Los años habían pasado volando, y Pablo, o mejor dicho, Gavi porque el pequeño rebelde ahora insistía en que todos lo llamaran así.
Ya tenía cuatro años, tenía una energía arrolladora, una pasión intensa y casi salvaje por el fútbol, que claramente había heredado de sus padres.
Cada mañana, Bojan y Hansi lo encontraban en el jardín, con el balón a sus pies, listo para dar sus primeros pases del día.
Y era una mini bestia, siempre embistiendo, esquivando obstáculos, que muchas veces eran sus propios padres, los tobillos de Hansi quieren un aumento de salario, porque Gavi se la pasaba pateando con fuerza.
Una tarde, mientras Bojan y Hansi observaban al pequeño desde el porche, Gavi venía corriendo a toda velocidad, con una expresión feroz en su carita.
El balón rodaba frente a él, y en cuestión de segundos, Bojan vio cómo Gavi se dirigía directo hacia Hansi, con esa determinación que solo él tenía.
—Eh cariño, cuidado.—Advirtió Bojan, sonriendo de lado, sabiendo lo que venía.
Pero Hansi no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Gavi chocara contra sus piernas con toda su fuerza, derribándolo al suelo mientras se echaba a reír victorioso.
—¡Gol! —Gritó Gavi, levantando los brazos en señal de triunfo.
Bojan soltó una carcajada al ver a Hansi en el suelo, mirándolo con una mezcla de sorpresa y ternura, con esa cara de "¿Me ha derribado un enano con la cara llena de chocolate? ¡¿A mí?!
—Creo que nuestro campeón necesita un rival más grande, ¿No crees?
Hansi se levantó despacio, dándose una palmada en el trasero para quitarse el polvo.
—Este pequeño mocoso me ha derribado más veces de las que puedo contar.—Dijo, fingiendo dolor, aunque estaba claro que adoraba ver a su hijo tan lleno de energía.
Gavi miró a su padre con una expresión de orgullo, claramente encantado de haber vencido a “su rival”.
—¿Papá Hansi, otra, otra?—Le preguntó, con sus manitas en la cintura y la mirada desafiante.
—Mejor descanso un poco, campeón. No quiero que me rompas las piernas antes de que empieces a jugar de verdad.—Bromeó Hansi, aunque una sombra de preocupación cruzó sus ojos.
Bojan notó esa mirada y le dio una palmadita en la espalda.
Desde hacía unos días, había empezado a notar cómo el aroma de Gavi comenzaba a cambiar.
Ya no tenía ese típico olor a leche dulce de los niños pequeños; ahora se había transformado en algo más complejo, una mezcla de dulzura y frescura, como un toque de menta y leche.
Era un aroma suave, pero que indicaba que Gavi sería un omega.
Cuando Gavi salió corriendo para patear el balón al otro lado del jardín, Bojan miró a Hansi con suavidad y tocó su brazo.
—Cariño, ¿Estás bien?—Le preguntó, sabiendo exactamente lo que lo preocupaba.
Hansi se cruzó de brazos y asintió, aunque su mirada seguía al niño con un dejo de aprensión.
—Es solo que… Se me hace difícil aceptar que va a crecer tan rápido. Y ahora… con su aroma cambiando, significa que será un omega, y yo… no quiero que le pase nada malo. No quiero que lo lastimen o que tenga que enfrentar las cosas difíciles de la vida tan pronto.
Bojan lo miró, entendiendo la inquietud de su esposo. Tomó su mano y le dio un apretón suave.
—Sé que quieres protegerlo, Hansi, pero también tienes que confiar en él. Es fuerte, lo lleva en la sangre. Después de todo, es nuestro hijo, y tendrá todo lo que necesita para enfrentarse al mundo. Además, no puedes mantenerlo en una burbuja para siempre.
Hansi suspiró, acariciándose el mentón con aire pensativo.
—Lo sé, pero es mi pequeño bebé, Bojan. Ya sabes, a veces tengo miedo de que algo… —Se interrumpió, bajando la voz.
