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Capítulo 3: El Eclipse.

Hyunjin caminaba por las tranquilas y escasamente transitadas calles de Seúl, su cabello negro azabache ondeando al compás de la brisa nocturna. El frío se colaba bajo su chaqueta de cuero, pero era un frío agradable que le recordaba la paz que buscaba en aquellos momentos. Su cámara fotográfica, un fiel compañero de aventuras, colgaba sinuosamente de su cuello, lista para capturar cualquier instante que mereciera ser inmortalizado. Con las manos hundidas en los bolsillos de sus jeans gastados, avanzaba despacio, saboreando cada paso. La música de AC/DC retumbaba en sus audífonos, mientras tarareaba suavemente y movía su cabeza al compás de la música, disfrutando de ese sutil pero apreciado momento de relajación. Los sonidos de la ciudad se desvanecían a medida que se alejaba del bullicio del centro, dejando paso al canto de los grillos y al suave susurro del viento entre las ramas de los árboles.

Se dirigía en silencio hacia el antiguo muelle del río Han, sus pasos acompasados por el ritmo hipnótico de su música. La ciudad, con sus luces parpadeantes y sus edificios que se perdían en la oscuridad, se reflejaba en el agua quieta, creando un cuadro surrealista que lo cautivaba. Como fotógrafo, su mente estaba en constante movimiento, componiendo imágenes mentales que buscaba plasmar en sus fotografías. Mordiendo nerviosamente su labio inferior, imaginaba encuadres perfectos, juegos de luces y sombras que revelaran la belleza oculta de la ciudad. Su mirada se desvió un momento hacia una pequeña familia de dos padres y un pequeño niño sonriente; sin poder evitarlo, su propia sonrisa se extendió en sus labios. Y, en ese momento, su mente ya no estaba solo en su arte. Pensaba en el futuro, en la familia que anhelaba formar. Soñaba con un hogar lleno de risas, de amor incondicional, de momentos compartidos. Pero la sociedad a veces se interponía en sus sueños, recordándole las dificultades que se le ponían en frente al ser un chico gay que deseaba formar una familia.  Soñaba con algún día tener esa familia que siempre había anhelado, dispuesto a hacer felices a sus hijos y esposo. A pesar de ello, lo veía muy difícil, pero la esperanza ardía en su interior, como una pequeña llama que se negaba a extinguirse.

Una vez que estuvo de pie sobre el antiguo muelle, el intenso aroma a río y a madera húmeda lo envolvió por completo, impregnando sus sentidos. La brisa acariciaba su rostro, trayendo consigo el fresco olor a algas y la suave salinidad del agua. El sonido de las olas chocando contra los pilares de madera era hipnótico, envolviendo sus oídos en un suave canto que lo arrullaban en medio del estrés que había estado experimentado en este semestre. Apoyando sus manos en la fría baranda, contempló el agua que se extendía ante él. Cada tabla del muelle parecía contar una historia, cada grieta, una marca del paso del tiempo. Cerró los ojos, inhalando profundamente el aire fresco y húmedo. En ese instante, se sintió en paz, conectado con algo más grande que él mismo. El muelle, con sus tablas desgastadas por el tiempo y el agua, crujía levemente bajo sus pies. Ese gran pedazo de madera guardaba cientos de recuerdos inolvidables e historias que ni siquiera era capaz de contar, simplemente guardándolas en su mente y añorando esos tiempos repletos de una felicidad que ni él mismo sabía que sentía. Al menos no en ese momento.  Las gaviotas volaban en círculos sobre su cabeza, sus gritos mezclándose con el sonido de las olas. El olor a salitre y a madera húmeda lo transportaba a otros tiempos, a veranos interminables y a tardes de juegos con sus amigos. En ese lugar, el pasado y el presente se entrelazaban de manera mágica.  De esa forma, simplemente disfrutando el ambiente que lo envolvía, se dio cuenta de que la felicidad no siempre se encuentra en el futuro, sino en los pequeños momentos que conforman la vida. Tal vez era momento de simplemente dejar de pensar tanto en el futuro y concentrarse en disfrutar su presente; había estado muy perdido en sus propias fantasías para darse cuenta del bello mundo que lo rodeaba día a día.

Finalmente, con una sonrisa, aceptó su ser, su presente y su entorno. No buscaría más algo que debía llegar por sí solo, simplemente lo dejaría fluir. Y así, como si el destino le hubiese sonreído orgulloso, una fuerte brisa fresca golpeó su rostro, abriéndole paso a una nueva etapa en su vida. Entonces, al abrir sus ojos, lo primero que vio fue a un rubio delicado y precioso en el césped de la orilla del rio. Su corazón dio un vuelco. Era como si el tiempo se hubiera detenido. La intriga se mezclaba con una emoción desconocida, una sensación de familiaridad que lo desconcertaba. Su aura irradiaba muchísimas cosas que Hyunjin no lograba comprender en ese momento.

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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