𝐜𝐨𝐬𝐭𝐮𝐦𝐞 𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭

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Advertencias:
Travestismo
Fetiche por ropa y/o lencería femenina
Insultos transfóbicos
Feminización erotizada/humillación


NADA DE ESTO REPRESENTA AL AUTOR



Si había algo que Tiago definitivamente no recomendaba, era fingir ser trolo para levantarte a una mina, sin tener que encararla de frente. A él le gustaba un montón una chica llamada Belén, y, por culpa de los consejos de sus amigos, había aceptado fingir ser gay, para acercarse a ella, sin darse cuenta de que la chica tiraba para el otro lado.

Así que ahí estaba, después de perder un reto con sus amigos —y con la misma Belén—, a punto de entrar a la fiesta. El lugar le parecía excelente, siendo propuesto por un chico al que llamaban Dillom, donde tenían que bajar al sótano, el "piso 13", denominado el infierno. Tenía muchísima vergüenza, ya que estaba vestido con lo que la gente llamaba un "putidisfraz".

—Halloween es cuando una chica puede vestirse como una absoluta mujerzuela y ninguna otra la juzga —le había dicho su mejor amigo, imitando a una chica, cita película Tiago no recordaba.

—Sí, pero yo no soy una chica... ¿No tenías un vestido más largo?

—¿Por qué? No se te ve la pija —se burló el otro.

Tiago medía alrededor del metro ochenta. Ahora, con esos tacos, medía casi 1.90, bastante alto. Se había puesto una peluca, la cual era lacia y larga, con lo cual, se pudo poner aquella diadema con los simulados cuernos. El vestido quedaba poquito arriba de la mitad del muslo, lo cual le daba la sensación de que, en cualquier momento, se le iba a ver la ropa interior. Lo habían disfrazado de diablita sexy e incluso lo habían maquillado.

—Te ves lindo, yo sí te daba... —habló Marcos, estallando en una carcajada.

—Callá, bobo.

Subieron a la camioneta. Ahí, ya los esperaban Belén y dos amigas. Todas le silbaron y halagaron a Tiago en burla. Él sólo miró a Belén, quién se veía tan linda esa noche. Ella llevaba un vestido negro y un sombrero, claramente era una bruja. Cuando ella lo volteó a ver, esta vez no sintió sus mejillas arder ni su corazón latie desenfrenado. Le devolvió la sonrisa con tranquilidad e hizo todo lo posible por tratar de bajar un poco más su vestido.

Él estaba seguro de que si fuera mujer, ese disfraz le habría quedado divino, pero en esos momentos, lucía patético. El viaje transcurrió incómodo para él, pero lo aliviaba que los demás hablaran como si nada malo estuviera pasando. Miró por la ventanilla del auto, asombrándose de que, en ese Halloween, hubiera luna llena.

Pronto llegaron al lugar. Se trataba de una casa, a las afueras de la ciudad. Aparcaron y nadie les pidió entradas, solo les señalaron el ascensor, que se veía viejo y desvencijado, que bajaba al sótano.

—¿No quieren ir por las escaleras? —preguntó con timidez una de las amigas de Belén, a quien miraron como si estuviera loca.

—¡No, el ascensor llega más rápido! —exclamó Marcos, y Tiago suspiró. No tenía ganas de discutir.

No cabían todos en el ascensor, de modo que Tiago y Belén se quedaron afuera. Él estaba nervioso, tomando sus manos. Ella se había dado cuenta de sus sentimientos y por eso mismo, Tiago había perdido el reto, vistiendo de diablita. Desvió la mirada, mientras pasaba su mano por su propio brazo, lleno de vergüenza.

—Oye, Belu... —volteó a verla, con miedo y vergüenza en sus ojos. Ella lo volteó a ver, con curiosidad. —Perdón. No debí haber fingido algo que no, sólo para que me vieras como algo más que un amigo.

—Está bien, Tiago. No debiste, pero ya fue. Todo está bien.

Cuando el ascensor se regresó y ellos pudieron entrar en él, el silencio presente entre ambos se hizo más pesado que nunca. Tiago solo quería salir de ahí e ir a beber algo, algo más fuerte que el fernet, para olvidarse de esa humillación. Cuando llegaron al sótano, Tiago se sonrojó al recibir miradas lascivas de parte de varios chicos.

