[II] Háblame del valle de Atemajac

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Silente y sin prisa, el muchacho pálido se abría paso por una fila sinfín de personas formadas al kiosco de su colonia; buscaba con trabajos —por seguir renuente a comprarse unos lentes para su pobre visión— una cabellera castaña y ropas probablemente descoloridas. Jake, a pesar de su personalidad llamativa, vivaracha y alegre, vestía siempre tonos neutros que no le permitiecen destacarse entre la multitud.

La calidad de la señal telefónica de su zona no era la mejor, pues estaban casi a los pies del cerro del cuatro, donde se alzaban egocéntricas las famosas antenas televisivas, cerca de la avenida por dónde pasaba el 54A que se iba hasta El Verde, un lugar hasta más culero que la colonia de Sunghoon, pero que nunca dio importancia a su fealdad, pues tenían la mejor leche de la ciudad, podía jurar el pálido.

Con muchas llamadas no conectadas comenzó a darse por vencido, Jake no estaba en el kiosco como habían quedado, cosa rara, pues nunca le dejaba plantado. Se sentó en una banca de espaldas a una nevería de La Michoacana, aún buscando con su mirada cansada algún indicio de su mejor amigo, pero parecía no haber ninguno. Estaba a punto de irse refunfuñando a su casa, cuando unas frías manos grandes y venosas le golpearon los hombros con suavidad y un grito ahogado y ronco le timbró justo en el oído derecho. Sunghoon pegó un brinco, cayéndose de costado sobre la banca de metal, antes de escuchar una característica carcajada que reconocería hasta en sus sueños: Sim Jaeyoon.

Se dio la vuelta para encararlo, enarcando una ceja y sacándole el dedo de en medio, negando con su cabeza.

— ¿¡Qué te pasa, idiota!? ¿Estás loco o solo imbécil? — vociferó el pelinegro llevándose una mano al pecho y cerrando los ojos, escuchando como su colega se cubría la boca para acallar carcajadas, antes de que Sunghoon le partiese por la mitad con esa mirada filosa como la obsidiana.

— ¡Sunghoon, ya, solo bromeaba! — gritó él con jovialidad, pasándose la mano por los cabellos para arreglarlos después de su intenso cabecear ante la risa. — ¿Qué? ¿Damos una vuelta o te da un ataque de asma nomás de brincar?

Sunghoon lo escudriñó con la mirada, volteando los ojos y dejándolos en blanco, fingiendo fastidio. Era propio de su mejor amigo saludar de esa manera: esconderse entre las sombras y atacar ni bien uno se desentendía de sus deberes.

Pronto iniciaron su marchar por la plaza cívica, mirando los diferentes puestos de comida y artesanías. Su ciudad era un perfecto señuelo del significado de la palabra ‘cultura’, pues en ciertas fechas las fiestas regionales se hacían en grande, con juegos extremos, apuestas y juegos de mesa, además de mucha comida, música y bailarines. En su ciudad se creía no existía el miedo, pues los hombres bailaban con machetes.

Los dos adolescentes se dieron una vuelta por el terreno, derrochando sus becas en alimentos y juegos de azar, donde, para variar, Jake nunca tenía la mejor fortuna, no daba una. Sunghoon estaba ahí presente a su lado, burlándose de él o animándolo cuando se fastidiaba y amenazaba con marcharse a casa. La tarde fue muriendo y el sol fue cayendo con el transcurso de las horas; lo que era una tarde de hojas de oro e convirtió en un crepúsculo de acuarelas derramándose en el periférico de la ciudad. Sunghoon, con pies adoloridos, se sentó a la orilla de la plaza cívica, sobre los escalones de concreto que subían hacia el mercado ya cerrado para aquellas horas del anochecer. La gente había levantado sus puestos y las familias se había ido a casa, pues los pequeños escuincles tenían una agotada jornada estudiantil en las cansadísimas primarias a la llegada del siguiente arrebol.

Jake pronto acompañó a su mejor amigo, dejándose caer sobre sus posaderas en el frío concreto. La brisa calurosa y húmeda de julio comenzaba a hacerles temblar las pieles de gallina, ambos diciéndose a sí mismos que debieron cargar con abrigos, porque la noche vendría arrasadora y caería un diluvio probablemente.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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EL REY QUE SE AHOGÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora