Prólogo

1 1 0
                                    

La oscuridad nos acecha a todos, nos persigue e incita a sumergirnos en ella. Quizás... deberíamos escucharla y entregarnos a su merced.

-No te detengas-


Era lo único que me repetía mientras corría, sintiendo que el corazón se me saldría en cualquier momento. No puedo fallar. No después de todo lo que he hecho por el Distrito 19, aquél lugar que, aunque no era mi hogar, había llegado a sentir que en realidad pertenecía allí. Me hacía sentir lleno, lleno de una calidez que nunca pensé llegar a sentir desde hace mucho. No puedo fallarles, no a ellos.


-No voltees-


Si lo hago, el dolor del tobillo y las crecientes pulsaciones mi hombro desgarrado, no serán mis únicas preocupaciones, puesto que ya no habrá ningún dolor. No sentiré nada. Solo el terror de saber que Eso que viene detrás de mí me alcanzará y me consumirá lenta y dolorosamente, porque eso es lo que hace. Le gusta jugar con sus víctimas, torturarlas hasta que se entreguen sin más a ése horrible destino peor que la muerte misma. Sin embargo, no me preocupa lo que me pase, sino lo que sucederá después.


Sé que no bastará conmigo. Vendrán más. Sufrirán muchas más personas, así como sucedió en aquellos días tormentosos, cuando todo quedó reducido a cenizas y la oscuridad reinaba en toda Sideón. Sideón, esa nación donde todo funcionaba correctamente, las cosas estaban en orden y era seguro para todos, así era la Sideón que procuraba reestablecer mi padre. La razón por la que decidí entrenarme toda mi vida, para traerla de vuelta. Por desgracia, esa Sideón ya no existe, solo queda el borroso recuerdo de eso que hace tanto se perdió.


-Rápido-


Escuchaba sus chillidos detrás de mí. ¿Cómo puedo despistarlo? Es demasiado rápido. Demasiado astuto. Es como si anticipara cada movimiento que hago y buscara una grieta donde poder derrumbar mis defensas.


Vi un callejón y giré bruscamente hacia el, provocando que resbalara en un charco, apoyándome del suelo de asfalto con una mano. El hedor a orina y otros desechos me llegó al instante ¡Qué asco! Lo mejor será cruzar lo antes posible.


Había perdido comunicación con Distrito desde hace horas. La base me envió a investigar el origen de tantas bajas en tan poco tiempo. Siempre el mismo lugar. Siempre de noche. Al principio, lo que comenzó como una investigación, se volvió una cacería. Lo que no sabía es que yo era la presa. Las armas que traía conmigo no habían bastado para liquidar a la criatura. Una criatura que, de no haber visto con mis propios ojos, no creería que seguía en este mundo. Una criatura que después del sacrificio no debía existir.

¿Cómo demonios había logrado volver?

No, la verdadera pregunta sería: ¿Alguna vez se fue?


Las sombras la envolvían, oscilando alrededor de ella, tan negras y oscuras como si hubiesen estado hechas de las mismas tinieblas; se tragaba cualquier atisbo de luz, sumiendo todo en oscuridad. Dentro de ellas apenas se distinguía algo, pero con lo que podía ver era suficiente para dejarme helado. Una figura deforme y llena de venas hinchadas, con unos dientes tan enormes y afilados que parecían cuchillas, desprendiendo un líquido oscuro y viscoso de su boca, cuyo hedor putrefacto quemaba. Y sus garras, del tamaño de mi mano, soltaban chispas cuando las arrastraba por el suelo. Pero, eso no era lo peor. Sino esos ojos rojos que parecían brasas ardiendo, te miraban con una fiereza y hambre que sabías que no sobrevivirías, y que de hacerlo nunca los olvidarías pues estarían presentes por el resto de tu existencia.


Empecé a sentir cansancio, no puedo seguir corriendo. Debo hacer algo que la detenga. No debo dejar que siga consumiendo la vida de las personas y desate el caos consigo.


-Debo hacer algo-


Paré frente a un muro de concreto, apoyándome en éste para recuperar el aliento mientras el corazón me latía desbocado. No podía usar el Saedio, las heridas de mi cuerpo y el cansancio no me permitían accionar a su poder.


-!Mierda!- gruñí. Estaba abandonado a mi suerte. Rápido, necesito pensar en algo, algo que me ayude a salir de esta pesadilla.


-Silencio-


No escucho nada. ¿¡Por qué no se escuchaba nada!? Miré alrededor buscando alguna señal de movimiento o algo que delatara la posición de la criatura. Pero no había nada. El callejón se veía vacío. El frio viento nocturno, me heló hasta los huesos y me erizó los vellos de la nuca. Todavía sentía sus ojos encima de mí, me observaba antes de dar el último golpe. Pero no veía nada.Los vahos que formaba mi respiración al juntarse con el frío de la noche más el miedo que se instaló en mi corazón me hizo armarme de valor para hacer lo único que podría acabar con esto.El radio emitió un sonido ¿Podría intentar comunicarme una última vez antes de lo inevitable?.


-¡Éldros Moons a Distrito, repito, Éldros Moons a Distrito! ¿¡Me escuchan!?- la estática era lo único que se escuchaba.- ¡Distrito, acá el Éldros Moons! ¿¡Me escuchan!?- otra vez, sólo estática.


-Todo depende de mí-


Capté un movimiento por el rabillo del ojo, volteé enseguida esperando encontrarme a la criatura. Pero no, se movió con tal rapidez que si hubiera parpadeado no lo notaría.


-Se está acercando-


Miré en todas direcciones, susurros llegaban de todas partes. Voces en mi mente que jugaban con la poca cordura que me quedaba. La criatura se detuvo a varios metros frente a mí, mirándome fijamente y olisqueando el aire. Podía oler el miedo que emanaba de mí. Estaba aterrado, lo admito. Pero ¿Quién no lo estaría? Lanzó un chillido gutural que me hizo taparme los oídos y encogerme del dolor. Es ahora o nunca.


Busqué rápidamente en mi cinturón y saqué una granada de luz que guardé como ultimo recurso, era lo único que me quedaba del arsenal con el que salí de la base. La única esperanza de acabar con ella...no importa si caigo en el proceso. Al percatarse de lo que tenía en la mano, la criatura se abalanzó sobre mí. Pero ya era tarde. Le había quitado el seguro...


De repente todo se tornó oscuro.

Sideón: Susurros de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora