Destinos inesperados

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Era uno de esos días grises en los que el mundo parecía detenerse, y sin embargo, yo estaba atrapada en una vorágine de cajas y recuerdos. El camión de mudanza esperaba pacientemente afuera, como un monstruo silencioso que devoraría mis pertenencias y, con ellas, una parte de mí. Cada objeto que empaquetaba era un eco de lo que había sido, un susurro del pasado que me envolvía en una mezcla de tristeza y nostalgia.

Mi madre entró en la habitación sin que yo la notara. Estaba tan absorta en mis pensamientos, en la sensación de pérdida que me inundaba, que su presencia me tomó por sorpresa. —¡Hola hija! ¿Qué tal? Vine a despedirme... supongo que empacas tus pertenencias—dijo con una voz quebrada pero firme. Sus palabras resonaron en mí como un eco lejano.

—Hola madre, ¿cómo estás?— respondí, levantando la mirada. Sus ojos verdes brillaban con una luz opaca, cansada,su melena rubia caía desordenada sobre sus hombros, como si el peso de la noche anterior aún la aplastara.

—Estoy bien, cariño— murmuró, aunque sus ojos traicionaban su verdadera condición. Había tristeza en ellos, una tristeza profunda que dejaba entrever noches sin dormir y pensamientos atormentados.

—¿Quieres un café o un jugo?—ofrecí, sorprendida por la fragilidad de su voz. Había pasado semanas desde que me había hablado de mi partida al extranjero, nunca imaginé que esa noticia provocaría tal reacción en ella.

Mientras caminaba hacia la cocina con pasos firmes pero temblorosos, intenté aferrarme a la normalidad. Al llegar a la cocina, nos sentamos , el aire estaba cargado de palabras no dichas.

—Te daré un vaso de jugo—dije tratando de romper el hielo.

—Está bien, cariño, no quiero nada... ¿Hablemos si?—respondió ella con un tono sombrío.

—¿Umm de qué madre?—pregunté con asombro mientras la observaba fijamente.

—Se que nunca estuve para ti como la madre que te mereciste... pero perdóname— dijo con voz entrecortada, cada palabra le costaba salir mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

—"No te preocupes. Yo nunca te llevé rencor ni te culpé por el pasado ,Lo mejor ahora es comenzar de nuevo, no podemos cambiar lo que fue, pero sí lo que será—respondí bajando la mirada, sintiendo cómo las emociones se acumulaban en mi pecho hasta casi romperme.

Pero nada estaba bien. Siempre había sufrido en silencio, mis noches eran un mar de lágrimas donde me sentía sola y miserable, buscando consuelo en lugares vacíos. Mi madre nunca estuvo allí cuando más la necesitaba y esa ausencia era una herida abierta que no sanaba. Solo pensar en esos momentos me estrujaba el corazón.

—"Solo espero que me perdones"—dijo ella entre sollozos desesperados mientras se acercaba a mí y me abrazaba. Su abrazo era tanto un refugio como una prisión,sentí su dolor mezclado con el mío.

Le di las últimas miradas a mi madre mientras ella se alejaba lentamente hacia la puerta. Su sonrisa era un reflejo sombrío de culpa y arrepentimiento. La vi marcharse con el corazón dividido entre el amor y los recuerdos dolorosos, dejando tras de sí un vacío difícil de llenar. La mudanza no solo se trataba de cajas y muebles; era un cambio profundo dentro de mí misma, una lucha por dejar atrás lo conocido mientras enfrentaba lo incierto del futuro.

El aeropuerto estaba lleno de vida y movimiento, y no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo al pensar en su viaje a Italia. Había soñado con este momento durante años, y ahora, mientras esperaba su vuelo, se sentía un poco abrumada por la multitud.

Mientras revisaba mi teléfono, notó que dos hombres vestidos de negro la observaban desde una distancia. Su mirada era intensa y decidida, como si estuvieran esperando el momento perfecto para acercarse. El corazón de Anastasia comenzó a latir más rápido. ¿Por qué me miraban? ¿Me estaban siguiendo?

Decidida a no dejarse llevarme por el pánico, me levantó de mi silla y comenzó a caminar hacia el baño, pensando que tal vez allí me calmara  y evaluar la situación. Cada paso parecía más pesado que el anterior, y la sensación de ser observada crecía en mi pecho.

Justo cuando llegó a la puerta del baño, un estruendo ensordecedor sacudió el edificio. La explosión iluminó el lugar con una luz brillante y el aire se llenó de humo y gritos. La gente comenzó a correr en todas direcciones, pero Me quedó paralizada por un instante, aturdida por lo que sucedía a su alrededor.

De repente, dos hombres más aparecieron entre el caos. Vestidos de manera similar a los otros dos, se acercaron rápidamente a mi. Antes de que pudiera reaccionar o gritar, me agarraron firmemente por los brazos.

—¡Ven con nosotros! —gritó uno de ellos mientras tiraba de mi hacia una salida trasera.

Me intentó liberarme, pero era inútil. En medio del caos del aeropuerto, con las luces parpadeando y el humo envolviendo todo, fui arrastrada hacia un destino desconocido. La adrenalina me corría por mis venas mientras me preguntaba qué era lo que querían de mi y cómo iba a escapar de esta pesadilla.

fui empujada hacia una camioneta negra, el interior oscuro y claustrofóbico. Los hombres que me habían secuestrado me empujaron con fuerza, y antes de que pudiera protestar, me vendaron los ojos y la boca. La ansiedad se apoderó de mi mientras sentía cómo la camioneta comenzaba a moverse rápidamente.

El motor rugía y las luces del aeropuerto se desvanecían en la distancia. La sensación de velocidad era inquietante, pero pronto se me di cuenta de que no estaban solos. Desde el asiento trasero, pude escuchar el estruendo de una camioneta blanca que los seguía de cerca. Los disparos resonaban en el aire, y el sonido metálico de las balas golpeando la carrocería hizo que mi corazón se detuviera por un instante.

—¡Acelera! —gritó uno de los hombres al conductor, y la camioneta negra aumentó aún más su velocidad. Me sentía atrapada en una pesadilla, el miedo me envolvía mientras las balas silbaban a su alrededor.

La camioneta zigzagueaba por las calles vacías, tratando de perder a sus perseguidores. Finalmente, después de unos minutos que parecieron eternos, lograron deshacerse de la camioneta blanca al girar bruscamente en un camino rural. El silencio se instaló brevemente, pero no duró mucho.

Pasaron por un lugar alejado y desolado, donde la camioneta se detuvo repentinamente. Sin poder ver nada, sentí cómo me sacaban del vehículo y me llevaban hacia otro lugar. La adrenalina corría por mis venas mientras cada paso resonaba en su mente.

Me llevaron a un pequeño avión privado estacionado en una pista improvisada. Con manos firmes, los hombres me empujaron hacia dentro y me quitaron las vendas solo lo suficiente para que pudiera ver el interior oscuro del avión. Una vez dentro, me volvieron a vendar los ojos y la boca.

El motor del avión rugió mientras comenzaba a despegar, llevándome aún más lejos de lo que había imaginado. Sentí que mi estómago se encogía por el miedo; ¿a dónde la llevarían? ¿Quiénes eran estos hombres? Sobre todo, ¿cómo iba a salir de esta situación?

La incertidumbre pesaba sobre ella como una sombra oscura mientras el avión ascendía hacia el cielo.

El Arte de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora