𝐃 || Celeste es una chica tranquila y reservada. O mejor dicho, era, porque desde que el profesor Snape la obligó a hacer un trabajo junto a Theodore Nott, su mundo se hizo un caos.
Él, su mejor error.
Ella, su peor decisión.
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Transcurrió una semana después del duelo de Theodore y Celeste. Ambos no volvieron a ser iguales. La soledad los consumía y la esperanza de volver a estar juntos disminuyeron al pasar los días. Celeste aún no se hacía a la idea de no tener al castaño a su lado, extrañaba todo de él.
Los chicos se habían encontrado por los pasillos, en el Gran Comedor y en sus clases de Pociones y Defensa Contras las Artes Oscuras. Las miradas eran tensas, pero ni una palabra salían de sus gargantas.
Celeste lograba olvidarse de Theodore cuando estudiaba para los T.I.M.O, aunque a veces se estresaba al recordar al castaño y dejaba de estudiar. Ella había aprobado los exámenes y era el único motivo por el que se sentía un poco mejor. En cambio, con un poco de suerte, Theodore había conseguido aprobar los T.I.M.O, aunque Pansy tuvo que haberle ayudado a estudiar.
El verano había llegado a Hogwarts, y con él, el Expreso de Hogwarts se preparaba para un nuevo viaje. El sol brillaba intensamente, bañando de luz dorada los paisajes que rodeaban la estación de tren. Los estudiantes se agrupaban en la plataforma 9¾, riendo y compartiendo historias mientras esperaban el momento de abordar.
A medida que el reloj marcaba la hora de salida, el silbato del tren resonó en el aire, agitando la emoción en el corazón de cada joven mago y bruja. El Expreso, con su característica locomotora de color rojo y vagones cubiertos de vapor, parecía cobrar vida, ansioso por partir. El aire estaba impregnado del aroma a carbón ardiente y el suave tintineo de los carritos de golosinas que los estudiantes comenzaban a comprar. Los caramelos de calabaza, los sapos de chocolate y las ranas de chocolate se apilaban en los brazos de los que se apresuraban a encontrar un asiento.
Celeste había encontrado un compartimento vacío con Marilyn, ambas se situaron allí y comenzaron a comer golosinas mágicas que le habían comprado a la bruja del carrito.
—¿Has vuelto a hablar con Nott? —preguntó Marilyn.
La pelirroja emitió un suspiro y miró por la ventana, el prado verde era maravilloso.
—No lo he echo, Marilyn.
Su mirada volvió a perderse en el paisaje a través de la ventana.
—¿Estás bien, Celeste? —preguntó, su tono suave y comprensivo.
Celeste se giró lentamente, forzando una sonrisa que no llegó a alcanzar sus ojos.
—Sí, solo estoy... pensando.
—Sobre Nott, ¿verdad? —Marilyn lo adivinó sin esfuerzo.
Celeste asintió, sintiendo que una lágrima rebelde se asomaba en su ojo.
—No entiendo por qué lo hizo. Todo estaba bien entre nosotros, o al menos así lo pensé. No sé por qué decidió dejarme —dio un suspiro tembloroso—. Supongo que tienes que elegir entre tu felicidad o la de los demás, ¿no?
Marilyn tomó la mano de Celeste y la apretó con fuerza.
—Quizás él solo necesita tiempo. A veces, los chicos son complicados.
—No es solo eso —replicó Celeste, frustrada—. Fue tan repentino.
Las palabras salieron de su boca como un susurro quebrado, y sentía que su voz se ahogaba en la tristeza.
Marilyn la miró con preocupación.
—¿Estás segura de que no hay algo más? Quiero decir, a veces hay cosas que no decimos. Quizás Theodore está lidiando con algo.
Celeste cerró los ojos, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse. La idea de que Theodore pudiera estar en problemas la llenaba de temor. Sabía que venía de una familia con conexiones oscuras, pero nunca había imaginado que eso pudiera afectarlo tan directamente.
—¿Y si...? —comenzó a decir, pero se detuvo, temiendo lo que podría revelar.
—¿Y si qué? —preguntó Marilyn, inclinándose hacia ella con interés.
—¿Y si lo hizo porque está involucrado en algo peligroso?
Marilyn frunció el ceño, reflexionando sobre la idea.
—Eso es... una posibilidad. Pero no puedes asumir lo peor. Theodore te quiere.
—No lo sé, Marilyn. Si realmente me quisiera, no me habría dejado así —replicó Celeste, sintiendo que su voz se quebraba de nuevo.
—Quizás piensa que te está protegiendo —sugirió su amiga—. A veces, los chicos piensan que dejar a alguien es la mejor forma de protegerlo.
Celeste se quedó en silencio, pensando en eso. La idea de que Theodore podría haber tomado esa decisión por ella era aterradora. No quería que él la protegiera de nada; solo quería que estuviera a su lado.
—Necesito entender por qué lo hizo.
—Entonces, ¿por qué no le escribes? —sugirió Marilyn—. Puede que no te responda, pero al menos tendrás la oportunidad de expresar lo que sientes.
Celeste consideró la idea. Aunque le aterraba la posibilidad de que Theodore no quisiera hablar con ella, también sabía que no podía seguir así. Tenía que hacer algo, incluso si eso significaba abrir viejas heridas.
Con un suspiro decidido, sacó su pluma y pergamino de su mochila. La pluma temblaba entre sus dedos mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, comenzó a escribir:
Querido Theodore.
No puedo dejar de pensar en lo que pasó entre nosotros. Me duele que te hayas alejado de mí sin una explicación, y quiero entender por qué lo hiciste. No puedo aceptar que lo hiciste solo por protegerme. Si realmente me quieres, deberías hablarme.
No sé si me responderás, pero tengo que intentar.
Con cariño, Celeste
Al finalizar, selló el pergamino con un suspiro, sintiendo que al menos había dado el primer paso hacia la claridad. Miró por la ventana nuevamente, observando cómo el paisaje cambiaba mientras se acercaban a la estación. Sus pensamientos estaban llenos de ansiedad, pero había un rayo de esperanza en su corazón. Tal vez, solo tal vez, Theodore le daría una oportunidad de entenderlo.
Marilyn observó en silencio, reconociendo la determinación en el rostro de su amiga.
—Lo hiciste bien, Celeste. No importa lo que pase, al menos sabrás que hiciste lo correcto.
La estación de tren apareció ante sus ojos, y la emoción del regreso a casa se mezclaba con la inquietud por el futuro incierto. Celeste sabía que el verano sería diferente, pero estaba dispuesta a luchar por lo que amaba. Mientras el tren se detenía, su corazón latía con fuerza, preparado para enfrentar lo que vendría.
A medida que los estudiantes comenzaban a descender, Celeste se sintió un poco más ligera. Tal vez el verano traería respuestas. Y, con suerte, también traería de vuelta a Theodore.