Mientras tanto con Sebastián...
Amarrado a la silla, Sebastián sentía las cuerdas apretando su piel. No podía mover las piernas, y las muñecas le ardían, como si la tela cortara profundamente. El cuarto estaba completamente oscuro, tan negro que sentía que podía perderse en él. La oscuridad parecía consumirlo, y el aire viciado de la habitación lo asfixiaba con cada respiración. No había ruido, solo el eco de su propia respiración, pesada y asustada.
Un crujido en la puerta interrumpió el silencio absoluto. La luz que entró al cuarto lo cegó por un momento. Frente a él, Almada se recortaba como una figura sombría, y la luz de la entrada lo hacía ver aún más amenazante. La sonrisa de Almada era cruel, calculadora, y Sebastián no necesitaba preguntar. Sabía que todo estaba por empeorar.
- Bueno, Córdova... tengo algo que decirte, y sé que no te va a gustar. Son malas noticias, para ti, claro. -Hablo Almada con una voz suave, disfrutado de cada palabra que decía -
- ¿Qué... qué significa eso? - Sebastián intrigado se preguntaba así mismo por que habla así, con el corazón golpeándole el pecho, la rabia y el miedo mezclándose en las palabras que había dicho
JA... ¿De verdad no lo sabes, Sebastián? Claro que sí. Algo le pasó a Erick. Pero eso... no te lo voy a decir ahora. Quiero que sufras un poco antes de que lo sepas. Ya lo descubrirás tú mismo - sonriendo de una forma muy siniestra, disfrutando del desconcierto en la cara de Sebastián.
- ¡Maldito hijo de puta! ¿Qué le hiciste a Erick? ¿DIME AHORA! - nunca en su vida se había sentido de esa manera cada palabra que decía salieron como un gruñido, el pánico junto a la furia habían desbordado sus sentimientos.
— Camina hacia él con calma, cada paso resonando en la habitación, disfrutando de la ansiedad palpable en Sebastián — ¿Qué me dices? ¿Crees que me importa lo que le pase a Erick? Claro que le hice algo. Pero lo mejor de todo es que no te lo voy a contar — ríe un poco — Quiero que te carcomas por dentro, que te ahogues con tus propios miedos.
— Almada se detiene frente a él, tan cerca que Sebastián puede oler su perfume caro, el aire pesado entre ellos.Almada se agacha un poco, mirándolo directamente a los ojos, sus palabras ahora frías y calculadoras - Porque yo estoy en control, Yo soy el que decide lo que pasa aquí, No tú, Y eso, eso te va a matar mucho más que cualquier cosa que pueda hacerte físicamente.
Sebastián gritando ahora, su cuerpo demasiado tenso y sus ojos llenos de ira y desesperación - ¡ERES UN ESTÚPIDO! ¡NOS ESTÁS MATANDO! ¿Por qué haces esto? ¿Por qué a nosotros? ¿Qué te hemos hecho?
Almada con voz baja, casi susurrando, disfrutando el sufrimiento ajeno, el tono veneno puro -
Porque quiero y porque puedo, Porque no me importa lo que te pase a ti, a Erick, o a cualquiera. Porque soy más fuerte que todos ustedes. Y esto, Sebastián, es solo el principio. - Se aleja un paso, dejándolo con la sensación de que ahora está completamente a merced de él.Almada nuevamente girándose hacia él, sin una pizca de empatía, y el sarcasmo en su voz ahora evidente - Y sobre la relación que tanto te preocupa... No voy a permitir que algo tan... vulgar, como lo que tienes con Erick, arruine mi imagen. Esto es fútbol. El resto es solo una distracción que no puedo permitirme. - Se acerca de nuevo, como un depredador acechando su presa. De manera casi casual, como si estuviera dando una sentencia de muerte - Así que, mejor calla. cierra la boca, Sebastián, y aguanta. Porque hoy no vas a comer. No te lo voy a dar. Vas a pasar hambre, lo vas a sentir. Y cuando te conviertas en un animal desesperado por algo tan simple, entonces te voy a hacer entender que todo lo que hagas, todo lo que pienses, está en mis manos.
El uruguayo se queda mirándolo por un segundo, sus ojos fríos y calculadores, luego da media vuelta sin prisa, como si no le importara lo que Sebastián pudiera sentir. La puerta se cierra detrás de él con un golpe seco, y el sonido resuena como una sentencia de muerte.
Sebastián continuó respirando profundamente, el dolor en sus muñecas y piernas palpitando con cada exhalación. La oscuridad lo rodeaba, pero algo dentro de él, una chispa de esperanza, seguía viva. La rabia por lo que Almada le estaba haciendo, por lo que le hacía a Erick, lo mantenía firme. No iba a rendirse.
No podía.
De repente, un sonido lejano, un crujido, interrumpió la quietud de la habitación. Sebastián levantó la cabeza, confundido, sus sentidos alerta. Primero pensó que tal vez estaba imaginando cosas. Pero luego, un leve ruido de pasos resonó en el pasillo, una pisada firme y decidida que se acercaba. El corazón de Sebastián latió más rápido.
- ¿Quién...? - respondió débilmente.
El sonido se fue acercando. Cada paso parecía retumbar en la habitación, y Sebastián, aunque débil y agotado, no podía evitar sentir un atisbo de esperanza. ¿Podría ser alguien fuera de ese monstruo?
De pronto, la puerta se abrió de golpe, y la luz inundó el cuarto, cegándolo momentáneamente. Sebastián parpadeó, entrecerrando los ojos, y allí, en el umbral, vio la figura de un hombre que lo miraba con una intensidad inconfundible. Un hombre que no era Almada.
Israel Reyes.
Con una expresión de determinación en su rostro, Israel avanzó rápidamente, cerrando la puerta detrás de él con un golpe seco, como si no quisiera dejar que nadie los interrumpiera. En sus manos llevaba un par de cuchillos, que destellaban bajo la luz como si estuvieran hechos para este momento.
Sebastián, que había estado al borde del abismo, no podía creer lo que veía.
- ¿Israel...? - murmuró, su voz entrecortada por el dolor.
Israel asintió sin perder tiempo, su mirada fija en él.
- No te preocupes, Sebastián. Te voy a sacar de aquí.
Israel se acercó a él rápidamente, y con un hábil movimiento cortó las cuerdas que lo mantenían atado. Sebastián soltó un suspiro de alivio, aunque el dolor de las muñecas seguía punzando. Pero la adrenalina, la esperanza de ser rescatado, comenzaba a ocupar su mente.
- Tienes que irte de aquí, ahora - dijo Israel, en un tono firme, sin mostrar ni una pizca de duda - Almada no está lejos. Hay que salir antes de que te vea.
El cuerpo de Sebastián temblaba, no solo por el dolor físico, sino por la avalancha de emociones que lo invadían. La tensión era palpable, pero algo había cambiado. En medio de todo el caos, había alguien que lo sacaba de la oscuridad. Israel Reyes había llegado, y con él, la esperanza parecía real.
- Voy a sacar a Erick - dijo Sebastián, con la voz ronca, aún intentando reunir fuerzas - Tenemos que salvarlo, no sabemos si le hizo algo mas.
Israel asintió, sus ojos fijos en Sebastián, sin lugar a dudas.
- Vamos a hacerlo. - mencionaron los dos al mismo tiempo.
Y mientras Israel ayudaba a Sebastián a ponerse de pie, el sonido de pasos apresurados se escuchaba al fondo del pasillo. Almada probablemente ya sabía que algo estaba pasando. Pero no importaba. Porque ahora, al menos, tenían una oportunidad. Y la esperanza, aunque frágil, seguía viva.
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¿Seremos felices? - Sebastian x Erick
FanfictionSebastian Cordova jugador de tigres se encontraba en un partido contra el club pachuca, pero un pequeño choque con el jugador de los tuzos Erick Sanchez que haria que ambos tuvieran una pequeña pelea, sin imaginar lo que pasaria despues de aquella s...