El día en que Hansi y Bojan llevaron a Gavi a La Masía fue lleno de emoción.
El pequeño de cuatro años, con su camiseta del Barça y su enorme sonrisa, saltaba de alegría mientras sostenía la mano de Bojan y tiraba de la de Hansi, casi arrastrándolos hacia el campo.
Para él, La Masía no era solo un lugar nuevo; era el primer paso hacia su sueño.
Hansi caminaba junto a Bojan, algo inquieto, ajustando la mochila de Gavi sobre sus pequeños hombros y dándole instrucciones como si el niño estuviera partiendo a una gran aventura… y, en cierto sentido, lo estaba.
—Escucha, Gavi, recuerda que si sientes alguna molestia, me llamas, ¿Sí? O si alguien te empuja o te lastima...—Dijo Hansi, intentando sonar casual, aunque su tono revelaba la preocupación que lo invadía.
Gavi lo miró y asintió, aunque su atención ya estaba en el campo y en el grupo de niños que correteaba detrás de un balón.
—Sí, papá, pero ya sé todo eso. ¡Mira! ¡Mira cómo juegan! —Dijo el niño, soltándose de las manos de sus padres y dando un paso hacia adelante.
Bojan sonrió y le dio un pequeño empujón a Hansi en el hombro.
—Déjalo ir, cariño, es un chico fuerte, además de que lleva nuestro amor por el fútbol en la sangre, va a estar bien.
Hansi suspiró, pero asintió.
—Ya sé, Butesi, pero… solo tiene cuatro años. ¿No es un poco pronto para todo esto?—Lo dijo con nostalgia, recordando cuando Gavi era apenas un bebé en sus brazos, un bebé que lo mordía y le daba patadas, pero su bebé.
Bojan soltó una risa, poniendo su mano sobre el hombro de Hansi.
—¿Te olvidas de que tú a los cuatro años ya te robabas el balón en cada partido familiar? Creo que Gavi salió a ti. Además, le estamos dando una oportunidad de hacer lo que ama. Es nuestro deber como padres.
Hansi miró a su esposo y le dedicó una sonrisa, aunque sus ojos seguían pegados a Gavi, quien ya estaba corriendo hacia el balón, embistiendo sin miedo a otros niños para alcanzarlo.
Cuando el entrenamiento comenzó, ambos se quedaron en silencio, viendo a su hijo moverse por el campo.
Gavi era una pequeña fuerza imparable, sin importar la edad o tamaño de sus compañeros.
Chocaba, se levantaba, se sacudía y se lanzaba por el balón como si no hubiera nada más en el mundo.
Bojan, con una sonrisa miró a Hansi y lo encontró con la mirada fija en Gavi, admiración y algo de temor reflejaban sus ojos azules.
—¿Sabes, cariño? Si sigue así, no van a pasar ni cinco minutos antes de que los otros padres piensen que nuestro bebé es mágico.
Hansi soltó una carcajada.
—¿Y si les decimos la verdad? Que es hijo de un exjugador increíble y un entrenador de elite, y que por supuesto tiene genes especiales.
Ambos rieron en silencio, volviendo su atención al pequeño en el campo.
Al cabo de un rato, cuando el entrenamiento terminó, Gavi salió corriendo hacia ellos, los ojos brillando de emoción, la camiseta algo desordenada y las mejillas enrojecidas.
—¡Papá! ¡papi Butesi! ¡Fui el mejor!—Dijo, saltando a los brazos de Bojan y luego abrazando a Hansi con la misma energía.
—Lo vi, campeón.—Le respondió Hansi, abrazándolo con fuerza.
—Estoy tan orgulloso de ti.
Bojan se agachó para mirar a su hijo a los ojos y sonrió.
—¿Y cómo te sentiste en el campo? ¿Te divertiste?
Gavi asintió con emoción, brincando en su lugar.
—¡Mucho! Quiero jugar siempre, yvoy a ser el mejor de todos, como tú, papi.
Y luego, mirando a Hansim
—¡Y como tú también, papá!
Hansi no pudo evitar emocionarse, abrazándolo de nuevo, aunque trató de ocultarlo.
—Entonces, Butesi, creo que tenemos un pequeño campeón en nuestras manos.—Murmuró Hansi, apretando suavemente la mano de Bojan.
—Y nosotros estaremos aquí para él en cada paso.—Respondió Bojan, mirando a Gavi con ternura.
Mientras caminaban hacia el auto, Gavi empezó a contarles detalles del entrenamiento con la energía de alguien que estaba descubriendo un nuevo mundo.
Hansi notaba que a cada palabra, a cada gesto, su hijo se acercaba más a su sueño, y aunque tuviera miedo de que algo pasara, estaba decidido a que él estaría ahí para que su bebé pudiera ser feliz.