ᯓ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 1 .ᐟ

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La nieve caía incesante cubriendo los árboles desnudos con un manto blanco y helador

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La nieve caía incesante cubriendo los árboles desnudos con un manto blanco y helador.

Orm Kornnaphat se estiró bien el gorro de lana para que le tapara las orejas e intentó no dejarse acobardar por la gélida ventisca que le golpeaba el rostro, que era lo único que quedaba al aire por encima de la bufanda.

Salió del coche a la vez que hacía un tremendo esfuerzo por apartar de su cabeza una incómoda sensación de preocupación, y se dirigió a la carretera, totalmente desierta. Estaba a dos horas de Ayutthaya... y a solo treinta y cinco kilómetros de la pequeña ciudad a la que tanto deseaba volver.

Pero parecía que no era eso lo que le deparaba el destino.

Apenas acababa de empezar el mes de noviembre y sin embargo el viento de aquella fría mañana le golpeaba en la cara como una multitud de alfileres.

«Las bengalas. Utiliza las bengalas».

A duras penas consiguió avanzar por la nieve hasta poder abrir el maletero del coche. No podía dejar de maldecir al hombre del tiempo por haberse equivocado tanto en sus previsiones, y a su teléfono móvil por haberse quedado sin batería. Y, mientras encendía las bengalas sobre la nieve, maldijo el coche que, según le había asegurado su marido, se encontraba en perfectas condiciones.

Claro que eso había ocurrido hacía siete meses, antes de que Pentaii la abandonara para recuperar la libertad que le había proporcionado el divorcio. Antes de haberse emborrachado aquella noche y haberse estrellado contra un poste de teléfonos en el accidente que acabó con su vida...

El escalofrío que recorrió el cuerpo de Orm, no tenía nada que ver esa vez con el frío invernal. Su marido ya no estaba. Sabía que la había querido, pero también sabía que no deseaba al hijo que crecía dentro de ella, y cuanto antes dejara de torturarse con aquel pensamiento, mejor. Había decidido volver a Bangkok, al hogar donde comenzaría una nueva vida con el nuevo año. Y desde luego no iba a permitir que se lo impidiera una tormenta de nieve.

Justo entonces notó unos pinchazos en el vientre que ya le resultaban familiares; decidió volver a refugiarse en el coche, que estaba solo a unos grados por encima de la temperatura exterior pero que al menos la protegía del viento.

Agradeció que funcionara la batería porque así podría poner la calefacción y entrar en calor. Eso sí, tenía que ser consciente de que solo se podría permitir disfrutar del lujo del calor durante unos segundos, ya que no sabía cuánto tiempo iba a tener que estar allí. De cualquier manera, lo que tenía muy claro era que iba a seguir luchando para que no le pasara nada a su pequeño.

«No te preocupes, cariño. No voy a dejar que te ocurra nada», susurró acariciándose el vientre mientras veía cómo se encendían las bengalas, levantando un montón de nieve y cubriendo parte del coche.

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Lingling Kwong echó un vistazo a través de los cristales tintados del coche que la llevaba a casa desde el aeropuerto. Era como trasladarse en un refugio móvil que se deslizaba a través del viento que rugía con fuerza a su paso.

.𖥔 ݁ 𝙰𝙵𝚃𝙴𝚁 𝚃𝙷𝙴 𝚂𝚃𝙾𝚁𝙼 ˖๋ ࣭ ⭑ [LingOrm] [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora