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Capítulo 2: La Luna.

Su gruesa brocha, cargada de óleo espeso y vibrante, se deslizaba sobre el lienzo como un barco a la deriva en una tormenta interior. Cada pincelada era un grito ahogado, una lucha por dar forma al caos que lo consumía. La paleta, repleta de colores contrastantes, yacía abandonada, testigo mudo de su angustia. En sus ojos, una mezcla de concentración y determinación, se reflejaba la figura borrosa de su sentir, una imagen que se desvanecía con cada trazo. El negro, color de la noche y de la nada, se adueñaba del lienzo, engullendo la esperanza y la luz. Sin embargo, entre las sombras, emergían destellos de color, como si la vida tratara de abrirse paso a través de la oscuridad. Con cada movimiento de su muñeca, liberaba una parte de sí mismo, dejando al descubierto sus miedos más profundos y sus anhelos más intensos. El lienzo, inicialmente blanco e inocente, se transformaba en un mapa de su alma, un registro de sus tormentas emocionales.

En su pequeño estudio, un refugio del mundo exterior, se encontraba inmerso en un ritual creativo. Las paredes, cubiertas de lienzos que reflejaban su alma, eran testigos mudos de su evolución como artista. Entre el caos de colores y formas, encontraba un orden propio, una armonía que solo él podía comprender. Los acordes melancólicos de "Ultraviolence", su álbum favorito de su artista favorita, envolvían el espacio, creando una atmósfera cargada de nostalgia. Sin embargo, la tranquilidad de su mundo se vio interrumpida por el sonido de la puerta, obligándolo a abandonar su papel de creador para volver a ser simplemente él.  Giró su rostro hacia la puerta y se encontró con su mejor amigo de pie en la entrada.

El aroma del ramen recién hecho y del pollo frito se mezclaba con el olor a pintura y disolvente que impregnaba el pequeño estudio. — Son casi las 7, ¿No piensas comer nada? — preguntó el chico, mirándolo intrigado. Hyunjin, absorto en su mundo de colores, apenas escuchó la pregunta. La luz del atardecer se filtraba por la ventana, iluminando los mechones morados de Minho y creando un halo cálido alrededor de su rostro. — Preparé un poco de Ramen y pollo frito.

— ¡Ah, claro! — exclamó, sobresaltando. Dejó caer la brocha con un chapoteo y se levantó de su asiento. El manchado delantal, que había sido su compañero durante horas, se deslizó por sus brazos. — No noté la hora que era — dijo, estirándose y bostezando. El sonido de sus huesos crujiendo rompió el silencio del estudio. — ¿Es picante? — preguntó, frotándose el estómago.

— Sabes que sí — respondió Minho con una sonrisa. — Pero no te preocupes, tengo kimchi para acompañar.

Ambos caminaron hasta el comedor, sus pasos resonando en el pasillo. Hyunjin, con sus pantalones manchados de pintura y una camiseta vieja, llevaba bajo el brazo una carpeta repleta de fotografías. Minho, por su parte, vestía ropa cómoda y deportiva, listo para una nueva clase de danza. A pesar de compartir un espacio creativo, sus mundos artísticos eran tan diferentes como el día y la noche. Si Hyunjin capturaba la belleza estática de un instante, Minho la expresaba a través del movimiento. Mientras Hyunjin, con su cámara como compañera inseparable, capturaba fragmentos de la realidad y los convertía en obras de arte, Minho se entregaba de lleno a la danza. Su cuerpo, ágil y expresivo, se deslizaba por el estudio como un pájaro en vuelo. El peli morado, con una pasión que le ardía en las venas, soñaba con pisar los escenarios más grandes, con crear movimientos que conmovieran al mundo. Mientras Hyunjin encontraba su inspiración en la quietud, Minho la buscaba en el movimiento constante. Uno veía el mundo congelado en un instante, el otro lo sentía fluir en cada fibra de su ser.

También, los años de entrenamiento intensivo habían dado sus frutos. Minho, en su último año de carrera, estaba listo para afrontar nuevos desafíos. La danza era su vida, y había dedicado cada minuto libre a perfeccionar su técnica y desarrollar su estilo. Con la licenciatura en danza a la vuelta de la esquina, sentía que estaba a punto de alcanzar una nueva cima. Hyunjin, por su parte, era un alma creativa, siempre buscando nuevas formas de expresarse. Con su cámara colgada al hombro, paseaba por la ciudad capturando momentos fugaces. En el taller de pintura, sus pinceles danzaban sobre el lienzo, creando mundos llenos de color y emoción. Y si eso no era suficiente, también se escapaba a clases de danza, donde liberaba toda su energía. Era como si necesitara de todas las artes para sentirse completo.

Danza de Amor ,' HyunLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora