Voces en el Aire

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Mix

El reloj de la pared marcaba las 8:58 p.m., y la luz roja sobre la puerta del estudio parpadeaba. Dos minutos para el aire. La rutina debería tranquilizarme, pero los nervios siempre venían de visita en esos últimos instantes. Inhalé, intentando calmarme. La cabina de radio tenía ese olor tan familiar a café recién hecho, y el aroma me ayudaba a concentrarme.

Ajusté los auriculares y miré de reojo a Torá, que ya estaba en su lugar, relajada como siempre, con esa sonrisa desafiante que hacía que mis nervios se desvanecieran un poco. Ella, con sus pantalones rotos y esa camiseta negra que tanto me gustaba, parecía el tipo de persona que podría estar haciendo cualquier cosa menos esperando hablar de literatura y canciones antiguas en un programa de radio. Pero ahí estaba.

"¿Lista, Mix?" me susurró, con ese tono que siempre me hacía sonreír.

"Tan lista como puedo estar con esa cara de rebeldía justo al lado", respondí en voz baja, fingiendo estar molesta. Ella rió suavemente y me hizo una seña con la mano como si fuera una reverencia.

Cuando la luz roja dejó de parpadear y se mantuvo fija, supe que estábamos en el aire. Puse mi mejor voz de locutora: "¡Buenas noches, queridos oyentes! Les habla Mix, y como siempre, aquí, a mi lado, la indomable Torá. ¿Qué tal, Torá?"

"Bien, Mix", respondió ella, manteniendo su tono bajo y calmado. "Hoy tenemos un programa especial. Así que agárrense de sus asientos, porque tenemos historias que seguro les harán pensar y, con suerte, hasta reír un poco".

Hicimos nuestro programa como cualquier otro día, mezclando risas y anécdotas, contando historias de miedo y de misterio. Me sentía en casa hablando frente al micrófono, especialmente con Torá al lado. Ella siempre sabía cómo hacerme sentir cómoda, cómo sacar lo mejor de mí, aunque luego, al terminar, yo volviera a ser la Mix que prefería andar por ahí con botas altas y romper algunas reglas.

Torá

La hora voló. Siempre pasaba igual cuando estaba con Mix, aunque en la radio todo parecía transcurrir con un ritmo distinto. Disfrutaba la complicidad de hacerla reír en directo, y verla sostener la risa con sus gestos tiernos. Sabía que en el fondo le gustaba, aunque intentara aparentar que no.

El reloj marcó las diez, y nuestra música de cierre comenzó a sonar. "Y así llegamos al final de otro programa de Noches en el Aire. Gracias por escucharnos, y recuerden, cuando apaguen la luz... no están solos", dije, lanzando una última mirada a Mix, que me devolvió un guiño.

Cuando finalmente terminó la transmisión y se apagó la luz roja, suspiré y dejé caer los auriculares en la mesa. Mix sonrió de esa manera suya, tan encantadoramente astuta. Con el micrófono apagado, siempre recuperaba su aire despreocupado.

"¿Vamos a comer algo, o estás demasiado cansada de ser tan 'chica mala' por hoy?" le dije, bromeando.

Ella me miró, con ese brillo en los ojos que solo mostraba cuando estábamos fuera del trabajo. "¿Crees que eso es todo lo que tengo? Te vas a sorprender esta noche".

Mientras salíamos del estudio, sentí que nuestra energía cambiaba, como si al dejar atrás los micrófonos dejáramos también las máscaras. Éramos nosotras mismas. Fuimos al diner de siempre, uno que estaba abierto las 24 horas y tenía una especie de encanto raro que solo Mix y yo entendíamos.

Mix

Nos sentamos en nuestra mesa habitual, en la esquina del local, lejos de la vista de los demás. Pedimos lo de siempre: hamburguesas y batidos, porque a esas horas solo había que ir a lo seguro. Mientras esperábamos la comida, la miré.

"¿Qué?" preguntó ella, con su sonrisa pícara.

"¿Sabes que te ves más amable cuando no estamos al aire?" le respondí, tomando una servilleta y arrojándosela en broma. "Es raro verte sonreír así".

"Solo contigo, Mix. Creo que traes a la superficie mi lado amable, si es que existe", dijo, arqueando una ceja.

"Claro, claro", respondí, rodando los ojos. "No sé cómo lo haces, pero siempre logras que termine riéndome como tonta".

Ella se encogió de hombros. "Para eso estamos aquí, ¿no?"

El mesero nos trajo las hamburguesas, y no tardamos mucho en empezar a comer. Durante un rato, simplemente disfrutamos de la comida en silencio, pero con Torá eso nunca duraba mucho.

Torá

Sabía que cuando estábamos en esos momentos tranquilos, Mix se relajaba. Parecía que le gustaba la vida 'mala', pero en el fondo tenía su lado dulce, y eso era algo que solo yo veía. Quizá porque ella era lo mismo para mí.

"¿Sabes?", le dije, sin mirarla mientras jugaba con las papas fritas. "A veces me pregunto si, en vez de estar hablando de leyendas urbanas, deberíamos hablar de lo que pasa aquí, entre nosotras. Creo que les sorprendería más".

Mix soltó una risa y negó con la cabeza. "¿Hablas en serio? ¿Como un show de telenovela donde la chica mala resulta ser la dulce y la inocente resulta ser... bueno, yo?"

"Tal vez... aunque si te soy sincera, creo que tú tienes más de 'chica mala' de lo que dejas ver", bromeé.

Ella se sonrojó, y eso siempre me encantaba. "Bueno, alguien tiene que hacer ese papel. Me gusta descolocar a la gente, ¿y qué?" dijo, desviando la mirada.

"Me gusta que seas así. Cuando nadie más nos ve, eres solo... tú".

Hubo un momento de silencio en el que sus ojos se encontraron con los míos. Era un silencio que decía más que las palabras, y sentí que el mundo se detenía. A veces, me olvidaba de todo, incluso del hecho de que mañana teníamos que madrugar, y en ese momento, solo estábamos ella y yo.

Mix

Sabía que a Torá le gustaba cuando me ponía un poco nerviosa, pero esta vez no era solo un juego. Había algo más profundo. Estar con ella me hacía sentir... segura, feliz.

"¿Sabes?", dije, intentando romper el momento tenso. "Tienes razón. Quizá deberíamos hacer un programa solo para nosotras, sin guiones ni historias inventadas. Solo..."

"¿Nosotras?" completó ella, con una sonrisa suave.

"Sí... algo así".

Pagamos la cuenta y salimos del diner, caminando en silencio hasta nuestro departamento. La noche estaba tranquila, y me di cuenta de que no me importaba lo que pensara el mundo. Estaba con Torá, y eso era suficiente.

Al llegar, antes de entrar, ella tomó mi mano y la apretó suavemente.

"Gracias por esta noche", dijo, mirándome a los ojos.

"No tienes que darme las gracias", respondí, intentando sonar despreocupada, aunque mi corazón latía con fuerza.

"Lo sé, pero quería hacerlo".

Ambas sonreímos, y sin más palabras, cruzamos la puerta, listas para otro día en el aire... y, en el fondo, felices de compartir algo más que micrófonos y anécdotas.

Doble Frecuencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora