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Me adentre a mi habitación con desgana luego de una noche tan pesada en el Drink de mi tío: detesto a los clientes de los domingos, que son alcohólicos compulsivos, y mi tío solo me dice que los soporte, porque son los que dejan buena propina todos los finés.

Mi tío maneja un local de venta de alcohol los fines de semana y en la semana un mercadillo. Lo que yo odio. Él dice que ama sus dos negocios, porque le gusta tratar con el cliente, dice que es cosa suya eso. Pero, yo sé que no es así; o sea ¿Quién va a amar trabajar de lunes a domingo pisado? Es más lleva ahí más de treinta años, y ahora a su alrededor de cincuenta años, que me ha dado trabajo a su lado, es que me ha tomado la palabra de tomarse al menos un día libre en el negocio, por lo que se pasa cerrado los miércoles el mercadillo que es semanal.

Yo odio a muerte ese negocio que le dejo su abuelo, y que ahora él cree y se imagina que yo al igual que él llevaré inimaginable penitencia. Ja' estará loco él, yo con mis apenas veintitrés años trabajando con él desde los doce años solo los fines de semana, desde que acabe la secundaria, semanalmente: excepto los miércoles, ¡ni muerta! Hasta mi padre huyó a este negocio llegando así está a mí. Mi padre entró a estudiar sabatino (a sus cincuenta y cinco años) para terminar el bachillerato para así poder conseguir ser aceptado como empleado: o sea, tiro al suelo su orgullo; porque él es muy orgulloso, un señor de pueblo que se come los números, sorprendentemente hizo aquel heroísmo por sí mismo solo para no acabar preso con aquel negocio familiar. En el negocio en el que estaba le estaban exigiendo sus papeles de bachiller para que pudiera recibir su pensión así que por eso lo hizo.

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