—Algo lo haga sentir inseguro o que sufra, especialmente por ser omega. Y míralo, es tan… tan él. Como si nada en el mundo pudiera detenerlo.
—Exactamente, —le sonrió Bojan, dándole una palmada en el hombro.
—Él no tiene miedo, y es nuestro trabajo asegurarnos de que siga así, de que siempre tenga confianza en sí mismo.
Gavi, al ver a sus padres hablando en voz baja, se detuvo en seco y los miró con el ceño fruncido, en una expresión que imitaba a Hansi cuando estaba serio.
—¿Qué pasa? ¿Por qué están hablando tan raro? —Preguntó Gavi, con su vocecita inquisitiva y sus brazos cruzados, como si estuviera listo para enfrentar lo que fuera.
Bojan y Hansi intercambiaron una mirada, y Bojan fue quien se inclinó para hablarle.
—Nada malo, campeón. Solo estábamos diciendo que eres el niño más fuerte y valiente del mundo.
Gavi sonrió satisfecho y volvió a correr tras el balón, golpeándolo con todas sus fuerzas, mientras Bojan observaba a Hansi y le daba un pequeño codazo en las costillas.
—Hansi, tienes que dejar de preocuparte tanto. Déjalo ser, y vas a ver cómo supera cada obstáculo. Lo llevamos en la sangre, ¿Recuerdas?
Pero Hansi suspiró, rindiéndose a su instinto sobreprotector.
—No puedo evitarlo, Butesi. Hasta pienso en contratarle un guardaespaldas para el patio, uno para cada lado de la casa.—Bromeó, aunque Bojan supo que la idea no le parecía tan descabellada.
Bojan se rió, sacudiendo la cabeza.
—Bueno, papi Hansi, si le das todas esas reglas, lo único que lograrás es que se vuelva aún más terco. Además, aunque lo quieras proteger, Gavi siempre va a encontrar la manera de lanzarse de cara a lo que sea, ya lo sabes.
Hansi asintió, dándose cuenta de que Bojan tenía razón.
Pero entonces vio cómo Gavi se lanzaba al suelo para evitar que el balón se saliera del jardín, cayendo con fuerza y levantándose sin siquiera quejarse, casi sale corriendo a verlo, pero su esposo lo detuvo.
—Ya ves… Ni siquiera puedo permitirle caerse sin que quiera levantarlo.—Exclamó Hansi con una sonrisa frustrada.
—Es tan pequeño, pero ya tan… tan independiente.
—Tendrá que ser fuerte y valiente. Pero tú serás siempre su mayor apoyo, Hansi. No tienes que protegerlo de todo, solo de lo que realmente importa.—Le dijo Bojan, tocándole el hombro con ternura.
Hansi respiró profundamente, y miró a Bojan con una sonrisa resignada.
Sabía que su esposo tenía razón, aunque el instinto de protección seguía rugiendo dentro de él.
Cuando Gavi regresó, cubierto de tierra y con una sonrisa de oreja a oreja, Hansi no pudo evitar sonreír también.
—Papá Hansi, ¿Quieres jugar conmigo otra vez? —Preguntó Gavi, con esos ojos brillantes y llenos de vida.
Hansi se agachó y lo miró directamente.
—Claro que sí, campeón. Pero esta vez, con una condición, ¿vale?
—¿Cuál? —Preguntó Gavi, con las manos en la cintura y la mirada curiosa.
—Que no seas tan duro conmigo.—Dijo Hansi, fingiendo dolor.
— Soy un papá mayor ya, y tú me estás volviendo más débil cada día.
Gavi soltó una risa traviesa y, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre Hansi, dándole un fuerte abrazo y apretándolo con todas sus fuerzas.
—Voy a ser fuerte como tú, papi.—Declaró, llenando el pecho de Hansi de orgullo y alegría.
Y aunque Hansi seguía siendo un Alfa preocupado y protector, en ese momento, sintió que podía relajarse un poco, solo un poquito.