LOS AMANTES HÉRON Y ALIANA

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LA HIJA DE LOS DIOSES.

LA GUERRA ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO.

CAPITULO 1

Los dioses que vivían en los cielos, eran grandes y majestuosos, siempre ellos escuchaban los rezos de los mortales, quienes pedían ayuda para salvarlos de los Demonios, o agradeciendo por esta ayuda y ser librados del mal.

Los dioses eran muy vanidosos, estaban perdidos en los deseos de la carne, cometiendo cuanta bajeza pudieran entre ellos, eran unos tomadores de vinos exóticos, perdidos en su borrachera, viviendo en alegría, pues nadie más
les imponía reglas, su poder que no tenía límites en el inmenso cielo.

En el segundo cielo se encontraba el dios de nombre Herón, amo de los cielos y de la Tierra, estaba completamente desnudo mostrando su cuerpo perfecto, y su amante era la diosa Alina, la diosa de la pasión, quien con sus ojos
verdes lo miraba con lujuria.

La mujer tenia unas líneas despampanantes de su cuerpo, en ese instante estaba acostada y sus piernas estaban en cada una de sus orejas, ese
grande busto tocaba su barbilla, sonreía coqueta, mirando al dios Herón, meter y sacar su grueso garrote, en el mojado bizcochito, tal vez eran diez pulgadas de las catorce gruesas pulgadas que tenía.

El Dios Herón miraba el hermoso cabello de color oro de su amante, mientras su cadera no paraba en ese delicioso mete y saca de garrote, viendo los grandes senos moverse al ritmo de sus empujones.

Ella tenía una elasticidad encabronada, con sus propios codos se atoraba las corvas para no bajar sus piernas, ofreciéndole asi todo su bizcochito a su amante, mientras la Diosa de la pasión, soltaba unos gemidos lascivos, al tener ese
grueso garrote entre sus piernas, que le torturaba de una forma deliciosa toda su panochita:

- ¡Ah! ¡Que rico! ¡Húndemelo todo! ¡Ah! ¡Ah! -

Desesperada, la diosa con ambas manos se apretaba sus grandes senos, colocando un pezón en su boca, lamiéndoselo con gula y dándose de pequeñas mordidas, con sus párpados entreabiertos miraba a su amante, quien media
dos metros treinta y seis centímetros de estatura, tenía el cabello corto de color castaño, sus ojos claros que la veían con mucha lujuria, su nariz afilada, los labios delgados, Herón abrió la boca y con su voz grave expresó:

- ¡Eres una puta insaciable! ¡Te lo devoraste todo! -

Durante un buen lapso de tiempo, el dios le metía y le sacaba su garrote, compartiendo ese inmenso placer que sus cuerpos les brindaban.

Los dos respiraban muy agitados, sintiendo sus cuerpos calientes y sudorosos, por ese delicioso acto sexual.

La diosa Alina, también se retorcía de placer y de lujuria, mientras ese garrote no se detenía ni un momento de torturar su mojada panochita, sintiendo escurrir sus muslos de caliente placer,
el movimiento de él era brusco, esa papayita adornada por unos vellitos de color de oro más se le mojaba.

Entre más le entraba el garrote, más se le despertaba su lujuria a la diosa, queriendo ser saciada por completo, durante varios minutos Herón talló su gruesa tranca en ese delicado orificio de placer, sus cuerpos estaban más calientes y sudorosos, hasta que Herón le ordenó:

-Vamos puta insaciable, ahora parame bien tus nalgas. -

La diosa Alina sonrió, mirando ese grueso garrote sacárselo de su mojada papayita, ella quitó las piernas de los costados de su cabeza, enseguida, se sentó sobre la enorme cama, pero en vez de darse la vuelta acercó su cara, de inmediato sacó su lengua dándole un lengüetazo en la punta del garrote, y abrió su boca dándole una tremenda mamada, que cimbro todo el
cuerpo del dios Herón.

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