Left 4 Zom: Risas y Desesperación.

Prologó: Nuevos peligros.

La gripe verda, una enfermedad rival y muy contagiosa había afectado recientemente al sur de los estados unidos, llegando a Japón por un vuelo comercial, declarando cuarentena rápidamente. El gobierno hizo lo normal: Uso de la doble mascarillas era obligatorio junto con el lavado de manos, pero eso no impidió para que la empresa de Akira lo siga exprimiendo hasta matarlo, con gripe verde o no, la vida de Akira seguía siendo la misma... Hasta hoy.

La luz de la mañana teñía las calles de un resplandor verde y enfermizo, reflejando un caos que Akira Tendo nunca había imaginado. Despertó en el suelo de su pequeño apartamento, con el cuerpo entumecido y la mente aún nublada. Las cajas de comida instantánea, la laptop apagada, y papeles por doquier eran testigos de su agotadora vida corporativa.

Prendió su teléfono para darse cuenta que ya iban a ser las ocho de la mañana, llevaría tarde al trabajo, y eso significaba una certera regañada y un buen golpe por parte de su jefe. Con el corazón en su boca, se puso su traje elegante, alistó su corbata, agarró su maleta y se puso sus dos mascarillas junto a sus guantes de látex, saliendo de su departamento de una patada.        

Mientras descendía las escaleras del edificio, Akira notó un silencio extraño. No había el habitual murmullo de personas apuradas, ni el ruido de bocinas y motores que llenaba cada mañana. "¿Habrá habido algún incidente en el tren?", se preguntó, acelerando el paso y tratando de ignorar una creciente inquietud en su pecho.

Al salir al pasillo, se encontró con la señora Sasaki, su vecina, conocida por su carácter regañón. Sin embargo, hoy ella lo miraba de una forma perturbadora, sus ojos hundidos en un tono verdoso inquietante. Akira se detuvo, desconcertado, al notar manchas de sangre en el borde de la bata de la anciana. "¿Se encuentra bien, señora Sasaki?"

La mujer no respondió. En lugar de eso, dio un paso tambaleante hacia él, como si sus piernas no pudieran sostenerla. Instintivamente, Akira retrocedió. No era la primera vez que veía a alguien afectado por la "gripe verde", pero esta vez era diferente. Algo en su expresión... algo en su mirada... le hizo sentir que ya no estaba allí, que solo quedaba una carcasa vacía, un cuerpo en piloto automático.

"Lo siento, tengo que irme. ¡Estoy tarde para el trabajo!" dijo apresuradamente, forzando una sonrisa nerviosa mientras un escalofrío recorría su columna. Se apartó de la señora Sasaki y aceleró el paso hacia la salida, dejando atrás el inquietante silencio de su edificio.

Al llegar a la calle, la escena era surrealista. Autos abandonados con las puertas abiertas, algunos estrellados contra postes y vitrinas destrozadas. Papeles y bolsas de plástico volaban con el viento, y un hedor agrio impregnaba el aire. Akira miró a su alrededor en busca de alguna señal de lo que estaba sucediendo. "¿Dónde está todo el mundo?"

De repente, escuchó gritos provenientes de una esquina cercana. Al girar, vio a un hombre de polera negra, con vendajes en ambas extremidades superiores, encima de una mujer. El tipo estaba desgarrándole el pecho con unas uñas que parecían cuchillas afiladas.

Akira se quedó congelado. La escena ante sus ojos parecía sacada de una película de terror. La mujer gritaba, sus alaridos desgarradores se mezclaban con los jadeos y gruñidos de su atacante. Su cuerpo tembló de terror, pero una voz en su mente le gritaba que se moviera. Sin pensarlo dos veces, se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección contraria.

"¿Qué está pasando?", pensó mientras zigzagueaba entre los autos abandonados, esquivando la basura esparcida en las calles. "¿Es la gripe verde...? No, no puede ser solo eso. ¡Esto es una locura!"

Al torcer una esquina, Akira chocó contra otra persona. Era un hombre joven, sucio y cubierto de sangre. Los ojos de Akira se encontraron con los suyos, y lo que vio allí no era humano.

"Zombis... zombis..." comenzó a murmurar Akira. Pero en lugar de sentir tristeza o desesperación, se sintió feliz. Nunca había estado tan feliz en toda su vida.