Capítulo 2: Tempestad

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Podía verse desde todo el lado oeste del elevador.

La criatura que había activado el grito de las alarmas subía y bajaba repetidas veces, golpeando su cuerpo contra el campo de fuerza que las partículas divinas formaban para proteger a Haoma. Todos los empleados de la Liga que no fueron llamados para el combate habían activado el protocolo de encierro, que cubría todas las ventanas y puertas con barreras de titanio.

Por supuesto, ninguna de estas protecciones era suficiente para detener a un Daeva por encima de la media, solo brindaría un leve retraso a su destrucción, lo suficiente como para evacuar a los túneles subterráneos donde se ubicaba el escuadrón de defensa de esa sección.

Esta era la razón por la cual trabajar en Haoma o sus inmediaciones era generosamente remunerado. Siempre había riesgos, lo que contrastaba con las declaraciones del Grupo Rosa Negra (la multinacional que se encargó de su producción), que afirmaba que los elevadores eran, potencialmente, el lugar más seguro del mundo.

La ironía de estas declaraciones, siendo el descriptor de un lugar donde aparecían abominaciones inter dimensionales no escapaba a nadie que viviera en la isla artificial de Wohlstand. La apariencia del Daeva parecía encarnar ese sentimiento, era un colosal lagarto sin piernas ni brazos típicos de su especie; más bien, de su espalda salían varias extremidades de una mantis religiosa.

Una monstruosidad digna de estar categorizada como el peor enemigo de todo lo que era terrenal.

Rugió, desatando una cacofonía de cientos de gritos mezclados, como si compartiera cuerpo con cada especie animal del mundo. Este alarido casi sirvió como una señal para que una escotilla rectangular se abriera en la base del elevador.

—¡Inicia la operación!—gritó una voz determinada.

Tres sombras salieron volando, disparadas desde del hangar en dirección a la perversa criatura sobrenatural, empleando una formación triangular. En la delantera estaba una chica de baja estatura y corto cabello negro, acompañada por un joven corpulento y de tez oscura. Ambos sonreían.

Detrás de ellos estaba un hombre de la misma edad que ellos, pelirrojo y con una expresión circunspecta que contrastaba con los buenos humores que llevaban sus dos compañeros.

Los tres llevaban un traje oscuro de batalla que abrazaba sus cuerpos; si bien estaba estilizado como un traje con camisa, era todo menos usual. Líneas de energía verde recorrían cada sección de aquella tela, que poseía un fantasmal brillo metálico, y estaba cuidadosamente sostenida y reforzada por varias cintas de un material similar al cuero.

Gracias a los avances tecnológicos implementados en sus trajes, estaban flotando establemente, a punto de lanzarse contra su enemigo, que aún no los había notado, pues seguía golpeando repetidas veces su cuerpo y sus afiladas patas contra el campo de fuerza.

—Florencia, Hernán.—dijo Jaime, el joven pelirrojo.—Tengan cuidado, si sienten que tienen que retirarse de la batalla, háganlo. Recuerden también que mis órdenes son más bien sugerencias, no soy Eliana.

—Lo mismo va para ti, Jaime.—dijo Florencia con el pulgar levantado.—Contá con nosotros, ya es la tercera vez que hacemos esto, somos Synchronizers de pedigree.

—Bueno saberlo...—dijo Jaime con una leve sonrisa.

—Sí, vamos a destruir a esta cosa y nos van a dar un jugoso bono.

—Creo que leímos un contrato distinto.—dijo Florencia.

—Suficiente charla.—dijo Jaime volviendo a su expresión seria.—¡Liberen su aura! ¡Mantengan la formación actual! ¡Como siempre, yo hago de soporte!

AshavanWhere stories live. Discover now