Aquel dia

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El frío metal de la Beretta 92 pesaba en sus manos temblorosas. Los dedos de Ethan se aferraban al arma, pero apenas podía contener los temblores que sacudían sus brazos. Su respiración estaba entrecortada, casi ahogada; un esfuerzo por no romper en un grito desesperado que amenazaba con desgarrarlo. Sentía cómo el suelo parecía desmoronarse bajo sus pies, y sus oídos, ensordecidos, apenas alcanzaban a registrar el llanto de su hermano menor, Alex, a su lado. La voz de su hermano era un eco distante, como una voz atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Frente a él yacían sus padres. La piel de su madre, de un blanco antinatural, contrastaba con las sombras profundas alrededor de sus ojos abiertos y vacíos. La sangre en el piso estaba aún húmeda, un carmesí oscuro que impregnaba el aire de un olor metálico y penetrante. Al lado de ella, su padre, con una expresión congelada en un rictus de agonía, parecía seguir mirándolo, como si en algún rincón de sus pensamientos deformados aún quedara un residuo de la humanidad que acababa de arrebatarles.

Ethan no entendía cómo había llegado a este punto. El ruido de los disparos aún resonaba en sus oídos como una letanía que no podía olvidar. La respiración entrecortada y el pánico que lo atenazaba le recordaban cada instante la decisión que acababa de tomar, una decisión que lo había cambiado para siempre.

Cada parte de él se rebelaba contra la realidad que estaba viviendo, y su pecho ardía en un ataque de ansiedad que lo paralizaba. Sentía que el aire apenas llenaba sus pulmones, que estaba atrapado en un vacío donde las paredes de la habitación parecían cerrarse a su alrededor. Un profundo y oscuro abismo de dolor y desesperación empezaba a llenar el lugar donde alguna vez había sentido esperanza y amor.

Todo lo que conocía estaba muerto. Frente a él solo quedaban cadáveres, ecos de lo que alguna vez fue su familia. Ethan sabía que no podía detenerse, que los infectados estaban cerca y que la verdadera pesadilla apenas había comenzado.

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Horas antes

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Pensilvania: 4 de la tarde, 6 horas antes de la desgracia...

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Un joven de pelo negro con ojos azules veia la ventana tranquilamente, pensativo, su ropa que constaba de un simple pantalon de mezclilla y un polo de manga larga color blanca, junto con una sudadera sin cuello color negra, miraba atentamente afuera, como si el mundo no importara y la carretera del bus fuera lo unico importante para el en este momento.

"En que piensas?" pregunto un tipo a Ethan, un jove de la misma edad de Ethan con su tez morena, ojos avellana y un pelo bien peinado, junto con su ropa forma como siempre le gustaba salir, Raul era un amigo que habia conocido en sus 10 años cuando empezo a vivir en Pensilvania, una persona que le gustaba lo elegante, ser amable y estar tranquilo.

"En nada Raul, simplemente estoy agotado del dia, sabes?" dijo Ethan con una sonrisa mientras se relajaba.

"sin duda seria refutar tu argumento, tambien me siento agotado" dijo Raul pero de forma mas calamda y formal como siemre lo hacia.

Left 4 dead: Legados de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora