Only Part.

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La luna iluminaba la ciudad, y las calles resplandecían con luces, disfraces, y risas infantiles mientras los niños pedían dulces y los adultos festejaban Halloween en cada esquina. En algún lugar muy por encima, en las esferas celestiales, Óscar cruzaba los brazos, lanzando una mirada de inconformidad a su superior.

—Mark, ¿en serio debo ir a esa fiesta humana? —preguntó, intentando sonar respetuoso, aunque no podía ocultar su disgusto.

Su superior, Mark, lo miró con un aire de paciencia y le respondió amablemente, mientras suspiraba ante la actitud de Óscar.

—Es una fiesta de Halloween, Óscar. Una oportunidad perfecta para que los demonios se mezclen y causen problemas. En especial, esta noche de brujas —respondió Mark con calma—. Todos debemos ayudar, incluso tú. Sé que estás cansado, pero tenemos que proteger a los humanos.

Óscar siguió mirando hacia la tierra, tratando de mentalizarse para la noche que tenía por delante.

—¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo lo voy a reconocer? Dudo que los demonios vayan con un cartel que diga quiénes son —refunfuñó Óscar.

Mark le lanzó una mirada severa, pero con una sonrisa apenas perceptible.

—Será bastante fácil, te lo prometo. —Mark hizo una pausa y luego añadió—: Y deberías apurarte. Se está haciendo tarde. No creo que quieras que Checo venga a revisarte, ¿verdad?

Óscar sintió un escalofrío; aún recordaba el día en que Checo casi lo manda al infierno. No recordaba exactamente qué había hecho mal, pero sí sabía que un demonio se había salido con la suya mientras él dormía, lo que le había valido un castigo de casi un mes. Desde entonces, ganarse la confianza de Checo no había sido fácil, aunque logró que Checo lo respetara cuando lo cubrió en una misión especialmente complicada. Esa vez, había escuchado a Checo mencionar nombres de otros demonios que participaban en esa misión: Carlos y Max, dos seres temidos en las esferas celestiales.

Óscar se resignó y miró a Mark.

—Está bien, envíame a alguna fiesta. Mientras Oliver esté haciendo lo mismo, estaré satisfecho —respondió, un poco más animado.

—Te prometo que Oliver está en algo aún más complicado —le aseguró Mark, sabiendo que Óscar y Oliver tenían una especie de competencia amistosa.

—Bien, trato hecho —aceptó Óscar mientras estrechaba la mano de su superior.

En menos de un minuto, Óscar se encontró en la tierra. Siempre opinaba que se sentía extraño estar ahí, donde no podía volar o descansar en las cómodas nubes. Suspiró al mirar su reflejo en una ventana. Vestía alas falsas, un cintillo con una aureola de plástico, y pantalones blancos que no cubrían mucho, pues Mark, en un extraño sentido del humor, había omitido darle una camisa. Se sintió fuera de lugar y bastante incómodo.

Se adentró en una de las fiestas más concurridas de la calle, a pesar de que los lugares llenos lo incomodaban. Varias personas, tanto hombres como mujeres, intentaron coquetearle, pero Óscar los rechazaba educadamente mientras intentaba concentrarse en su misión.

Después de un buen rato sin ver ninguna señal de actividad demoníaca, Óscar comenzó a maldecir para sus adentros a Mark por haberlo enviado. "¿Dónde están los demonios?", pensó, recordando las quejas de Carlos, el amigo demonio de Checo, sobre Halloween y la cantidad de trabajo que tenían esa noche. Justo cuando estaba por rendirse y salir, lo vio.

El demonio se destacaba entre la multitud, atrayendo miradas con su apariencia seductora y oscura. Llevaba una sonrisa misteriosa y parecía tener a un hombre completamente bajo su encanto. Óscar lo observó acercarse al hombre, quien, bajo la insistencia del demonio, aceptó bebida tras bebida. Poco después, el hombre, ya perdido en el embeleso y el deseo, lo siguió fuera del lugar como si estuviera bajo un hechizo.

La Noche que nos EncontróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora