I. La visita

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Volkov encuentra su teléfono vibrante en el bolsillo izquierdo de sus pantalones tácticos, ni siquiera recuerda en qué momento lo guardó allí, sólo es consciente cuando el aparato empieza a vibrar sin parar en señal de una llamada entrante.

Cuando la luz de la pantalla le revela al remitente, queda en blanco por unos segundos antes de deslizar el dedo, rechazando a su hermana.

Y no es que evite quiera hablar con ella, simplemente no es el mejor momento.

—¡Entramos! —Grita un sargento de la LSPD y de esa forma se inicia una redada a uno de los barrios más conflictivos de Strawberry.

Volkov abate al menos a 3 personas que son responsables de dispararle a quemarropa, y causarle varios impactos al chaleco antibalas que sabe dejaran hematomas luego. El operativo en sí no dura más de 30 minutos, cuando ya todos los delincuentes son encontrados y metidos a los patrullas; lo divertido y aquello que lo retiene toda la noche en comisaría es el procesamiento.

Pero no se queja, si hay algo que hace bien es el papeleo correspondiente y al menos en esta tarea no expone su vida. Le resulta incluso relajante. Por ello se olvida hasta el día siguiente, cuando amanece tirado sobre el sofá de su oficina, la llamada perdida de Aleksandra.

Rápidamente enciende el móvil y busca entre sus escasos contactos el nombre clave de su hermana, marcando mientras todavía no es capaz de incorporarse por el dolor en todo su cuerpo.

—Al fin, ¿Dónde estás, Vik? ¿No vienes a buscarme?

—¿Cómo? —La mente del ruso parece atrofiada cuando escucha esas palabras, sin entender absolutamente nada, incluso aparta el celular de su oreja para mirar si ha llamado a la persona correcta.

—Estoy en el aeropuerto, ¿Recuerdas? —Aleks ya sabe que no, así que suspira y Volkov puede oír el ajetreo del tráfico que empieza a reconocer. —Llegaba hoy para pasar unos días juntos, por mi cumpleaños… Como prometiste.

—Joder —En un segundo coge las llaves de su coche sobre su escritorio y corre hacia el garaje, donde guarda su deportivo. —Espera, llego en 5 minutos.

—Sí, claro. —Su hermana cuelga. Y Volkov intuye lo molesta que se encuentra, con razón.

Es consciente del paso del tiempo cuando llega a la entrada de la autopista, y ve a su hermana sentada sobre su equipaje con el móvil en la oreja hablando con alguien. Su cabello, antes recortado sobre los hombros ahora cae por su espalda en rizos platino; y su sonrisa que para él siempre tenía un tinte inocente, ahora parece más madura.

No puede evitar la punzada de culpabilidad que se arraiga en su pecho cuando estaciona a su lado y la ve subir con prisa junto a su bolso al asiento trasero, sin molestarse en mudarse de copiloto para saludarlo con más cercanía.

—Volkov —Dice ella, colgando la llamada al mismo tiempo. Volkov la mira a través del retrovisor y le sonríe.

—Hola, ¿Qué tal el viaje?

—Lo odio, tantas horas para que además te olvides de recogerme.

—De verdad lo siento, Aleks. Tuvimos un operativo en la madrugada, no podía faltar.

—Claro que podías. —Murmura ella, mirando por la ventana. —Eres el director del FBI, puedes hacer lo que quieras.

Sería gracioso considerar su actitud tan infantil con puchero en los labios, pero Volkov no se atrevía a reírse de su hermana, pues en contra de cualquier buen juicio, seguía siendo la mayor y cabeza de la familia para él y su hermano menor.

Condujo concentrado en arreglar el desaire de su compromiso, tal vez ofreciendo un tour por los lugares más turísticos de la isla en los que ella nunca tuvo la oportunidad de ir.

Blue DeepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora