Era de noche en las aisladas trincheras periféricas, tras una tarima se apoyaba Caviar, en cuclillas y con ambas manos pegadas al suelo.
Atravesando el cielo, una ave azabache desplegaba sus alas recorriendo el terreno que iba más allá del laberinto de barro y muerte. El ave intentaba aproximarse a los surcos que rasgaban el campo, pero la fetidez y frío le repelía al acercarse, limitándose tan solo a observar desde una distancia segura.
Entonces despegó vuelo una vez más hacia las nubes, volando verticalmente hasta perderse en el firmamento.
Caviar abrió los ojos y levantó sus manos de las podridas y húmedas tablas del suelo.
“¿Cuánto tiempo llevas aquí?”
Sentado sobre una pila de sacos de tierra, cubierto por una túnica originalmente gris, pero que por el barro había adquirido un tono más oscuro, David saludaba a su amigo.
“No mucho, unos pocos minutos.”
“No me digas que ya acabó tu turno.”
“Recién, aun no se me destapa la nariz por el olor a pólvora.”
David se levantó de los sacos para tomar un profundo respiro, exhalando fuertemente por la nariz. Tras un breve momento para bostezar, bajó su capucha para dejar al descubierto su plateado cabello.
“Es de otro departamento de la iglesia, pero conozco a alguien que también puede invocar, como tú.”
“Quizá lo conozco.”
“Imposible, no se mueve más allá de su brigada, lo único destacable es que puede invocar bestias. Espera, ¿Puedes invocar bestias?”
“No, solo aves.”
“Bueno, eso ya es más de lo que puede hacer la gran mayoría de los que están aquí.”
David sacudió su túnica antes de volver a sentarse sobre los sacos de tierra, la única bulla que se sentía por toda la zona era la que venía de la conversación entre el inquisidor y su amigo. Todo el resto era silencio junto al leve sonido de la brisa recorriendo los surcos que eran las trincheras.
“¿Cuántos pájaros llevas ya?”
“Ese era el tercero, sin novedades. Ya viene siendo hora de que me mueva a hacer reconocimiento al otro extremo.”
“Jamás entenderé cómo funcionan esas cosas, me aterra pensar en perder el control de mi propio cuerpo, aunque sea algo puramente hipotético.”
“No es muy complicado, es como tener otra extremidad más, solo que al momento de usarla, te desconectas del resto del cuerpo.”
“Es eso, es literalmente eso a lo que me refería, es lo que tanto miedo me da.”
“No es-”
Caviar se vio interrumpido al notar a David sacando algo voluminoso por debajo de su traje.
“¿De donde sacaste eso?”
El inquisidor extrajo del fondo de su túnica una botella envuelta en un trapo sucio. La etiqueta, si alguna vez la hubo, se había desgastado. Una astuta sonrisa curvó sus labios.
“Un pequeño regalo del general.”
Caviar frunció el ceño.
“Te va a colgar de los pies apenas se entere.”
“No tiene porque enterarse, después de todo no debería de por qué tener esto en primer lugar.”
La sed y fatiga hizo dudar al soldado. David se encogió de hombros y se movió para dar espacio en el saco de tierra, invitando a su amigo a sentarse junto a él. Caviar caminó y se sentó a la par de el inquisidor, recibiendo la botella de aguardiente de sus manos.
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Un lienzo sintiente
FantasyCaviar, acompañado de un misterioso hombre con su mismo aspecto, visita por una ultima vez sus memorias sobreviviendo a las trincheras hasta hallar el recuerdo mas valioso e importante de todos, el de su muerte. (4/6).