Lulai se cansa.

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Pero bueno no hay que dramatizar, porque después de este día Lulai y Arturo se casaron unas cuantás veces más y Arturo siempre intentaba que la ceremonia fuera rápida para llegar al beso, que era lo que a él de verdad mas le importaba a Lulai le gustaba, pero no tanto como a Arturo, porque si fuera por Arturo hubieran estado todo el sanro día dándose besos y abrazos.
Hasta la señorita Amparo tenía que intervenir algunas veces porque, por ejemplo, había veces que Lulai estaba intentado hacer su trabajo de plastico, colorear los patos sin salirse de las líneas, y de pronto como si fuera un huracán y sin venir a cuento, Arturo le daba un abrazo y le agarraba la cara con las manos para darle varios besos.

Arturo, Arturo, déjala que trabaje, no seas pesado.

Si es que nos hemos casado en el recreo.

Me parece muy bien, pero no la atosigues.

Un rato si y un rato no, decía Lulai mientras pintaba, yo me caso un rato si y un rato no.

Arturo sufría un poco cuando Lulai decía esas cosas, pero luego se le pasaba, cuando salían de la escuela y Lulai de despedía dicíendole: <<Eres mi gran amigo>>.

Arturo quería entonces darle un beso antes de que Lulai se marchara de la mano de su madre, pero ella a lo mejor le decía ahora no, mañana en el patio. No es que Lulai quisiera hacerle sufrir, es que, sencillamente, no le gustaban tanto los besos como a su amigo del alma.

Amigos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora