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La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de mi departamento. Me mantenía sentada en la mesa de la cocina, con el cuaderno de bocetos abierto frente a mí. Las sombras de la noche anterior aún flotaban en mi mente y había decidido canalizar mi angustia en el dibujo.

Con una concentración meticulosa, había retratado a Lucian. Sus manos esqueléticas y desprovistas de carne, estaban representadas con un detalle perturbador. Cada línea y sombra capturaba la frialdad y la desesperación que había sentido al verle. Los dedos finos y alargados, parecían estar a punto de alcanzar el papel, como si el dibujo mismo pudiera cobrar vida.

Me quedé mirando el dibujo, sumida en recuerdos. La voz de Lucian resonaba en mis oídos, fría y desalentadora, y el toque de sus manos esqueléticas en mi frente me hacía estremecer de nuevo.

El cuaderno de bocetos estaba lleno de garabatos y dibujos, pero el retrato de Lucian era el más inquietante. Sabía que mi habilidad para ver los últimos momentos de vida de las personas me había llevado a enfrentar algo más allá de lo común, algo oscuro y perturbador. Mientras observaba el dibujo, no podía evitar preguntarme sobre el verdadero propósito de Lucian y por qué su presencia estaba tan entrelazada con los recientes eventos.

En un intento de distraerme y recuperar algo de normalidad, cerré el cuaderno con un suspiro y me levanté para prepararme un café. Mientras lo hacía, pensé en la conversación que tuve con Zack y en el enigmático comentario de Emma sobre los cadáveres en condiciones similares. Algo grande y siniestro estaba ocurriendo, y me daba cuenta de que mi papel en todo esto era más significativo de lo que había anticipado.

Con el café en mano, me senté nuevamente y contemplé el día que comenzaba. Sabía que necesitaba respuestas, pero también era consciente de que la verdad podría ser mucho más aterradora de lo que imaginaba. A medida que el sol avanzaba en el cielo, me preparé para enfrentar un día lleno de incertidumbre, con la esperanza de encontrar claridad en medio del caos que me envolvía.

—Mis manos no son tan perturbadoras ¿verdad? —dijo la voz, cargada de una frialdad inquietante.

Giré rápidamente, con mi taza de café temblando en mis manos. La taza se me caía al suelo, rompiéndose en pedazos que se esparcieron por el suelo, mientras mis ojos se encontraban con los de Lucian. Él estaba allí, de pie con una calma perturbadora y su presencia llenando la habitación con una sombra ominosa.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, con mi voz temblando entre el asombro y la desesperación.

Lucian se movió lentamente hacia mí, sus movimientos eran casi gráciles, como si cada paso estuviera calculado para añadir a la tensión de la situación. Su rostro mantenía una expresión de fría indiferencia y sus manos, aun parcialmente visibles en la luz tenue de la cocina, se movían con un propósito siniestro.

—Vine a verte —respondió él con un tono suave pero cargado de una amenaza implícita—. Si no fuera así, estaría haciendo algo más productivo, como mi trabajo. Y como puedes ver, es en lo que tú te estás interponiendo.

Sentía un escalofrío recorrer mi espalda mientras las palabras de Lucian se asentaban en mi mente. La sensación de su presencia era tan penetrante que parecía congelar el aire a mi alrededor. Traté de encontrar las palabras, pero el pánico comenzaba a nublar mi pensamiento.

—¿Qué significa eso? ¿Qué te importa lo que hago? —pregunté, tratando de recuperar el control.

Lucian me observaba con una calma que era casi demasiado perfecta, sus ojos parecían leer cada pensamiento que cruzaba por mi mente.

—Tu habilidad para ver los últimos momentos de vida de las personas —dijo con un tono que revelaba su frustración—. Cada vez que tocas a un cadáver, estás revelando cosas que deberían permanecer ocultas. Estás interfiriendo en algo que debe mantenerse en equilibrio.

Entre Luces y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora