-¿Enserio, otra vez? No me jodas.
Si, era verdad. Estaba lloviendo otra vez en Madrid. Y ya era la tercera esa semana.
Martin veía el agua de la lluvia golpear el cristal de su ventana del baño, mientras se duchaba tranquilamente antes de ir a clase.
Al primer día de clase.Cayó entonces en la cuenta de que iba a ser su primera vez en la universidad, en una ciudad totalmente desconocida para él a la que apenas le había cogido el tranquillo, completamente solo y sin tener las cosas demasiado claras.
Y se puso bastante triste. Porque nada más recordar su vida antigua le entraban ganas de llorar.
Desde que había llegado a Madrid, había hablado por teléfono todos los días tanto con sus padres como con sus hermanos y sus amigas, y en todas las veces les decía lo mucho que les echaba de menos. Pasaba todo su tiempo libre intentando hacerse a la vida de la ciudad, porque sabía que ese era el futuro que había elegido durante los próximos cuatro años. Y, aún llevando quince días haciéndolo, seguía sin entender por qué el metro conducía por la izquierda, ni que tenían de especial cuatro letras amarillas de una marca de cerveza sobre un cartel luminoso.
Pero sobre todo no entendía por qué llevaba tres días sin parar de llover a 4 de septiembre.
El resto de la mañana, antes de dirigirse a la universidad, se dedicó a repasar la ruta que debía hacer para así no equivocarse, como la última vez que había hecho el intento de ir, el día de la presentación. Había llegado tan tarde que todas las visitas guiadas a las instalaciones habían acabado para todas las facultades.
Por eso quería causar una buena impresión su primer día oficial. Eligió un conjunto que aún no se había puesto desde su llegada a la ciudad, y que, al menos para él, gritaba "Martin Urrutia" a los cuatro vientos.
A las 08:17 de la maña bajo las escaleras de su bloque de pisos y se dirigió hacia la parada de metro más cercana de su portal. Al bajar, se cruzó con cuatro mujeres extranjeras que se comportaban como turistas mal educadas, dos niños que vestían el uniforme de algún colegio pijo de la capital, y un señor muy bien arreglado que llevaba un maletín bastante antiguo en la mano. Martin seguía sin poder explicarse como todas aquellas personas eran totalmente desconocidos para él, y que, probablemente, nunca más volvería a verlos. Le asustaba y le alucinaba a partes iguales.
Tras bajar del primer tren, se dio cuenta de que los minutos cada vez pasaban más rápido y de que no llegaría si no se daba prisa, así que subió a toda velocidad las escaleras del andén de la línea dos para volver a bajar las de la seis igual de rápido. Tanto que no se dio cuenta de que un chico que también parecía tener mucha prisa se había parado justo delante de él a observar cuál era el camino correcto hacia la universidad.
No le dio tiempo a poner un pie fuera de la escalera cuando se dio de cruces con la mochila que llevaba a la espalda aquel joven, consiguiendo empujarle y que perdiese el equilibrio.
-Ostia, ¿que cojones? -se giró hacia Martin, y éste entonces pudo ver como era mucho más grande e intimidante de lo que parecía -Cuidado, joder.
-Perdona, no te he visto.
-Pues estaba delante tuyo, como para no verme -parecía mucho más cabreado que antes, con el ceño fruncido hasta la punta de la nariz.
-Mira, llego tarde a clase, ¿vale? Ya te he dicho que lo siento.
Pero el chico no le contestó. En cambio, se volvió a dar la vuelta y comenzó a andar, perdiéndose entre uno de los pasillos del andén.
"Joder con los madrileños", pensó, porque había sido el primero con el que había hablado, a parte del técnico y el fontanero de su casa, y no le había causado la mejor impresión.
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La vida de ayer
FanfictionLos 20 años les habían afectado a ambos. En tercero de carrera, sus mentes comenzaban a plantear cosas que ni ellos sabían entender. Miedos, inseguridades, decisiones por tomar. Todo ello mezclado con el amor. Un cocktail de la vida que habían vivid...