Mauro estaba tomando una de las múltiples bebidas que había para elegir en ese lugar. Él, Thomas, Lombardo y Enzo estaban mirando alrededor, buscando fichar a alguna chica. En ese momento, la vista de Lombardo se encontró con un chico bastante avergonzado, que lucía un disfraz de mujer.

—Eh, mirá, Lit, cómo te gustan.

—¿Te gustan los travas? —preguntó Enzo, con sorna, a lo cual, Lit chasqueó la lengua.

—Si son lindos, como este.

—Dale, encarálo.

—Uh, no, pero mal que le queda ese disfraz —Lombardo puso los ojos en blanco. —En primer lugar, por la forma de su cuerpo, debió haber elegido otro corte de vestido. En segundo, el color... Un tono más fuerte de rojo le quedaba de diez...

—Ya va a empezar —jodió Thomas, con una sonrisa.

—Y sí, boludo, para qué le preguntan a un estudiante de moda —habló Mauro, con una sonrisa, viendo cómo el objetivo se movía, algo nervioso. Este se acercó a la mesa de las bebidas.

—Olvidé que estudiabas moda, re puto.

—Seh, solo esa carrera la estudiaría un trolo —dijo Enzo, con una risa. Mauro también rió, pues estaba acostumbrado a las jodas de sus amigos.

Después de un rato, Mauro decidió levantarse, y acercarse al chico. Se sorprendió un poco al verle un orto bastante firme, no tan grande, pero sí uno que se veía ideal para garchar. Mientras el chico se servía alcohol, él solo quería que no bebiera tanto: no se iba a garchar a nadie que no estuviera en sus cinco sentidos y que no pudiera recordar nada esa noche.

—Hola, guapa. —Su primera estrategia, fue tratarlo como mujer, fingiendo que no se había dado cuenta de que traía rifle.

—¿Eh?

—Uh, disculpá, creí que eras una mina, con lo guapo que te ves en el vestido... —"Con lo hermoso que se te ve ese orto". Sonrió al ver que el chico se sonrojó.

—Eh... okay.

—¿Entonces, cómo te llamás, lindo?

—Tiago. ¿Vos?

—Mauro. Y decime, Tiago, ¿por qué consideraste ese disfraz? ¿No tenías uno más sexy, uh?

Mauro sintió una oleada de satisfacción cuando vio el sonrojo en las mejillas del chico. Lo miró más a detalle y se mordió el labio; hace poco había descubierto ese fetiche que tenía por la ropa de mujer. Su miembro estaba amenazando con ponerse duro, así que decidió alejarse de esos pensamientos pecaminosos.

—¿Venís solo? —preguntó, mirando alrededor.

—Eh, en realidad vine con amigos... pero los perdí...

—Oh, ya, ya veo —dijo, de forma comprensiva. —¿Querés venir con mis amigos en los que encontramos a los tuyos?

—Dale. Gracias.

Mauro sonrió con satisfacción, al verse llegar triunfante con su nueva presa. Los chicos se rieron al ver al morocho con ropa de mujer, disfrazando su risa con que se estaban burlando de otra cosa. Tiago se sintió incómodo entre esa bola de chicos, todos evidentemente homosexuales, pero con tremenda homofobia; y luego estaba él, probablemente el único hetero —ni tanto— pero vestido de mujer.

—Mi nombre es Tiago —se presentó. Los otros sonrieron con sarna, y un morocho guapísimo, con el rostro tatuado, acercó su mano a él.

—Mauro —Tiago miró con algo de sorpresa al otro Mauro, a Monzón, quien se había acercado a él en primer lugar. —Sí, comparto nombre con este pelotudo, pero decime Duki.

—Yo soy Enzo y este es Thomas.

—Un gusto.

No pudo decir mucho, ya que Belén, cubierta con algunas marcas de besos con labial, se acercó a él, con una sonrisa.

—Dio' mío, Tiago. Te estuvimos buscando durante un buen rato.

—Ah, gracias. Gracias, chicos, nos vemos. —Se dejó arrastrar por la chica, sin darse cuenta de que los chicos se empezaron a burlar en la cara de Mauro.

—Ja, qué puto, te dejaron por una mina.

—Esa mina no se va a acostar con él. Es re lesbiana.

—¿Y vos cómo sabés, eh?

—Se estaba chapando con otra minita allá.

Mauro estaba decidido a que Tiago fuera suyo. Con el pasar de la noche, Mauro se fue acercando a Tiago, sin dejarlo beber mucho un solo instante. Coqueteaba con tanta insistencia, que Tiago acabó aceptando y medio le coqueteaba también, ya que nunca había coqueteado con un chico.

