Las mismas esperanzas.

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Voy camino a la escuela, que extraño es pensar en ella, ni idea de su nombre, hacía mucho no me obsesionaba con algo, ayer sólo la vi linda, hoy que la recuerdo la veo hermosa, sigo caminando, hace frío pero no puedo sentirlo, mis manos están heladas y yo sigo pensando en ella.

He llegado, lo mismo de siempre, compañeros sentados fuera del salón, miro al otro salón, no la veo. Que tonto, como si fuera a tener tanta suerte.
Paso a saludar, choco palmas con los de afuera y entro al salón, no ha llegado Ale, siempre llega tarde pero bueno, no es mi única amiga, pero ella es como yo, mi alma gemela.

Pero hablar de Ale es olvidarme de lo demás, llegan varios, saludo a todos, me gusta otra chica del grupo... No se parece en nada a quien vende dulces, pero me gusta.

-¡Brandon! ¿Que tal?- Me dijo Alejandro al entrar al salón.
-Hola- Respondí casi sin ganas y él se siguió de largo.

En ese momento voltee a la ventana, a mi izquierda. Era Ale, venía con su mochila y el uniforme de regla, traía una bufanda blanca en el cuello y su caminar tan singular.
Me levanté y permanecí en la puerta, esperando a ella, cuando llegó me saludó de beso en la mejilla y entró a dejar su mochila, giré y entré para sentarme al lado.
-Caminas muy raro, pareces un soldadito-
-¿Qué? Así camino- Dijo con un tono agresivo y gracioso, era broma.
-Bueno, ya cállate, vamos a comprar algo-
Asintió y caminamos a la cafetería, era un alivio que la escuela fuese pequeña.

Aún se sentía frío, pedí un café y Ale dejó.pagado un sándwich.
-Oye- Le dije al caminar a una mesa. -¿Y si buscamos a la chica de los dulces?

-¿A la de segundo año? Si quieres- Se mostraba totalmente desinteresada pero me siguió.

Y ella estaba ahí, sentada en una jardinera con un bolso, donde guardaba todo.

-Hola- Le saludé con nervios. -¿Tienes de esos bombones rellenos?-

-¡Ah! Hola- No paraba de sonreír, ese punto exacto en el que haría sonreír a cualquiera. -Si, quedan algunos- Abrió el bolso y dejó que buscará.

Tomé tres, uno yo, uno Ale y uno Ruth, todos verdes, de sandía.

Pagamos y nos despedimos de ella. -Gracias, hasta luego- ambos al unísono.

Caminamos al salón mientras comíamos esos malvaviscos rellenos, había olvidado que tenía un café en una de mis manos, que gasto tan innecesario.

El frío de pronto era nulo, ya no lo sentía, llegamos al salón y cada quien en su lugar pues el profe ya estaba entrando, clase de antropología ciertamente aburrida, un maestro de baja estatura, un tanto gordo, siempre llegaba con un café en mano, tenía ojos color azul y era un padre, de esos católicos.

La clase fue lo habitual, aburrida y sencilla... Permanecía siempre en lo que debía tratando de mejorar, subir calificaciones a base de apartarme.

-¡Ruth!- Grité cuando recordé lo del malvavisco que compré para ella.

-¿Qué?- Gritó ella apesar de estar a tres butacas de distancia, con un tono de burla alargó la palabra.

-Toma- Le lancé el dulce con intención de golpearla en la cabeza pero fallé y ella lo atrapó en el aire.

-Gracias ¿Qué es?- Ya lo estaba abriendo con curiosidad mientras Ale que estaba detrás de ella le susurraba algo.

-No te lo comas... Sabe feo- Alcancé a oír desde mi asiento.

Sin embargo las cosas no quedarían así, había más cosas en las que pensar, Coco, una chica linda, belleza oculta, no la había notado en lo que llevamos de clases... Su sonrisa me cautivó, por muy común que suene, creeran que soy un mal hombre, gustando de una y otra, pero no lo veo así, me gusta aprender de ellas.. Y Coco me atrapa como si fuese el sueño a final del a, la vida es corta y el amor tan extraño.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2015 ⏰

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