardaba. Había entrenado toda su vida para ese momento, pero eso no hacía que la carga fuera menos pesada.
—Sé que el momento está cerca —dijo Cristal en voz baja, su mirada fija en el horizonte—. Lo siento en el aire. Algo está cambiando.
En las últimas noches, Cristal había tenido sueños oscuros, llenos de sombras que se retorcían como serpientes bajo un cielo sin estrellas. Siempre despertaba con el corazón acelerado, sus manos empapadas de sudor. Nicholas no lo sabía, pero cada vez que miraba hacia el horizonte, tenía la sensación de que algo se estaba moviendo, acercándose poco a poco.
Nicholas se detuvo a su lado, su rostro endurecido por la preocupación. Sabía que la oscuridad que había atacado Aedendor años atrás no había desaparecido por completo. Solo se había retirado, esperando el momento adecuado para regresar. Y ahora, con el Solsticio de Invierno acercándose una vez más, temía que ese momento hubiera llegado.
—No estás equivocada —dijo Nicholas, su tono sombrío—. La oscuridad está volviendo, y esta vez será más fuerte que antes. El reino ha estado en paz durante estos años, pero eso no significa que el peligro haya desaparecido. Lo único que ha hecho es fortalecerse.
Cristal lo miró con seriedad, pero en sus ojos no había miedo, solo determinación. Desde joven, había aceptado su destino. Sabía que era la única capaz de detener la oscuridad, pero también sabía que no estaría sola. La profecía hablaba de un guía, de alguien que la acompañaría en su lucha. Lo único que no sabía era quién sería.
—¿Crees que estoy lista? —preguntó Cristal, sin apartar la mirada de Nicholas.
Nicholas la miró profundamente antes de responder. La había criado, entrenado, y visto crecer de una niña indefensa a una guerrera formidable. Sabía que estaba lista, pero también sabía que ningún entrenamiento podía preparar a alguien completamente para lo que estaba por venir.
—Eres más que capaz, Cristal —dijo finalmente—. Pero esto no es solo una cuestión de habilidad. Debes confiar en tu corazón y en tu instinto. Cuando llegue el momento, sabrás qué hacer.
Cristal asintió, sintiendo el peso de las palabras de Nicholas. Sabía que tenía razón. Durante toda su vida, había entrenado para ser una guerrera, pero lo que venía no era una simple batalla. Era algo más grande, algo más oscuro. Y no podía enfrentar eso solo con fuerza física. Necesitaría algo más, algo que aún no comprendía del todo.
El Solsticio de Invierno estaba cerca. Antaño, era una festividad de renacimiento en Aedendor. El pueblo se llenaba de luces y canciones, y todos celebraban el retorno de la luz tras la noche más larga del año. Pero desde el ataque de las sombras, todo había cambiado. Ahora, el Solsticio solo traía consigo una sensación de inminente peligro. Las canciones habían sido reemplazadas por susurros, y la alegría, por miedo.
—El Solsticio de Invierno está cerca —dijo Nicholas, interrumpiendo sus pensamientos—. Y con él, vendrá la profecía. Debemos estar preparados para lo que venga.
Cristal asintió de nuevo, esta vez con mayor resolución. Se acercó a Nicholas y, por un momento, permitió que la calidez de su presencia la reconfortara. Lo había considerado su padre durante toda su vida, y aunque sabía que no lo era en sangre, en su corazón siempre ocuparía ese lugar.
—Gracias por todo, Nicholas —dijo suavemente, apoyando una mano en su brazo—. Pase lo que pase, siempre te consideraré mi familia.
Nicholas le devolvió una mirada llena de cariño y orgullo, aunque su semblante permanecía serio.
—Y yo siempre estaré a tu lado, Cristal, hasta el final.
Cristal asintió y, con un último vistazo a los campos que la rodeaban, comenzó a caminar de vuelta al castillo, con Nicholas a su lado. Sabía que el momento que había estado esperando durante toda su vida estaba a punto de llegar. La profecía se cumpliría, y cuando lo hiciera, ella estaría lista.
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Cristal (Las crónicas de Aedendor)
FantasyLa Dinastía Escorpión ha gobernado Aedendor durante siglos. La muerte de uno de sus líderes desata el caos en este modesto pueblo, rodeado por un bosque profundo al que nadie se atreve a ingresar, no si desean seguir con vida. Para los habitantes, e...