Mauro se acercó a Tiago y lo tomó de la cadera. El morocho era un poco más alto que él, pero eso no representó ningún impedimento para él. Capturó los labios de Tiago en un beso y guió este beso. Devoró la boca de Tiago como si estuviera adentro y acarició la cadera y luego subió hacia la cintura. En seguida, llevó sus manos hacia el orto de Tiago, quien gimió ligeramente.

—Dios, nene, sos re caliente. Sos una putita —susurró. Entonces sintió que se le estaba parando al chico. —Dios, vení conmigo.

Se lo llevó al ascensor y subieron juntos, sin dejar de darse de besos de vez en cuando. Tiago estaba tan confundido, pues no sabía desde cuándo disfrutaba tanto de los besos y los manoseos de un hombre. ¿Así se sentían las chicas cuando se iban con él? ¿Sentían así de bien sus manos en su cintura y sus besos en su cuello?

Mauro lo soltó, dejándolo algo mareado, y lo condujo hacia una habitación vacía. El lugar no era un cinco estrellas, ni siquiera alcanzaba las tres, pero había una cama, donde fue empujado, y eso era suficiente. Cuando quedó acostado, levantó un poco sus piernas, como por instinto. Aquello complació a Mauro, quien sonrió.

—Quiero adivinar el color de tu ropa interior —susurró Mauro, en tono sensual, abriendo las piernas del menor, quién se sonrojó al verlo así sobre él. Abrió sus piernas y las alzó, dejando ver el bóxer negro que traía puesto. —¿No trajiste unas bonitas bragas o una linda lencería? Hubieras combinado siquiera, amor...

—No me llamés así...

Mauro levantó la mirada y lo encontró rojito, todo sonrojado, lo cual lo excitó más. Le sacó el bóxer al chico, dejando expuesto su miembro, el cual ya se estaba endureciendo. Mauro lo tomó en una de sus manos y empezó a masajearlo, sacándole un gemido bajo a Tiago.

—¿Es la primera vez que tenés sexo con un hombre?

—S-Sí...

—Aw, no te asustés, bonito. Te voy a dar el mejor orgasmo de tu vida.

Mauro le dejó puesto el vestido, pues lo prendía muchísimo más. Siguió masturbando a su compañero, quien se tapó la cara, sin poder evitar gemir. No tenían lubricante, por lo que el teñido optó por usar su saliva para estirarlo. Al principio fue doloroso para Tiago, quien se relajó, para evitar que le doliera tanto.

—¿Estás bien? ¿Puedo meter otro?

—Sí, sí, dale.

Tiago gimió bastante cuando los dedos de Mauro alcanzaron ese manojo de nervios que le daba descargas de placer a los hombres. Pronto, Mauro añadió otro dedo y lo sintió muy preparado. Palpó sus pantalones y encontró un forro. Se deshizo de los pantalones y de la ropa interior a velocidad de la luz, para luego ponerse el plástico.

—Decime si te duele, putita.

La punta comenzó a adentrarse en las entrañas de Tiago, quien gimió ligeramente de dolor. Pronto se encontró lleno y gimiendo, moviendo sus caderas al compás, encontrándose con los vaivenes de Mauro. Ambos gemían de placer, mientras el teñido le decía todo tipo de palabras sucias y humillaciones, que solo excitaban más a Tiago. Quizás era por esos golpes en su próstata, pero ya se había corrido una vez y seguía duro.

—¿Ves? Te dije que te iba a gustar, putita... —gruñó, mientras daba los últimos empujones, antes de correrse y llenar todo el condón.

Cayó sobre Tiago, quien pasó sus brazos alrededor de su espalda, mientras ambos estabilizaban su respiración. Como si aún estuviera hambriento, Mauro volvió a atacar el cuello de Tiago, empezando a besar y a chuparlo. Quería que se volviera a repetir. Al principio, pensó que solo sería esta vez y sus ganas recientes hasta ese chico se irían, pero, al contrario, aumentaron.

—¿Te gustó?

—Hum, sí —bostezó, pero sentía que ese no era sitio para quedarse dormido, porque igual no dormiría bien ahí. —¿Vamos a mi casa?

—Me encantaría. 

𝒄𝒐𝒔𝒕𝒖𝒎𝒆 𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora