𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐈𝐈

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Nervios

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Nervios.

Ese era el único sentimiento que sentía.

Temblor.

Ese era uno de sus pequeños tics.

Su ojo izquierdo parpadeaba ligeramente sin siquiera ella sentirlo.

Estaba a punto de verse con su nueva tentación. Sí. Estaba en la puerta de la biblioteca. Y no sabía si entrar o salir corriendo.

La segunda opción se veía apetecible, aunque sería digno de una persona bastante cobarde. Tampoco era para tanto. Pero, en realidad, a ella sí se lo parecía.

Un trabajo con Theodore Nott. Un Slytherin. Amortentia.

El significado de todas aquellas palabras era sin duda: incomodidad, y Celeste odiaba bastante esa palabra. Y, en cuanto a lo de Slytherin, eso era lo de menos. Ella podría haberlo sido, pero estaba contenta con su casa actual azul.

Debía entrar.

Sus piernas no le daban el gusto de hacer algún movimiento. Cualquier persona que la viera, allí parada, sola, mirando a una puerta de madera fijamente, con un moño suelto y la túnica de Ravenclaw mal desabrochada, pensaría que estaba loca.

Lo estaba.

Un carraspeo detrás de ella la hizo sobresaltar y abrir los ojos de par en par. Sin siquiera moverse o girarse para ver de quién se trataba, escuchó su voz áspera:

—¿Piensas entrar de una vez o me harás perder el tiempo esperando a que abras la puerta?

Empezó bien la cosa.

Suspiró. No quería iniciar una discusión. Y mucho menos con él.

Abrió la puerta y dio pasos rápidos hasta que ellos mismos se lo permitieron y se estacionaron en una mesa bastante alejada de las demás mesas.

—¿Tanto te avergüenzas de estar al lado de un Slytherin? —dijo él con una leve sonrisa pícara.

—Solo quiero acabar esto de una vez.

El chico asintió.

Celeste elevó el mentón para mirarlo y se dio cuenta de que no le había aguantado la mirada en los dos minutos que llevaban juntos. Observó como Theodore comenzaba a sacar un par de libros, unos frascos y unos pergaminos.

—Empieza a buscar información sobre la Amortentia —habló Theodore, lanzándole uno de los libros bruscamente.

—¿Y por qué yo?

—Fuiste tú la que se quedó dormida a mitad de clase —se burló—. Sabrías cómo hacer la poción si no fueras tan somnolienta.

Celeste bufó, volteando los ojos. Comenzó a rebuscar entre las páginas e intentaba concentrarse y no ponerle demasiada atención al chico de enfrente.

—Necesitaremos jugo de arándano, una soda, una granadina, semillas de anís verde, tisana —empezó a deletrear Celeste mientras leía— e hielo.

—¿Hielo?

—Por lo que veo, tú tampoco prestaste mucha atención —sonrió triunfante, dejando el libro sobre la mesa.

—De hecho, esta asignatura no se me da muy bien —argumentó de mala gana—, además, no tengo que darte explicaciones.

Y otra vez.

No entendía si era ella, que se molestaba por todo, o era él el molesto. Suspiró, intentando aguantar las ganas de tirarle el libro en la cara.

—Bueno, encárgate de conseguir los ingredientes.

Celeste se levantó del asiento.

—No te preocupes en hacerlo tú —le dijo sarcásticamente—. Mañana en mi habitación, este lugar es repugnante.

—¿Lo tendrás todo para mañana?

Él le arqueó una ceja —¿Acaso es un reto?

La Ravenclaw alzó los hombros y poco a poco, se fue alejando de aquel rincón en el que ambos se hallaban y salió de la biblioteca, con un par de murmullos acorralandola.

En unas pocas horas se haría viral un nuevo rumor. ¡Theodore Nott y la Ravenclaw insoportable juntos en la biblioteca, qué dilema!

Desde luego, lo que más le impresionó a Celeste fue que la invitara a su habitación. Sabía que invitaba a toda chica de Hogwarts que estuviera dispuesta a pasar una noche con él. Pero claro que, solo iban a hacer el estúpido trabajo.

Celeste se dirigió a la sala común de su casa, estaba cansada y solo quería quitarse los molestos zapatos de sus delicados pies. Una vez que llegó a la puerta, murmuró la contraseña y esta le cedió el paso.

En la sala común se hallaban Jeffrey y Marilyn hablando muy animadamente, sentados en los sillones azulados.

El azul era su color favorito, y no porque se llamara Celeste.

—¿Qué tal te ha ido con Nott? —cuestionó el chico, interesado.

La chica se desplomó encima de Jeffrey y se acurrucó en él. Eso, definitivamente era extraño en ella. El moreno estaba más que acostumbrado a sus va y vienes emocionales.

—No ha estado mal, pero sí que es un tanto insoportable —se quejó, acariciando el cuello de Jeffrey.

Desde que el moreno y la cobriza se conocieron, todo el mundo propagó rumores acerca de su inexistente relación. Sin embargo, les daba completamente igual la opinión o inclusive lo que dijeran los demás sobre ellos.

—¿Lo habéis terminado al menos?

Celeste le negó a la rubia —Me ha invitado a su habitación para comenzar a hacerla.

Sintió como el cuerpo del chico se tensaba bajo ella.

—No creo que deberías ir.

—¡Por supuesto que irá! —defendió Marilyn—. Sino, pensará que le tienes miedo.

—A él no, a los de su casa un poco.

—Tranquilízate Cel. No creo que muerda.

Jeffrey bufó y se deshizo de la pelirroja para irse de la habitación.

—¿Qué le pasa a este ahora?

La rubia, sin decir nada, apretó los labios formando una severa línea y alzó los brazos.

Era extraño. Bueno, Jeffrey era extraño. Pero no tanto. O eso creía ella.

DUBBY | THEODORE NOTTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora